ᦔﺃꫀᥴﺃꪀꪊꫀꪜꫀ

284 37 46
                                    

El tiempo se volvió como arena en sus manos, cada grano de segundo escapando entre sus dedos, el restante en sus palmas volándose con el viento sin la capacidad de mantenerlo a su alcance.

Era imposible contarlo, porque se iba, desaparecía a la distancia y lo perdía, luego obtenía más pero seguía perdiéndolo.
El tiempo pasaba.
Y pasaba.
Y las estrellas parpadeaban con su brillo lúgubre sobre su cabeza, representando ellas cada lágrima que había regado el césped sobre el que se arrodillaba.

Nuevamente miraba al bosque, solo que esta vez no sabía por qué... Ya había aceptado que Argentina no vendría, así que ¿Qué esperaba? ¿Por qué dejaba que el tiempo se siguiera escapando?

O quizá no era el tiempo el que se escapaba de sus manos en forma de arena, quizá era él, deshaciéndose lentamente por la pena derrumbante.
Primero su corazón se había compactado tal basura hasta quedar como cuerpo muerto, sin sensación alguna... y ahora era su cuerpo el que colapsaba con aires de derrota, listo para solo cerrar los ojos y dejarse volver uno con las olas de viento que arremetían contra él de manera furiosa, su rugido mudo para los sordos oídos apenados del canadience.

Perdió.
A Argentina, a su felicidad, a esas respiraciones entre su vida donde todo aparentaba ser tan perfecto.
Perdió la sensación de calor al mirar sus brillantes ojos boscosos, la suavidad de su piel y la apreciación a su pelo desordenado.
Perdió el sonido de su ronroneo y la dulce voz que lo llamaba con caricias tan emocionado cada noche que se encontraban.
Canadá perdió.

En el medio descubrió que Australia había costado la vida de otro ninfo.
Que su padre había estado a la cabeza de toda esa operación.
Que su madre probablemente sabía del tema también y nunca hizo nada.
Y que USA, a quien le había confiado esa situación... había sido responsable de que ahora estuviera perdiendo.

¿Cómo podía evitar que su cuerpo se colapsara con ese peso en su espalda?
Argentina, el ser más puro que había conocido jamas, estaba lejos de su hogar, sufriendo un estrés incapaz de ser descrito y demasiado desaparecido del mapa como para que Canadá pudiera saber si estaba bien.
Y toda su familia... solo una bola de traidores. Toda su vida. Y Canadá, inocente, nunca supo lo que susurraban a sus espaldas.

- Can... - Esa voz queda por la pena a sus espaldas no generó lástima en el canadience, sino rábia

La rábia más peligrosa que existía: La rábia alimentada por el dolor y el duelo, que solo busca deshacerse del luto que apreta el corazón y amenaza con asesinar a la alegría eterna.

Por eso Canadá se levantó. Y, cuando vio a su hermano parado frente a él, con su postura lamentable de estúpido arrepentimiento, no pudo sentir más que asco por compartir sangre y techo con él.
Mierda, el simple hecho de compartir palabras con él le hacía miserable.

No controló su cuerpo herido, ni siquiera fue capaz de distinguir cuándo comenzó a moverse o cuando su respiración se apresuró o su garganta se cerró o cuando sus piernas subieron velocidad.
Y mucho menos supo cuándo su puño golpeó en la cara del estadounidense.

Solo ahí despertó, cuando su hermano retrocedió y se tomó la cara adolorido.
¿Sintió pena?
Quizá.
Pero le importaba demasiado poco como para actuar a consecuencia.

- You TOLD him?!  (¿¡Le CONTASTE!?) - Le reclamó, tratando que el enojo sobrepasara las lágrimas en sus ojos

- I-I'm... I'm sorry, I really didn't know...  (Y-Yo... Lo siento, realmente no sabía...) - Aseguró el estadounidense, su voz quebrándose en el proceso

El brillo arrepentido en sus ojos podría ser sincero, pero Canadá estaba demasiado cegado como para verlo.

- Why?!  (¿¡Por qué!?) - Cuestionó, apretándo los puños con la fuerza de su llameante ira - No, actually, you know what? ... I don't want to know... leave me alone.  (No, de hecho ¿Sabes qué? ... No quiero sabér... déjame solo.) - Murmuró dolido, bruscamente pasando por su lado para irse

Los ninfos (CanArg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora