Cap. 35

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Los ojos azules de Jungkook se volvieron duros, helados,
inquietos, angustiados. Con dedos temblorosos comenzó a desabotonarle la chaqueta, para poder abrirla y mirarle la herida - Dios mío... - murmuró; luego lanzó un suave silbido de alivio - ¡Vaya, menos mal!
Tenía miedo de que fuese una herida, una herida profunda habría sido seria, pero se trata solamente de un corte largo, Tae. Feo, y estás perdiendo mucha sangre. Bueno, ahora no te muevas, sigue donde estás, que voy corriendo al baño por medicinas y vendas.

Jungkook le besó en la mejilla antes de ponerse en pie de un salto y lanzarse como un loco hacia la escalera, mientras Taehyung se quedaba pensando que hubiera podido ir con él y ahorrar tiempo. Pero los gemelos estaban abajo, y habrían visto la sangre, y en cuanto veían sangre se
asustaban muchísimo y empezaban a gritar.

A los pocos minutos, Jungkook estaba de vuelta con el botiquín de urgencia. Se arrodilló junto a Taehyung, con las manos relucientes aún de habérselas lavado y frotando bien. Tenía demasiada prisa para secárselas debidamente

Taehyung estaba fascinado, viendo cómo sabía exactamente lo que había que hacer. Primero dobló una toalla gruesa y la usó para apretar mucho la larga cortadura. Con aspecto muy
serio y dedicado tenía los ojos fijos en ella comprobando cada pocos minutos si se había cortado la sangre.

Cuando cesó la hemorragia, le aplicó antiséptico que escocía como si fuese fuego, y dolía más que la misma herida.

- Ya sé que escuece, Tae..., eso no se puede evitar, tengo que ponértelo para evitar la infección, pero es posible que no te deje cicatriz permanente. Espero que no; sería bonito poder pasarse la vida entera sin cortarse nunca el envoltorio perfecto con que nacemos. Y fíjate, tuve que ser el que primero que te cortase la piel. Si hubieras muerto por culpa mía, y hubieses muerto de haber estado las tijeras inclinadas de otra manera, también yo habría
querido morir.

Jungkook terminó de jugar a los médicos, y se puso a enrollar limpiamente la gasa que quedaba
antes de guardarla de nuevo en su envoltorio de papel azul, y luego todo ello en una caja. Guardó también el esparadrapo y cerró el botiquín.
Inclinándose sobre Taehyung, con su rostro fijo en el suyo, sus ojos serenos eran penetrantes, preocupados, intensos. Sus ojos azules eran como los de todos ellos, sin embargo, en
aquel día lluvioso, reflejaban los colores de las flores de papel, transformándose en límpidos
charcos oscuros de iridiscencia.

Taehyung sintió que se le obstruía la garganta preguntándose dónde estaba aquel muchacho al que solía conocer, dónde estaba aquel hermano suyo, y quién era, en cambio, este muchacho de patillas rubias, que le miraba tan largamente a los ojos.

Con esa mirada sólo le tenía como aprisionado. Y más fuerte que cualquier dolor que hubiera sentido hasta entonces, era el que me causaba el sufrimiento que veía en el cambiante caleidoscopio, iluminado con los colores del arco iris, que veía en sus ojos atormentados.

- Jungkook - murmuró Taehyung, sintiéndose irreal - no pongas esa cara, no fue culpa tuya - le tomó el rostro con ambas manos, y luego llevó su cabeza contra su pecho, como había visto hacer a su madre - No es más que un arañazo (aunque dolía muchísimo), y no lo hiciste a
propósito.

Carraspeó, roncamente:
- ¿Por qué te echaste a correr? Como echaste a correr, tuve yo que perseguirte, y, además, estaba bromeando, no te hubiese cortado un solo pelo, era por hacer algo, por
divertirme. Y te equivocaste cuando dijiste que pienso que tienes el pelo bonito. Es más que bonito. Creo que vas a tener la cabellera más espléndida del mundo.

Un cuchillo se hincó en el corazón de Taehyung, mientras Jungkook levantaba la cabeza justamente el tiempo necesario para abrir la  cabellera de Taehyung como un abanico y cubrir con ella sus hombros desnudos.

𝑭𝒍𝒐𝒓𝒆𝒔 𝒆𝒏 𝒆𝒍 á𝒕𝒊𝒄𝒐 Where stories live. Discover now