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Se rindió, después de mucha insistencia saco su celular, estuvo casi quince minutos buscando en redes, pero solo encontraba páginas de fans

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Se rindió, después de mucha insistencia saco su celular, estuvo casi quince minutos buscando en redes, pero solo encontraba páginas de fans. Eliot era un empresario, tenía muchos hoteles y aeropuertos regados por todo el país y el mundo. Aun así, no había mucha información de él, era totalmente ajeno a lo que conocían como alguien famoso y sus pocas fotos eran de él en la calle, él en un restaurante o él en alguna portada de economía. No era famoso, pero era demasiado atractivo. Lo suficiente para tener muchos grupos de seguidoras que utilizan las mismas fotos.

Había una en específico que provoco que el corazón de Emily tuviera que bombear más de lo normal. Se veía mucho más joven. No es que Eliot fuese viejo, pero se notaba que la foto era vieja. Estaba sentado con su rostro acostado sobre la mesa de un bar, estirando su brazo mientras el otro estaba recogido en su pecho, su cabello oscuro caía formando pequeños rizos y tenía una chaqueta negra de cuero con un logo que no lograba reconocer. Frente a él estaban otros dos chicos, un rubio muy lindo junto a dos chicas, una de cabello blanco larguísimo y una morena de cabello rizado que se veía más pequeña que los otros cuatro. Ellas tenían la misma chaqueta, mientras que el rubio tenía algo que parecía un uniforme.

Al final, termino pasándole su celular a Milán, sus ojos se abrieron mucho cuando vio la foto de alguna revista.

—Si fuera gay te juro que me lo cojo Emily, estás saliendo con un tipo de dios —ese comentario la hizo escupir un poco del café que por muy poco se va por sus fosas nasales, en especial porque Milán no era el tipo de persona que soltaba algo así.

—Te quito lo hetero en un santiamén, disculpa —Agarro algunas servilletas sobre la mesa para limpiar el café, no quería molestar más a la mesera.

La mesera los miro con desprecio, eran casi las dos de la tarde y llevaban ahí metidos desde las ocho de la mañana. Se notaban sus ganas por correrlos. Además, no era la misma chica del otro día, la que los atendió cuando estaba en su pequeña reunión con Eliot.

Cuando la dejo en la puerta de su casa, Emily no podía sacarse de la cabeza como la miraba y mucho menos el creer que había firmado un contrato para alquilar su vientre a un desconocido que le pareció muy amable y con dinero que le solucionarlo la vida por un tiempo a cambio de pasar todo a lo que siempre le tuvo miedo. Era la más pequeña de cinco hermanos, del matrimonio de sus padres y uno aparte del segundo matrimonio de su padre, había crecido con la idea de que su madre y madrastra eran insoportables durante los embarazos y Emily ya se consideraba dramática, imaginarse con las hormonas volando más de lo usual le aterraba en especial porque ya era muy hiriente con sus hermanos, aunque había decidido no contar nada sobre el asunto hasta el día en que agonice en una cama. Sobre la demanda estaba tranquila, Milán era un excelente abogado y, ese descuido era razón suficiente para hundirlos, desde ese accidente, paso días enteros acostados en su cama mirando al techo, preguntándose cuantos errores más habrían pasado para que alguien realmente los demandara como era debido. Esa fue su razón inicial para demandar, quería saber si esos errores eran frecuentes o intencionales, así que solo le quedaba esperar lo que dijese la policía.

Nunca había donado óvulos, ni siquiera había donado sangre. Por eso no le pareció extraño cuando los médicos la rodearon y examinaron cada rincón. Fue incómodo, pero no fue extraño, jamás había escuchado de ese tipo de donaciones hasta que Alex se lo propuso.

Por otro lado, Eliot le agradaba y se notaba que deseaba ese niño con una esperanza abismal. Una que no podía quitarle ahora que había dicho que sí.

Eran casi las cuatro cuando salieron de la cafetería, incluso saludo con la mano a la misma camarera que la atendió el otro día. Ella sonrió y siguió a su turno mientras la otra mujer salía. Milán reunió todo lo posible y toda la tarde estuvo mostrándole errores en esa clínica. El corazón se le hundió cuando se enteró de que, una diseñadora muy famosa, acudió a la misma clínica y le dieron todas las esperanzas del mundo. Ella y su esposo pasaron meses esperando algo que jamás llego y menos porque ninguno de los dos podía tener hijos.

Solo imaginar como esa esperanza se apagaba poco a poco la ponía muy triste por esa mujer y su esposo. Era extraño para Emily sentir tanto.

Camino hasta su casa, no escogió un lugar muy lejano, solo uno nuevo. La cafetería en la que estaba abierta hace muy poco, de hecho. Les dieron un cupón por ser de los primeros clientes. Sus ojos se abrieron cuando se encontró a Eliot sentado en las escaleras, la casa en la que vivía, casi se burló, pues la dueña de la casa aceptaba únicamente a personas extranjeras, era un tipo de apoyo enorme en lo que arreglaba sus papeles y lo seguía siendo para las personas a las que rentaba. Cuando alguien del país se acercaba a su puerta negaba todo y no hablaba con nadie creyendo que podía meterse en problemas. Dios sabrá cuanto tiempo llevaba Eliot ahí sentado.

—Hola —sonrió, Eliot se levantó de inmediato cuando la escucho.

No pudo evitar una sonrisa mucho más grande cuando miro la bolsa que traía entre sus manos. La bolsa de papel tenía un logo de cigüeña, aunque faltaba mucho tiempo, pues estaba a punto de cumplir un mes.

—¿Te saco a patadas? —Eliot se encogió de hombros.

—Un poco de ambos. Trate de convencerla de que no era un policía, pero me cerró la puerta en la cara.

Cuando Emily comenzó a reír Eliot no dejo de mirarla, dudaba que un enamoramiento surgiera tan pronto, pero cuando sonreía le era difícil no sentirse flechado por el sonido, la forma en la que sus cejas se arqueaban y la forma de su boca.

—Vamos, entra —Movió el llavero frente a él, en cuanto abrió la puerta observo a la misma señora con una escoba entre las manos, fingiendo barrer. Lo miro con tanto desprecio que estuvo a punto de pedirle a Emily que hablaran en otro lugar.

Era una anciana, tenía una joroba enorme, piel canela y manchada, a duras penas se distinguía entre sus ojos y las bolsas que los cubrían casi por completo, sus trenzas colgaban de ambos lados con un cabello completamente blanco.

—Buenas tardes, él solo venía a dejarme algunas cosas.

—Emily Flor Ramírez —Regaño, bajando la escoba—, casi me das un infarto mujer.

Se disculpó de nuevo, cuando subieron las escaleras entrando a su habitación, Eliot pudo sentir la mirada de la anciana en su nuca, no dejo de sentirla hasta que ambos entraron con la puerta cerrada.

—Lindo nombre, Flor.

—Solo mi madre me llama así, David.

—¿Me buscaste en Google?

—Google no es tan específico con las fotos —blanqueo los ojos.

—Malditos grupos —ambos soltaron una pequeña risa antes de que Emily abriera la puerta de su habitación.

Observo su habitación. La pintura blanca, tenía una ventana que daba al parque atrás de la casa y a un pequeño callejón, todo en su habitación le recordaba a la decoración de una niña, tenía calcomanías pegadas en los marcos de las puertas y ventana; las mesas eran blancas un poco desgastadas y el resto era amarillo, las sabanas, las cortinas, los manteles. Todo era amarillo, tenía una bonita estantería con diez o quince libros, las plantas artificiales pasaban entre cada uno y caían alrededor.

—Es lindo, mucho amarillo.

—Me gusta el amarillo.

—¿De verdad? —su sarcasmo la hizo sonreír.

Hasta ese momento no había notado los hoyuelos que decoraban las mejillas de Eliot, nunca había conocido a otra persona aparte de Alex y su madre con unos hoyuelos tan profundos, no paro de examinarlo ni siquiera en las fotos. Era alto, musculoso, tenía unos pequeños rastros de barba, sus ojos eran azules y tenía el cabello rizado, aunque tratara de ocultarlo. No se veía viejo, pero sí un poco mayor. Se notaba la diferencia entre ambos, pero Emily no quería preguntarle su edad directamente.

—¿Vives sola?

—Viven otras cinco personas aquí.

—No, me refiero si alquilas con alguien. Novio, hermano... Novia.

Elevo sus cejas al escuchar lo último, negó con la cabeza lanzándose sobre su cama con tanta fuerza que Eliot sintió su estómago volcarse por completo cuando la vio, cerró los ojos unos segundos y cuando los abrió la chica lo miraba con una sonrisa de burla.

—Es un embarazo, no estoy enferma Eliot.

—¿Tu rutina será hacer esto? Darme esos sustos.

—Voy a cargar a tu niño por nueve meses, tengo el derecho de joderte la existencia hasta que nazca, Eliot Miller.

—Será una niña.

—¿Seguro?

—Claro que sí, demente.

—Pues yo digo que será niño, las madres saben cosas y yo sé que será varón —se quedó en silencio—. Como le pintes la habitación de azul.

—Será niña —reafirmó.

—Como le pintes la habitación de rosa.

Sus amenazas parecían serias, aunque el cerebro de Eliot lo proceso como un juego, después de la demanda hacia el hospital tenía más que claro: le valía tenerla de amiga que de enemiga. No vaya a ser que lo demandara por pintar la habitación de un color y con lo poco que conocía ganaría esa demanda por más absurda que fuese.

—La habitación es amarilla, calma bestia.

—El mejor color.

Le dio la razón.

Eliot se quedó de pie cuando llego a su casa, hablo con Emily por horas hasta que la enfermera de su hermana llamo para decirle que debía irse.

Se paralizó frente a la puerta blanca con rayones hechos con crayolas. Al abrir la puerta sintió como su corazón se hundía de nuevo al ver la habitación de su sobrina. Recordar que en octubre cambiaron su cuna por una cama sin barrotes porque se consideraba lo suficientemente grande para dormir sin ellos, a pesar de que se golpeó varias veces, quería dormir como el resto de sus amigos o niños que veía en las películas y, aunque Alice se lo prohibió él estaba armando la cama a escondidas. Las paredes eran de color rosa, tenía nubes mal dibujadas por toda la pared.

Su mejor amigo era un pintor muy famoso, él se comprometió a dibujar esas nubes, pero su vuelo se atrasó por las bajas temperaturas y no llego así que él fue quien las pinto. Quedaron horribles, pero ante los ojos de su sobrina eran preciosas. Tapar esas nubes con una pintura amarilla fue lo que más le dolió.

Recuerden avisar de cualquier error o falta ortográfica, por si no saben tengo dislexia, muchas veces se me complica mucho escribir pero trato de corregir lo mejor que puedo

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Recuerden avisar de cualquier error o falta ortográfica, por si no saben tengo dislexia, muchas veces se me complica mucho escribir pero trato de corregir lo mejor que puedo.
Para cualquier error pueden escribirme o comentar el párrafo o palabra y su error.

Gracias. 💛

A Las Flores Les Gusta El Silencio ✓ #PGP2024Where stories live. Discover now