Cap. 38

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se situó justo dentro del vano de la puerta y miró a su alrededor. Y
entonces se quedó helado de terror...

¡Allí, en la silla, con sus largas piernas estiradas y cruzadas a la altura de los tobillos, estaba, echado, el nuevo marido de su madre!

Y Taehyung estaba justo enfrente de él, con sólo un camisón azul un poco corto dado a que había crecido y ya no le quedaba igual, pero nunca se desearía de él, es uno de sus favoritos. El corazón le latía al ritmo enloquecido de una melodía de pánico, esperando que le diese un grito, preguntándole quién era y qué diablos hacía en su dormitorio sin que nadie lo hubiese llamado.

Pero no dijo nada. Llevaba esmoquin negro, y la camisa era rosa, con un reborde de volantes negros a lo largo de la botonadura. No gritó, no preguntó, pues estaba dormido. Casi dio media vuelta y echó a correr, por temor a que se despertase y lo viera.
Pero la curiosidad pudo con su terror.

De puntillas se acercó más, para verle bien. Taehyung se atrevió a acercarse tanto que habría podido alargar la mano y tocarle. Tan cerca que habría podido, de habérselo propuesto, meterle la mano en el bolsillo y robarle. Pero el robo era lo que menos le pasaba por la mente en aquel momento, mirando su bello rostro
dormido. Se asombró de ver lo que saltaba a la vista ahora que estaba tan cerca del amado Bart de su madre.

Le había visto a distancia bastantes
veces: La primera, la noche de la fiesta
de Navidad, y luego, otra vez, cuando estaba allá abajo, cerca de las escaleras, con un abrigo en la mano para que su madre se lo pusiera. La besó entonces en la nuca, y también detrás de las orejas, murmurándole algo que la hizo sonreír, mientras él, con gran ternura, la apretaba contra su pecho; luego los dos salieron.Sí, sí.

Taehyung había visto y oído muchas cosas sobre él, sabía dónde vivían sus hermanas, y dónde había nacido, y dónde había ido al colegio, pero nada le había indicado lo que iba a descubrir ahora con sus propios ojos.

Madre, ¿cómo fuiste capaz? ¡Debiera darte vergüenza! Pensaba Taehyung. Este hombre es más joven que ella. ¡Algunos años más joven! Eso no se los había contado. Era un secreto. ¡Y qué bien sabía ella guardar los secretos importantes! Y no era de extrañar que le quisiera tanto, que le adorase, porque era ese tipo de hombres que cualquier mujer desea. Bastaba con verle así, tan indiferentemente echado sobre la silla.

Taehyung se dijo que era tan tierno como apasionado haciendo el amor con ella. Él quería odiar al hombre a quien veía así, dormido sobre la silla, pero, no sabía por qué razón, no le fue posible. Hasta dormido le gustaba, y hacía latir más rápidamente su
corazón.

Bartholomew Winslow, sonrió en sueños, inocentemente, respondiendo de manera inconsciente a su admiración. Era abogado, uno de esos hombres que lo sabían todo. Como los médicos, como Jungkook. Ciertamente tenía que estar viendo, y sintiendo, algo excepcionalmente agradable. ¿Qué estaría pasando detrás de aquellos ojos? Se preguntó,
también, si sus ojos eran azules o pardos. Su cabeza era larga y fina, su cuerpo esbelto, duro y musculoso. Junto a los labios tenía una honda hendidura, que parecía como un hoyuelo vertical estirado para jugar al escondite, porque se movía con sus sonrisas vagas y soñolientas. Llevaba un anillo de boda ancho y con relieve, y, naturalmente, Taehyung reconoció en él el gemelo del que llevaba su madre. En el dedo índice de su mano derecha llevaba un anillo con un
diamante grande y cuadrado que brillaba hasta cuando había poca luz. En un dedo pequeño llevaba un anillo de hermandad. Sus largos dedos tenían uñas cortadas, cuadradas y tan pulidas que relucían tanto como las de Taehyung. Se acordó de cuando su madre solía pulir las uñas de su padre, al tiempo que los dos se miraban juguetones.

Era alto... Eso ya lo sabía. Y de todo lo que tenía que a Taehyung le gustaba, lo que más le intrigaba eran sus labios sensuales. Tenía una boca bellamente formada, labios sensuales que, sin duda, besaban a su madre... en todas partes. Aquel libro de placeres sensuales le había enseñado mucho sobre lo que los mayores daban y tomaban cuando estaban desnudos.

𝑭𝒍𝒐𝒓𝒆𝒔 𝒆𝒏 𝒆𝒍 á𝒕𝒊𝒄𝒐 Where stories live. Discover now