Capítulo 40

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Cami

Desperté en una habitación grande y espaciosa de paredes blancas. No tenía idea de donde estaba pero el lugar me resultaba vagamente familiar, las persianas estaban abiertas así que tuve que parpadear un par de veces para que mis ojos se acostumbraran a la luz. Todo se encontraba tan silencioso que solo podía escuchar mi respiración y el de la persona que estaba sentada a un lado de la camilla, se puso de pie tan pronto me vio con los ojos abiertos.

—Gracias a Dios. —sus brazos me envolvieron y enterró su cabeza en la curva de mi cuello soltando lágrimas. — ¿Cómo te sientes?

Como si me hubieran dado la paliza de mi vida y después arrojado a una trituradora para moler cada uno de mis huesos, las sienes me palpitaban y estaba segura que si me movía un solo centímetro el cuerpo se me caería a pedazos, pero tenía miedo de preguntar por qué.

— ¿Recuerdas algo de lo que sucedió? ¿Sabes cómo es que terminaste en el hospital?

— ¿Hospital? —mi voz sonaba muy débil.

Carolina acarició mi mejilla con delicadeza, podía ver medias lunas bajo sus ojos y eso no podía ser una buena señal.

— ¿Qué pasó?

—Tuviste un accidente. —murmuró con un hilo de voz.

Imágenes aparecieron en mi mente, pequeños destellos de recuerdos comenzaron a tomar forma... mamá y yo estábamos de camino a la estación de policía, estábamos hablando sobre lo que cenaríamos aquella noche y lo siguiente que recuerdo es que un auto nos impactó desde el lado derecho causando que mamá se estrellara contra otro vehículo, el auto dio vueltas y pude distinguir tenuemente a mi madre gritando que me sostuviera pero sentí mi cabeza estrellarse contra la ventanilla, luego de eso todo se nublo.

Los ojos se me nublaron, bajé la vista a mi cuerpo magullado, tenía el brazo derecho enyesado, vendas cubriéndome el abdomen, la pierna derecha envuelta con vendas, se me aceleró el corazón y lo supe porque una de las maquinas que estaba al lado de la camilla comenzó a sonar frenéticamente.

—Cami, tranquila, todo está bien.

— ¿Dónde está mamá?

Su rostro cambió y el alma se me cayó a los pies.

No, no, no.

— ¡¿Dónde está?! —grite arrancándome los cables del cuerpo.

Inmediatamente dos enfermeras entraron a la habitación alarmadas.

—Cielo, tranquila, respira... —sugería una de ellas pero yo no podía tranquilizarme en absoluto. —Se que despertar después de un accidente es aterrador, pero...

—Cami... por favor. —mi hermana sacudió su cabeza.

—Dime que está bien.

Es todo lo que pido.

—Sigue en cirugía, han estado así durante dos horas. —dijo

Cerré los ojos. Cada parte de mi cuerpo dolía a causa del accidente, pero escuchar aquello me desgarró el alma.

—Estará bien, tiene que estarlo. —tomó mi mano. —No pude dejarnos solas, no puede.

Fue entonces que me di cuenta que no era la única que sufría por la noticia, al mirar a mi hermana mayor me di cuenta que era lo único que me quedaba y que me aferraría a mi pequeña familia tanto como pudiese.

Hice que me soltara para rodearla con mi brazo que no se había llevado la peor parte, ella sollozó y trate de hacerla sentir mejor. Si una de las dos tenía que ser fuerte, esa sería yo.

¡Siempre Nuestro! (+18)Where stories live. Discover now