4 // Chocolatosamente listo

21 0 0
                                    

Hubiera querido decir que después de que mi padre me llamó y el teléfono consideró oportuno morir a causa de poca batería, me di media vuelta, tomé un taxi, desaparecí del mundo y nadie volvió a saber de mí.

Pero sería una vil mentira.

—¿Dónde demonios estabas? —acusó mi roomie, un fisgón y boquiflojo chico de apariencias exóticas. —. Incluso me preocupé por ti —añadió, mientras simplemente lo ignoraba y corría a conectar mi teléfono para recuperar batería. —. ¿Qué pasó para que no llegaras anoche?

—No es de tu incumbencia —expresé, ahora deshaciéndome de mi camiseta para poder darme una ducha rápida antes de prepararme para el infierno que serían estos días. 

—Oh, vamos, soy tu roomie, claro que es de mi incumbencia —lloriqueó, siguiéndome el paso hacia el baño con las manos juntas. —. O es que... no me digas, ¿acaso...? —comenzó, observándome de arriba a abajo con una mirada inquisitiva. 

—No me molestes, estoy cansado —corté con molestia, sacándolo de un empujón del baño para poder desnudarme con tranquilidad.
Ya tuve bastante testosterona por un día, demasiada diría yo. 

—¿Acaso estabas con un amor secreto? —justo en ese momento había encendido la regadera, pero tuve que apagarla al escuchar tal estupidez. ¿Realmente eso era lo único que se le podía venir a la mente. 
Bastante molesto, abrí la puerta cubriéndome esas partes con una toalla y lo observé, disponiéndome a abrir la bocota para protestar.

Pero me detuve. 
¿Por qué me detuve? 
Bueno, pues porque si era lo suficientemente listo, este imbécil podría salvarme un poco el pellejo.

—¿De qué... estás hablando? Eso es ridículo —comencé, dirigiendo mi vista a algún punto lejos de su cara para lograr concentrarme. —. Tsk, claro que es ridículo —noté de reojo la sonrisa maliciosa de mi compañero, sabiendo que había caído redondito.
Tremendo idiota.

—Mírate, estás nervioso y evitas mi mirada —anunció, ahora pasando por mi lado y caminando a mi alrededor, analizándome. —. Kōhī, Kōhī, y querido Kōhī, no puedes mentirle al maestro del engaño —comunicó con obviedad, y ciertamente le creía. —. ¿Sabes que los ojos no mienten porque son la ventana del alma? 

En ese momento mi cerebro creyó oportuno reanimar mi ánimo muerto, y se trasladó a aquel momento donde el semental de apellido Riordan estaba viéndome como si fuera una deliciosa barra de chocolate de la forma más obscena posible.
"Los ojos no mienten porque son la ventana del alma".
Esperaba que fuera... mentira. 

—¡Incluso te sonrojaste! —chilló con una perversa sonrisa, obligándome a voltearme hacia el espejo y contemplar mi rostro, el cual creo que jamás había visto tan colorado. —. Incluso siendo tan moreno... esa chica tiene que ser fuego —comentó melindrosamente, codeando mi costilla con una fuerza bruta que aborrecí.

—No sé de qué hablas, ya te dije, eso es ridículo —mascullé, con verdadera molestia ante el sonrojo. No en sí por el sonrojo, sino por la maldita causa de el. —. Realmente no estoy de humor para soportarte —bramé, empujándolo nuevamente hacia fuera y cerrando de un portazo, solo por precaución.

Me recosté de la puerta con vergüenza, pasándome una mano por mi cara rojiza con pesar. Me parecía inaudito tener que recurrir a estos métodos para librarme un poco de la paliza que me daría mi padre si se enteraba de que estuve en la cama de un gángster, a solas, con su ropa y en su casa. 
Era mejor hacerle creer a todos que tenía un "amorío secreto" con una "hermosa chica misteriosa", si todo el mundo caía en esa vil mentira, entonces mi reputación se limpiaría un poco, quizás incluso me dejarían en paz por mi color. 

// RIORDAN

—¿En serio le dijiste tal cosa? —reproché, frotando mi cien con recelo ante la declaración de mi camarada. —. Yasahiro, de por sí es bastante difícil ese chico como para que le menciones "indirectamente" mis actos del pasado. 

—No lo hice con mala intención —admitió distraídamente. —. Es que, normalmente y en casos así, acostumbras dejar a la gente en medio de la nada, con la batería al 5% y una linda amenaza de muerte —añadió con un dije de ironía. —. ¿Por qué con él es diferente?

—Creí que nuestro plan había quedado lo suficiente claro para todos, saben que odio repetir las cosas dos veces —objeté con neutralidad, observando como el hombre frente a mí se enderezaba y se disponía a observarme.

—Solo esperamos que este plan no nos cueste Los Jogai —replicó, observándome filosamente. —. Koi no ha regresado desde su discusión, y nadie aquí notó que hicieras algo al respecto —susurró, poniéndose de pie.

—Saben bien que todo empeoraría si me atreviera a buscarlo, Koi es como un niño, necesita estar solo para que el enojo se desvanezca —aclaré disgustado, sabiendo que tarde o temprano tendría que salir en búsqueda del susodicho si no se dignaba en regresar. 
Un punto negativo de ser el líder de una pandilla.

—Solo diré que toda la pandilla, sus casi 300 integrantes, están comenzando a impacientarse ante la inacción de su líder —admitió. —. Tú me encargaste la tarea de informarte de todo lo que sucediera dentro de nuestras filas, estoy cumpliendo mi cometido, y, Riordan —soltó un pesado suspiro. —. Ese moreno... todos empiezan a sentir curiosidad sobre él y si eso acaba convirtiéndose en anhelo... tendrá a toda la gente detrás, ¿eso quieres?

Me quedé en silencio, solo asintiendo ante su cuestionamiento.

—Lo tendré en cuenta —confesé, cerrando los ojos. —. Si Koi no regresa antes de las 5 p.m del lunes, entonces saldré a buscarlo por mi cuenta, mientras tanto, me encargaré de saciar la curiosidad de nuestros camaradas —añadí, haciendo una seña para que saliera en cuanto aceptó mis ordenes.

Kōhī Bushida. 
Ese nombre me estaba causando bastantes problemas desde hace un día, y no solo hablo de la pandilla en sí, hablo de mí.
Tengo una extraña sensación en el pecho, como... una frustración por no poder disfrutar tanto como me gustaría de ese maldito chico, con esas malditas curvas perfectas, con ese maldito cuerpo virgen y sensible. 

Una cosa era segura, y esa cosa era que definitivamente tenía que llevarme esa barra de chocolate amargo a mi cama, y que definitivamente no sería una tarea sencilla.
Él es terco y testarudo, indomable, necesitado de una buena mano dura que lo complazca y lo someta. 

Y ése, sería yo.

Baikā Vagary ⚣︎जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें