-Tu ponzoña venenosa me gusta más, hija de puta.

-Te gusta el maltrato, siempre lo supe.

-No tanto como a ti, que te gusta que te ahorquen.

Suelta una carcajada y la silencia de inmediato poniéndose seria.

Esta mujer está realmente loca.

-Cierra la boca, Máximo Riccardi.

-Para con esa estupidez.

-Como tú digas Máximo Riccardi, esposo de la grandísima Rafaella Riccardi. ¡Joder! Que bien suena.-levanta su mano para chocarla conmigo pero sigo con mi camino.

Antes de entrar al auto me posiciono delante de ella para abrirle el botón superior del blazer.

-Me verán las tetas.

-Verán. Pero nadie podrá tocar lo que es mío.

-Son mías.-me rio.

-Eso es lo que te dejo creer.

Entro en el auto y ella hace lo mismo sentándose a mi lado.

Atravieso el portón de nuestra mansión.

-Así de mal educado eres.-hace referencia a que no le abrí la puerta del auto.

-Nunca te dije que fuera educado.

Miro los retrovisores antes de tomar una curva y me deslizo con facilidad por una avenida estrecha de la ciudad de Roma, cortando camino.

-Eso lo supe desde que vi tu cara, se notaba que eras un egoísta de mierda desde siempre.

-He sido generoso contigo.

-Nunca he necesitado tu maldita generosidad, guárdatela para tus empleados.

Detengo el auto en la entrada del edificio.

-Adiós.-toma su bolso.

-Te iras sin besarme.-la detengo antes de que se baje del auto.

-Ya te bese en casa.

-¡Bésame!-grito para que haga lo que le digo.

Me miran entrecerrando los ojos.

-Pareces un niño caprichoso.

-Lo que tú digas, pero bésame, maldita sea.

-Tengo el tiempo en contra.-mira su reloj.

-¡Deja de mirar el reloj y bésame!

Se queda como una maldita estatua, mostrándome una sonrisa provocadora, sin hacer nada más.

La tomo de la nuca acercándola a mis labios.

La beso lentamente como si quisiera plasmarme para siempre en sus labios, deseando que la sensación de tener mis labios sobre ella se perpetué durante todo el día y se sienta vacía cuando no este.

Quiero que se toque los labios extrañándome.

Se separa y me mira con destellos de amor brotando de sus ojos acero.

Acuna mi mejilla dejando miles de besos castros sobre mis labios mordiendo de vez en cuando.

-Que ricos labios tienes.-digo mientras tiro de su labio inferior con mis dientes.

-No me ames mucho, Máximo Kuznetsov propiedad de Rafaella Riccardi.-se baja del carro huyendo de mí.

-¡Hija de puta!-le grito y ella me lanza besos desde afuera.

Espero a que entre y luego vuelvo a tomar el volante dirigiéndome a aeródromo.

Ingreso y a la distancia logro ver el Lamborghini verde de Renzo.

DINASTÍAWhere stories live. Discover now