ꪜꫀﺃꪀꪻﺃᦔꪮᦓ

295 25 36
                                    

La incomodidad y la tensión peleaban para ver cuál prevalecía más en el aire mientras ambos ninfos observaban sospechosos a sus alrededores.
El mexicano se movía con suma lentitud, precavido de dónde pisaba y qué tocaba explorando la habitación, Chile sin embargo se mantenía en su lugar con las orejas bajas y una inusual expreción nerviosa en el rostro.

- Que... callado que está todo weon... - Murmuró con timidez, como si alzar la voz le asustara

Canadá lo miró extrañado, su habitación no era necesariamente ruidosa, pero el silencio no era muy raro... supuso que debía ser el nerviosismo de estar encerrados entre cuatro paredes al estar acostumbrados a pasear por el amplio bosque, el lugar debía quedarseles pequeño.

- En el bosque también estaba bastante silencioso ¿No? - Dijo con tranquilidad, tratando de calmar al chileno

- En el bosque escucho a mis plantas susurrar constantemente... - Explicó con incomodidad, cada vez hablando más bajo - El silencio es... raro... ¿Ustedes siempre escuchan las cosas así? - Preguntó con tono incrédulo

Pero poco pudo responder antes de que su atención se viera completamente atraida hacia México, quien se asomaba por el borde de su mesita de luz, observando hostil a su castor de peluche.

- ¿Qué es esa madre? - Soltó en un gruñido, mirando al objeto sin parpadear

- ¿Eh? Oh, es un... ugh ¿Cuál era la palabra?... ¡Peluche! - Dijo con calma

El mexicano se quedó unos momentos observando el objeto con desconfianza, como debatiéndose en qué tan peligroso era, lentamente alzó una de sus manos para golpearlo con fuerza y que saliera volando hacia el otro lado de la habitación, acto seguido fue corriéndo para quedar frente al chileno, como protegiéndolo de ese objeto del mal.

- Esa verga no es un animal real. - Escupió indignado

Canadá suspiró, se había acostumbrado a Argentina y su conocimiento aprendido de los humanos, o al menos su curiosidad alegre a las cosas que desconocía... había olvidado que los otros ninfos probablemente no eran así.

Fue hacia su castor de felpa y lo levantó del suelo resoplando para acomodarlo cuidadosamente una vez más sobre su mesita.
Cuando volvió a girarse se encontró a esos mismos ninfos, pero el aire nervioso había dejado de rodearlos para ahora verse sumidos en una melancolía extraña... descubrió pronto que sus ojos se posaban sobre su ventana, en donde había mantenido colgado el corazón de ramitas que Argentina le regaló tiempo atrás.
¿Tan fácil lo habían reconocido?

México fue el primero en saltar a su cama para ver el objeto más de cerca, acercando a sus manos pero no atreviendose a tocarlo, casi como si fuera un objeto sagrado.
Claro, si era el último recuerdo que tenía de su hermano perdido, entonces con razón tendría miedo de que se rompiera con el más simple roce.
Canadá se sorprendió al notar los ojos ámbar del mexicano cristalizarse en una culpable nostalgia mientras bajaba de la cama.

- ¿Que... debemos hacer para encontrar a Argentina? - Preguntó en tono triste, y Canadá juraría que era la primera vez que lo escuchaba hablar de una manera que no fuera agresiva

El canadiense pensó por momentos, realmente no tenía idea de dónde podían estar los dos países desaparecidos... USA y Australia tampoco sabrían, aunque ni tenía ganas de hablar con ellos de cualquier manera... no podía preguntarle a su padre tampoco y... no era como si pudiera confiar mucho en Francia.
Así que ¿Por donde empezar?
Quizá explorar la habitación de sus padres en búsqueda de alguna pista o...

- Canada? - Interrumpió sus pensamientos una voz sorpresiva

Al mismo tiempo tres cabezas se giraron hacia la puerta, dónde USA asomaba con los ojos bien abiertos en una expresión nerviosa.

Los ninfos (CanArg)Where stories live. Discover now