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UK lo soltó por fin expresando su frustración con gritos y perdiendo la paciencia, sacó de su cinturón el árma que cargaba y se la pegó al cuello en una amenaza muda. Argentina seguía sin saber qué hacían esas cosas, pero por la tensión y las expresiones entre preocupadas y asombradas de los hombres de UK, quienes hacían guardia alrededor de la habitación por si trataba de escapar otra vez, supuso que no sería nada bueno.
Ni siquiera así se inmutó.

Pero eso probó ser suficiente para quebrar por completo al europeo, quitó el arma de su cuello pero un disparo sonó en el aire...

...

Argentina mordió su mano hasta hacerla sangrar, el tiempo se detuvo e incluso los latidos de su corazón parecieron ir cada vez más lento, incluso si su pulso estaba acelerando. Los ojos le picaron hasta un punto en el que no llorar dolía, le hacía pesar el pecho y su cuerpo temblar agónico.
Le daba miedo mirar a su otra mano y saber qué había sido exactamente ese dolor que se expandió tortuoso como una púa viajando entre sus venas desde la palma de esta hasta lo más alto de su codo... y cuando notó que su piel celestina estaba ahora morada y en esta había un agujero del que salía sangre a modo de cascada, manchandole el brazo, la ropa y tiñiendo de rojo el suelo, se sintió casi desfallecer mientras las nauseas subían, mareado por la perdida de sangre y la impresión de aquel dolor, algo que jamás había sentido, como meter la mano en el fuego y dejarla cocer hasta que su piel fuera no más que carbón.

Desvió la mirada hacia el suelo otra vez, en su boca el sabor metálico de la herida que él mismo se había hecho en la otra mano, la cual aún no soltaba para no llorar, aunque eso no evitaba que su interior se encogiera y apretaran sus órganos unos contra otros hasta el punto de no poder lograr que sus pulmones funcionaran por la agonía que estaba viviendo.
Hubiese querido deshacerse de ese dolor a modo de un grito de sufrimiento bien largo, pero no enfrente de UK...

No.

Juntó sus fuerzas y levantó la mirada.
Frente a él no se mostraría débil, incluso con ambas manos sangrando, una por sus dientes otra por un disparo, y con el cuerpo húmedo y temblando, abusado como una rata de ciudad cualquiera e insultado de pies a cabeza...
Él le mantendría la mirada por más que UK sacara un cuchillo y amenazara con cortarle la garganta.

Pero el britanico no hizo eso, se cansó de los intentos y fallos por respeto y que ese estúpido ninfo se creyera tan superior.
Bien, si Argentina no quería aceptar su poder allí, haría que lo aceptara por las malas.

- Encierrenlo. - Indicó parandose recto, como tratando de volver a su tono frío y no dejar rastro de que había perdido el control - Y no me importa cuanto cuidado tengan al hacerlo. - Agregó en un gruñido de rábia

Una vez el latino desapareció de su vista, suspiró agotado y se pasó una mano por la cara, le dolía la cabeza por los problemas constantes de ese animal, ¡Y ahora encima tenía que tener cuidado con Perú!
No, ya no se arriesgaría, tenía cosas que hacer.

Llamó a uno de sus hombres con un gesto de la cabeza y empezó a caminar por los pasillos sin ir a un lugar específico, como tratando de calmarse.

- Prepara el papeleo del barco y empieza a guardar todo. - Le indicó con frialdad

El chico se sobresaltó por las palabras, viendose algo agitado.

- ¿Ya? Creí que eso era un plan B ¿Realmente lo necesitamos? - Cuestionó

EL inclés detuvo su caminar al instante y se dio media vuelta con agresividad, haciendo al hombre encogérse en el lugar y retroceder un poco con miedo.

- ¡ESE NINFO ESCAPÓ POR SU INCOMETENCIA! - Le acusó, golpeándolo con el dedo en el pecho - ¡Y si ahora ese HIJO DE PUTA le llega a hablar al IMBÉCIL de mi hijo, entonces estaremos en problemas! ¿Te queda claro, idiota? - Exclamó entre dientes, agarrándolo por el cuello del uniforme - Y si yo te digo que hagas algo, me da igual que tan sensato sea, tú me haces PUTO caso. - Terminó ordenando

Los ninfos (CanArg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora