Capítulo 17 - Confesión

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Y no... no me aguante, soy muy impaciente.

Cualquier otro hombre que estuviera a punto de declararse estaría temblando y con miedo y trataría de evitar a la chica hasta  que llegue el momento en que recaude valor para soltar todo lo que siente.

Pero yo tenía que ser, diferente del montón, otra vez...

En mi caso, si, estaba nervioso, la cité para hablar con ella después del servicio de jóvenes de hoy, pero...

~ Quería verla

¿Y no pude esperar 25 minutos más que son los minutos que le toma a ella llegar hasta la iglesia y verla ahí?

Pues no, no pude esperar más...

El no saber, ni tener una idea de cuál será su respuesta ante mi declaración es lo que me tiene muy ansioso e impaciente.

No soy de hacer estas cosas, no sé cómo empezar a hablarle del tema, como tocar el tema.

~ Dios mío, ayúdame

Frase que me lo repetía en mi mente cada 10 minutos.

Estuve orando muchísimo por esto, si es la voluntad de Dios se va a dar.

Llegué a su casa, sin avisar, cosa que nunca hice en ningún lado, ni siquiera en la casa Max, pero no es nuevo para mí que desde que conocí a Beatriz e salido de mi zona de confort e hice cosas que antes decía que nunca haría y de la misma forma dije y sentí cosas que... No sé, esta experiencia es nueva para mí.

Pero sea o no sea Beatriz la chica para mí, estoy feliz que sea ella, la que haya sacado luz, todo aquello que yo mantuve oculto y escondido, en mi.

Al tocar la puerta de su casa, una señora de ojos negros con cabello castaño recogido en un rodete, me recibió con una cálida sonrisa.

Me hizo pasar hasta la sala y fue a llamar a Beatriz, mientras yo quedé observando el lugar, intentando claro, por sobre todo, ocultar mi nerviosismo.

Ella llego y desde arriba logro verme y como siempre, típico de ella, siendo tan expresiva, no pudo disimular su cara de asombro al verme.

~ Está Preciosa

Le regale una sonrisa y con una señal de manos le invite a qué bajara.

Sentía de paso la mirada de su madre mirandome de pies a cabeza cada tanto, cosa que me incomodaba, pero mi intención era que ella me conociera también, así que trate de actuar normalmente.

- ¿Tu no eras el pianista de la iglesia? - me habló finalmente su madre.

- Lo soy, mi nombre es Axel, un gusto - respondí enseguida

- Mi nombre es Amalia, un gusto poder conocerte - asentí gentilmente ante su saludo.

- Se nos va hacer tarde mamá, nos vemos - Beatriz con un beso en la mejilla se despidió de su madre.

- Espero verte pronto Axel - dijo la señora Amalia tras nosotros.

- Así será, nos vemos.

A pesar de ser la primera vez que hablo con ella, no la sentí muy fría ni desconfiada, me alegra y me tranquiliza saber que al menos le di una buena primera impresión.

Comenzamos a caminar uno al lado del otro a pasos tranquilos, camino a nuestra querida iglesia.

- ¿Y tú moto? - me habló Beatriz

- En mi casa, si la traigo no querrás subirte conmigo.

- ¿Pero porque prefieres caminar teniendo moto?

Mi dulce PropósitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora