MI PROPIA GUERRA

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- Te he traído comida.

Otro día más allí encerrada y, con este ya hacen tres. Parece que ya comienza a entender la nueva rutina.

Lion llega a medio día con la comida, solo unos trozos duros de pan y algo de beber. Le desata las manos e inmediatamente le apunta con un arma, y habla con ella durante una hora, normalmente recordándole lo inútil e inservible que es.

La primera vez que aquel frío cañón la apuntó, creyó que se moriría ahí mismo. Su corazón latía con prisa y todo color se escapó de su rostro. "Medidas de seguridad" le dijo el león.

Ahora cuando la apunta, como en estos momentos. Solo siente rabia. Rabia de dejarse tratar así a pesar de todo.

- Déjame adivinar.- Juega de nuevo Lion con ella.- Te fue infiel.

Willow no contesta, se dedica a seguir mordisqueando ese trozo de pan.

- No, eso no es.- El hombre finge pensar llevándose la mano a la barbilla.- Ya se. Se aburrió de ti.

Y aunque la coneja trata de no mostrar sus sentimientos la afirmación le duele.

- Se aburrió de ser el guardaespaldas de una coneja. De ir de lado a lado cuidando de que no se haga daño con el viento una indefensa y débil coneja.

Willow salta de la silla como si esas palabras hubiesen apretado alguna especie de botón. Justamente las palabras que le dijo el lobo hace tres noches.

Sin embargo el sonido del seguro de la pistola la detiene de cometer cualquier locura.

Con odio y enfado mira a Lion directamente a los ojos, como hacia días no hacia, queriendo expresar lo mucho que le odia. Lo cansada que está de que le llamen débil cuando no lo es.

Lion frunce el ceño ante la rebeldía repentina de la coneja, después de tres días que parecía deprimida. Para alguien, según él, inferior, el comportamiento es inaceptable.

- Sientate. Ahora.- Amenaza el hombre apuntandole directamente a la cabeza.

Willow lo hace pero sin apartar la mirada, decidiendo, por fin, hacer algo al respecto. Mostrarle a todos que es capaz de hacer una tierna conejita.

- Debes superarlo ya, Willow.- Sonríe siniestro el rubio.- No vas a volver a verlo. Habeis perdido.

El león no tarda en marcharse de la celda, después de volver a atarle fuerte las muñecas que ya tienen unas marcas moradas. Cuando Willow se cerciora de que ha desaparecido del humedo lugar comienza a concentrarse.

- ¿Que haces?

La ya conocida voz que le ha estado acompañando estos días se hace de nuevo presente. La voz sin rostro, la voz sin nombre. A veces se ha parado a pensar que es solo parte de su imaginación. Que se está volviendo loca.

- Voy a salir de aquí.

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El cielo está oscuro. El sonido de un buho rompe el silencio y, también, los pasos seguros de un gran lobo negro que parece tantear el terreno. El bosque observa la escena cuando el enorme animal para frente a una figura encapuchada que mira a su alrededor algo temerosa.

- ¿Orión?

Solo ahce falta unos segundos para que el lobo se convierta en hombre frente al desconocido. Casi tiembla bajo su mirada. Sus ojeras han empeorado, su gesto es más salvaje y su voz suena más grave.

- ¿Tienes la información? - Va directo al grano no queriendo perder ni un segundo.

No puede evitar pensar que cada minuto puede ser crucial para recuperar a su coneja. Se ha vuelto paranoico y tiene pesadillas en las que aparece su Willow pidiendole una ayuda que él no le puede ofrecer. Tan cerca y a la vez tan lejos que lo tortura. 

- Me he arriesgado demasiado.- Se queja el otro hombre moviendo nervoso las manos.- Han extremado las precauciones desde el secuestro y ni siquiera me dejan acercarme.

- ¿Eso signidica que no tienes nada?- Casi gruñe Orión dispuesto a atacar por la incompetencia.

- ¡No! - Casi por impulso el contacto del lobo da un paso atrás asustado.- Se donde están, tengo la localización de la Cueva.

Por fin buenas noticias. Orión casi suspira aliviado.

- Y hay más.- Sonríe el hombre.- Ahí es donde Lion tiene su guarida. Por lo cual también es donde guarda los documentos que necesitamos para derrivar su imperio.

Los documentos. Orión casi lo había olvidado, porque ya no le importan. Su prioridad absoluta es y siempre será la conejita y no piensa volver a casa sin ella.

- Llamaré a mis hombres. Nos llevarás hasta ellos en cuanto salga el sol.

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Por fin Willow sonríe cuando siente que lo ha conseguido. Ese familiar escalofrío seguido de la dolorosa sensación de sus huesos cambiando de forma.

Que no la tomarán en serio, que no pudiesen pensar que es capáz de hacer algo, por primera vez ha sido una ventaja. Los inútiles no pensaron que estas celdas están hechas para contener a los carnívoros. Pero jamás a un animal tan pequeño.

La conejita sacude su pelaje claro acostumbrandose a su característica forma animal y deshaciendose de las cuerdas que caen marcando su libertad. Hacía mucho que no se transformaba. 

"No es seguro" Le dicen siempre sus padres.

Gracioso que ahora mismo se ha convertido en su salvación.

No más esperar a un principe azul. La chica piensa salir de aquí cueste lo que cueste.

Con pequeños brincos Willow llega hasta los gruesos barrotes de la celda y, efectivamente, con un poco de esfuerzo puede salir entre ellos. Su pequeña nariz se mueve de felicidad al verse al otro lado.

Con prisa, queriendo huír antes de que se den cuenta de su ausencia, comienza a correr hacia unas escaleras que le llevarán al piso superior.

Pero algo la hace detenerse. Unas manos que agarran las rejas de una celda cercana a la suya. 

A pesar de que está oscuro puede distinguir a alguien en su interior, con la vista gacha y el cuerpo huesudo y en baja forma. Casi como si comenzase a ser parte de aquel oscuro lugar.

Willow puede ver el brillo de unas llaves en el comienzo del pasillo. Las reconoce de todas esas veces que Lion abrío su puerta. No lo piensa demasiado.

- ¿Quien anda ahí?

La voz sin nombre es de aquel hombre que mira a su alrededor al oir los pequeños pasos de la coneja y el tintineo del metal.

Tiene prisa, y se arriesga al hacerlo, pero no es capaz de dejarlo ahí. Después de todo lo que han hablado estos días.

Willow se transforma frente a las narices del hombre y tapa su boca antes de que pueda exclamar de la impresión. Con los ojos deshorbitados el anonimo observa el bello rostro de la coneja que olió hace cuatro días y con la única que ha compartido tanto tiempo desde hace... una eternidad.

Con manos seguras Willow fuerza la cerradura e, intentando evitar el rechinar del metal, abre la puerta lo suficiente como para que salga el hombre de su interior.

Él parece dudar, casi como si fuese prohibido, como si fuese un mundo nuevo aquello que hay al otro lado de esa carcel.

- Dos de Junio.

- ¿Que?- Pregunta el hombre mirando a la coneja de nuevo.

- Hoy es dos de Junio de dos mil veintitrés. 

El hombre sonríe con canfianza a Willow y ella no puede evitar hacer lo mismo, cuando por fin se atreve a dar el paso hacia el exterior de la celda.

- Pues me parece un buen día para ser libre.

Las sonrisas complices lo dicen todo y, aunque ya no sean la voz de la consciencia del otro y sus caminos se separen al otro lado de ese pasillo, siempre tendrán un vinculo muy especial.


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Un lobo para la conejaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora