Capítulo 11 | Un recuerdo del pasado...

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N/A: A partir de este capitulo al final encontraras una imagen ilustrativa del capítulo. ¡Espero te guste! 



Diez años atrás....

Kyra.

Los días transcurrían como un río de lodo, arrastrándome hacia un abismo de desesperación. Cada amanecer era un cruel recordatorio de mi soledad y dolor. 

Mi mente, una tormenta de autocompasión, me encerraba en una prisión de recuerdos amargos.

La llegada de mi madrastra, o más bien, la mujer que usurpó el lugar de mi madre, era una tortura silenciosa. Sus palabras amables, llenas de falsas promesas, solo avivaban el fuego de mi ira.

Al ver la bandeja vacía, sin rastro de comida, su mirada se llenaba de una falsa preocupación que me repugnaba. Su salida, anunciada por el eco de la puerta, me dejaba en un silencio sepulcral, una soledad que me consumía.

Nadie se atrevía a molestarme después de que mi padre se fuera, y mi madre biológica, por más que tratara de luchar con el mundo, no lo lograba y, no lo logró. Se terminó yendo como él.

Mi madre, otrora una mujer fuerte y vibrante, se había marchitado como una flor arrancada de raíz. La desaparición de mi padre la había sumido en un abismo de locura, una espiral de dolor que la llevó a su propia muerte.

Pretendería que nunca se fue, que posiblemente nunca estuvo con una de sus tantas conquistas y que, en cuanto entrara por la puerta seriamos la familia feliz que era fotografiada en las calles.

Aunque eso nunca paso, mi madre meses después continuaba pretendiendo que mi padre si estaba en casa. Tenía sus momentos de lucidez —como le llamaba yo—, mientras pasaba el tiempo conmigo.

Como había momentos buenos, existían aquellos que trataba de reprimir por completo; como aquellos en donde mi madre me culpaba de la desaparición de mi padre.

La culpa me atenazaba como una garra invisible. Sus últimas palabras, acusándome de la tragedia, resonaban en mi mente como un maldición eterna. La imagen de su rostro pálido y demacrado, lleno de rencor hacia mí, me perseguía en mis sueños

Con ello, los meses pasaron, la abuela llego a cuidar de su hija mientras que su hijo cuidaba de mí. Un rayo de luz en la oscuridad, me brindó un refugio temporal. Su cariño y apoyo me permitieron respirar un poco de aire fresco en medio de mi asfixiante tristeza.

— Hoy iremos de compras —decía ella con emoción siempre que entraba a la habitación—. Y no quiero un no como respuesta.

Me repelaba siempre cuando le sacaba una estúpida excusa como siempre, aunque siempre era la misma, ella la esquivaba de una u otra manera, pero, al final de día terminaba en el centro comercial con ella. Con un helado de chocolate con menta y una bolsa llena de ropa.

Las chicas de las tiendas siempre se mostraron amables con nosotras, y todo eso era gracias a que, aunque pareciera ridículo todos sabían de la situación familiar gracias a las noticias.

Sin embargo, la herida seguía abierta, sangrando sin cesar. La ira y el rencor se convirtieron en mis únicos compañeros, alimentando mi deseo de venganza.

A veces, las cosas solo simplemente suceden. Un día despiertas teniendo una familia completa, llena de alegría. Al día siguiente pierdes un padre, y meses después, a una madre.

La tristeza reinaba en la casa, días y días de tristeza me albergaron. Ella pasaba a verme, a ver si estaba bien, pero, aunque pretendía estarlo, nunca lo estuve.

Alguien De Nosotros Está MuertoWhere stories live. Discover now