C A P Í T U L O 30

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       Eris tragó el contenido de su boca y asintió.

      —Necesitas mostrarte como algo que se pueda doblegar, si mi padre quiere que sientas miedo debes mostrarte asustada aunque no lo sientas de verdad —Sacudió sus manos dando ligeras palmadas —Recuerda lo que ayer escuchaste, hasta que hayas mentido lo suficiente.

      Asentí. Sin más tomé el montón de ropa que ayer el mismo Eris había traído y me giré para caminar los pocos pasos hasta el baño.

      Observé rápidamente la bañera y, aunque me apetecía sumergirme en ese tanque de agua caliente por horas, sabía que no tenía tiempo para ello por lo que me acerqué al lavabo y me agaché para llevar algo de agua contra mi rostro para terminar de desperezarse. Con rapidez me deshice del camisón y me hundí en la prenda de color tostado.

      Definitivamente era muy distinto a los vestidos que había tenido en Noche, este era de cuello alto y apretado en el torso mientras que la falda era algo más suelta, cayendo alrededor de mis caderas sin dejar marca de mi cuerpo a la vista. Además, me enfunde también en el corsé que acompañaba la prenda, aunque a la hora atar los lazos en la espalda no pude evitar soltar un murmuró de queja porque no llegaba. Me desistí a atarlo y pasé a lo siguiente, una especie de falda pero que quedaba abierta y que al contrario que la anterior prenda, esta si fue fácil de asegurar a mi cintura. Finalmente solo faltaba asegurar el lazo del corsé y hacer algo con mi cabello que, a pesar de que seguía manteniendo la honda del trenzado de anoche, estaba bastante despeinado. Yo no era buena para peinarme, las semanas anteriores me lo habían demostrado y tampoco iba a mostrar mucho empeño por lo que, tomando un cepillo en mano desenrede la mata plateada hasta que ésta cayó en ondas suaves sobre mis hombros y brazos, luego la cepille ligeramente y me permití dejarla suelta.

      Para mi sorpresa la puerta del baño se abrió sin ningún tipo de anuncio, clavé mis ojos sobre los de Eris a través del cristal del espejo y una mueca extraña se implantó en sus facciones. Su mirada recorrió mi vestimenta y el desagrado finalmente se hizo notorio.

      —Ciertamente no te favorece —Dio un paso al frente y con un gesto de cabeza me pidió que me diera la vuelta, lo hice a sabiendas de a qué refería —Quizás la única cosa que le envidio a Rhysand es su gusto por la moda.

      Sus dedos trabajaron rápidos con las cuerdas del corsé en mi espalda, un suspiró ahogado se me escapó cuando cerró la prenda por completo oprimiendo mis costillas. Ciertamente aquello era incómodo y no podía imaginar cómo aguantaría el día entero con ello puesto.

      —Iremos directamente a saludar a mi padre —Informó mientras terminaba de enlazar las cuerdas en mi espalda —Te prestaré como mi compañera y quizás seas sometida a un interrogatorio, no pueden llevarte a un lugar sin mi presencia, soy tu compañero y nadie puede ponerte una mano encima sin mi permiso, incluso si es mi padre quien lo ordena, por lo que no deberías por preocuparte por nada.

      Suspiré con pesadez.

      —Ciertamente no es muy tranquilizador —Me giré de nuevo.

      Él también se había cambiado de ropa y ahora llevaba un traje ligeramente informal pero mucho más arreglado que la camisa y los pantalones anteriores, su cabello había sido cepillado ligeramente y caía ordenado sobre los lados de su rostro ocultando un poco más allá de sus orejas. Pero daba igual si se arreglaba, recordaba el aspecto casi inmaculado que había llevado en la Corte de las Pesadillas, y aun así había algo fuera de lugar en la imagen perfecta que él quería tratar de reflejar. Su rostro, la imagen casi apagada que trataban de esconder sus ojos, porque daba igual su expresión, siempre estaba ahí como una cicatriz que nunca pudiera ser capaz de sanar.

Una Corte De Sombras Y Sangre© [CASSIAN]Where stories live. Discover now