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Mientras estaba atrapado en un atasco, Jungkook había recibido por fin el mensaje que había estado esperando.

Por suerte conocía bien las callejuelas de Atenas, porque en su juventud había tenido que aprender a sobrevivir en ellas valiéndose de su ingenio. Una opción preferible mil veces que vivir con su abuela, resentida por tener que cargar con un nieto bastardo, y con su tío borracho, que lo maltrataba.

Aunque era probable que le cayese alguna multa por conducir demasiado deprisa, le llevó menos de media hora llegar al hospital. Entró por el pabellón de urgencias y una de las recepcionistas le dijo que avisaría al médico y le pidió que esperara. Insung había estado tres días en un coma inducido después de que hubieran logrado resucitarlo tras un paro cardíaco.

El día anterior, como era lo más parecido a un amigo o familiar que tenía el anciano, había estado presente cuando le habían retirado los medicamentos que lo mantenían en coma. Y, a pesar de las advertencias del médico de que cabía la posibilidad de que no llegara a despertar, él no había perdido la fe en que sí lo haría. Cuando apareció el médico, se saludaron con un apretón de manos y Jungkook apretó la mandíbula y esperó expectante a escuchar lo que tuviera que decirle.

–El señor Min ha despertado y le hemos retirado la respiración asistida –comenzó el hombre con cautela.

Impaciente por esa información a cuentagotas, Jungkook, que se temía lo peor, lo cortó y le espetó: –Mire, hábleme sin rodeos.

–Está bien. No parece que haya problema con sus capacidades cognitivas y su comportamiento es normal.

Jungkook respiró aliviado. Una incapacidad intelectual habría sido la peor pesadilla de Insung, y también la suya.

–Normal, suponiendo que antes de ingresar ya fuera bastante... mandón y quisquilloso –añadió el médico con sorna. Una sonrisa asomó a los labios de Jungkook, relajando sus apuestas facciones.

–Sí, bueno, está acostumbrado a ser el que da las órdenes. ¿Puedo verlo?

El cardiólogo asintió.

–Está estable, pero confío en que comprenda que es pronto para decir que está fuera de peligro –le advirtió.

–Lo entiendo. – Bien. Venga por aquí.

Habían trasladado a Insung de la unidad de cuidados intensivos a una habitación individual. Jungkook lo encontró incorporado, apoyado en un par de almohadones. Aunque tenía mala cara, su voz sonaba fuerte y clara. Jungkook se quedó un momento en el umbral de la puerta, con una sonrisa divertida en los labios ante la escena que se estaba desarrollando ante él.

–¿Es que no sabe lo que son los derechos humanos? ¡Haré que la despidan! –le estaba gritando el anciano a la enfermera–. ¡Quiero mi maldito teléfono!

La mujer parecía muy calmada, a pesar de las exigencias y amenazas de Insung.

– No estoy autorizada para hacer eso, señor Min.

–Pues haga que venga alguien autorizado para tomar esas decisiones o... – al ver a Jungkook, Insung no terminó la frase y lo instó diciendo–: ¡Gracias a Dios! Anda, déjame tu móvil. Y una copa de brandy tampoco me vendría mal.

–Me temo que lo he extraviado –mintió Jungkook.

El anciano resopló.

–¡Esto es una conspiración contra mí! –gruñó–. Bueno, pues siéntate. No te quedes ahí plantado, o me entrará tortícolis de levantar la cabeza para mirarte.

Mientras la enfermera salía, Jungkook tomó asiento en el sillón situado junto a la cama y estiró las piernas frente a sí, cruzando un tobillo sobre el otro.

Amor Griego - KookgiWhere stories live. Discover now