Cap. 34

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Todos y cada uno de los diez días que pasaron hasta la siguiente visita de su madre, Jungkook y Taehyung pasaban horas enteras preguntándose por qué se habría ido a pasar tanto tiempo en Europa y, sobre todo, ¿cuál era la gran noticia que tenía que darles?

Aquellos diez días a ellos les parecieron otra manera de castigarlos. Porque era un verdadero castigo, y les dolía saber que estaba en la misma casa, y que, a pesar de todo, era capaz de olvidarse de ellos, y apartarlos de sí, como si fuéran ratones que estaban en el ático.

De manera que cuando, por fin, reapareció, estában muy contritos y temerosos de que no volviera nunca más si Jungkook y Taehyung mostrában más hostilidad y repetían que les sacara de allí. Se estuvieron callados, tímidos, aceptando su destino. Porque, ¿qué harían si no
volvía nunca más? No podían escapar con la escala de sábanas rotas, sobre todo cuando los gemelos se ponían histéricos perdidos sólo porque querían sacarlos al tejado. En fin, que sonreían a su madre y nadie pronunció una sola palabra de queja. No preguntaron por qué los había castigado dejándolos sin verla diez días, cuando ya había estado ausente meses. Aceptáron lo que estuviera dispuesta a darles, y éran, como ella
misma les había dicho que había acabado aprendiendo a ser para con su padre, niños sumisos, obedientes y pasivos. Y, más todavía, era así como ella los quería. Volvían a ser de nuevo sus «queridines», dulces, amantes, suyos.

Cómo eran tan buenos, tan dulces, encontrában tan bien todo lo que hacía, le tenían tanto respeto, y, al parecer, mostrában también tanta fe en ella, fue ese el momento que escogió para darles su gran noticia.

- ¡Queridines, alegrense conmigo! ¡No saben lo feliz que soy! - rompió a reír, y dio una vuelta, apretándose los brazos contra el pecho, amando su propio cuerpo, o tal me pareció a Taehyung - ¡Adivina lo que ha pasado, anda, venga, adivinalo! - Jungkook y Taehyung se miraron.

- Ha muerto el abuelo - dijo Jungkook, cautamente, mientras a Taehyung el corazón le hacía piruetas, preparándose para dar el salto de verdad si era ésa la gran noticia.

- ¡No! - replicó ella, tajante, como si su felicidad hubiera sufrido un pequeño descenso.

- Lo han llevado al hospital - insinuó Taehyung entonces, buscando lo mejor que pudiera haber después de aquello.

- No, ahora ya no le odio como antes; de modo que no vendría a veros tan alegre por su muerte.

- Bueno, ¿por qué no nos das entonces la gran noticia? - dijo Taehyung, sin gran entusiasmo - Nosotros no podemos adivinarlo, porque ya no sabemos mucho sobre tu vida.

Ella hizo caso omiso de lo que estaba dando a entender, y siguió, arrebatada mente - La razón de que haya estado fuera tanto tiempo y lo que encontré tan difícil de
explicaros, es que me he casado con un hombre maravilloso, un abogado que se llama Bart Winslow. Ya verán lo que les va a gustar, y lo que le gustarán ustedes a él. Tiene el pelo
oscuro, y es guapísimo, alto y atlético. Y le gusta esquiar, como a ti, Jungkook, y le gusta jugar al tenis, y es inteligentísimo, como tu queridín - y al decir esto miraba a Jungkook,
naturalmente - Es encantador y a todo el mundo le cae bien, hasta a mi padre. Y fuimos a Europa de luna de miel, y los regalos que os traje son todos de Inglaterra, de Francia, de
España o de Italia - Y siguió así, sin detenerse hablándoles con entusiasmo de su nuevo marido, mientras Jungkook y Taehyung la escuchaban, sentados y en silencio.

Desde la noche de la fiesta de Navidad, Jungkook y Taehyung habían hablado de sus sospechas muchas veces, porque, por pequeños que fuéran entonces, tenían el
suficiente sentido común para darse cuenta de que una mujer joven y bella como su madre no era probable que se quedase viuda mucho tiempo. Pero, a pesar de todo, pasaron casi dos años sin boda, y eso les había hecho pensar que el hombre apuesto y de pelo oscuro y el gran bigote no tenía verdadera importancia para su madre, era un capricho pasajero, un
pretendiente como tantos otros. Y en lo hondo de sus ingenuos corazones llegaban a convencerse de que su madre iba a ser fiel para siempre, siempre dedicada a la memoria de su padre muerto, su padre rubio y de ojos azules, como un dios griego, a quien ella había tenido que amar locamente para hacer por él lo que había hecho: casarse con un
pariente tan cercano.

𝑭𝒍𝒐𝒓𝒆𝒔 𝒆𝒏 𝒆𝒍 á𝒕𝒊𝒄𝒐 Where stories live. Discover now