SIN OPCIONES

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Orión a penas puede ver. Solo rojo. Un rojo sangre como la que piensa derramar en ese lujoso despacho.

Se sorprendió al principio cuando sintió el olor de su conejita en la mansión. Había venido a hablar sobre unos documentos con Lion, y cuando siguió el dulce rastro hasta el despacho del candidato supo que algo iba muy muy mal.

Supongo que el vínculo de pareja también Le advirtió de alguna forma.

Pero nada le preparó para lo que le esperaba al otro lado de la puerta. Aquel imbecile tratando de marcar a SU pareja. Tratando de poner sus colmillos donde lo haría el lobo. En aquel fino y blanco cuello.

Su respiración es errática y pesada mientras observa la escena. Lion no puede evitar sentirse intimidado. Él no debería estar en la mansión. Pero ahí está, dispuesto a despedazarlo a él y a ese caro traje por poner las manos sobre la asustada chica.

Willow jamás ha visto a Orión de esa manera. Casi como un animal salvaje, luchando por no convertirse en su forma de lobo. Aguanta la respiración sin saber bien que va a pasar a continuación pero aliviada de la aparición de su pareja. Que de nuevo ha evitado su trágico destino.

- Espera fuera Willow.- La voz es tan ronca que tarda unos segundos en reconocerla. 

Orión no la mira, todavía centrado en el león que busca la confrontación con una sonrisa sádica y ladina. Dos fuertes carnívoros a punto de comenzár una guerra.

Aún asustada por lo vivido con Lion, Willow no lo piensa dos veces antes de escurrirse por uno de los laterales hacia la puerta, ahora rota. 

- Eres hombre muerto.- Gruñe Orión cuando al fin están solos. 

Él rubio trata de hacerse el indiferente, dando unos pasos detrás de su escritorio, marcando a posta una distancia entre él y las fauces del lobo. 

- Si lo fuera ya estarías en mi funeral. Pero no puedes hacer nada contra mí.

La soverbia con la que habla hace enfurecer aún más al pelinegro que, en solo dos zancadas, ya tiene a Lion agarrado por la pechera del traje, casi levitando del suelo. 

También Le calienta la sangre que tenga razón. Si asesinara a alguien con tanta buena fama, aunque falsa, como un candidato al gobierno sería su perdición. Toda la ciudad se le vendría encima.

Pero eso no le detiene para cobrar su venganza. Con fuerza aprieta más su cuello.

- Es mi pareja y, ni todo el poder del mundo podrá ocultarte en cuanto pueda atraparte.

Suena a más que una amenaza, suena a una promesa, y eso hace recorrer con un escalofrío al rubio que solo sonríe. Su orgullo se rompe en aquella posición y eso, para un león orgulloso, es un golpe bajo.

- Por supuesto da por roto nuestro pacto. Olvídate de mi apoyo en cualquier tipo de negocio.- Por fin lo suelta con desprecio y se dirige a la salida, sintiendo la necesidad de ver como está su pequeña Willow.

- Yo que tu no haría eso.- Dice con calma el león sacando de quicio a Orión que se detiene, aún dándole la espalda, a medio camino.- No tendré tu apoyo, pero tu no tendrás protección para tu ridícula manada. Sería una pena que alguien les atacara.

Eso si era una amenaza, un mensaje de guerra claro y conciso hacia él. Pero el lobo no va a dejarse llevar por sus provicaciones.

- Me gustaría ver como lo intentas.- Suelta casi en un gruñido. 

Y así se queda Lion, apoyado contra el escritorio. Seguro de querer deshacerse de ese lobo solitario salido del mismísimo infierno. Sobretodo ahora que ha estado tan cerca de aquella adictiva coneja.

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Willow mira sus manos temblorosas que reposan en su regazo. Sentada en una silla no muy lejos de la sala, cree haber escuchado la conversación, para nada amable, de los dos depredadores. Pero no puede centrarse, casi como si estuviese fuera de su cuerpo observando la escena en tercera persona.

Sus ojos se llenan de lágrimas de nuevo, enfadada con sigo misma por ser tan débil y fragil. Por no poder defenderse y por, por alguna razón, llamar la atención de psicópatas que solo quieren aprovecharse de ella.

Orión sale aún colérico de ese despacho tratando de buscar a su pareja, a la que no debió dejar ni por un segundo. 

Sus instintos asesinos se calman en cuanto la ve ahí sentada, en una sala de espera al inicio del pasillo. Su respiración se calma y su pulso se ralentiza, sobretodo al ver como la linda chica se pasa las manos por los ojos tratando de borrar los rastros de lágrimas. 

Se acerca a ella que sigue ajena a su presencia, o que no se atreve a mirarlo. Y Orión tiene miedo de haberla asustado, de haber sido muy duro con ella cuando trató de alejarla del infierno que pretendía desencadenar en ese despacho.

Se arrodilla a su lado, tratando de estar a su altura a pesar de la diferencia y, con manos cálidas borra los regueros que aún bajan por sus rosadas mejillas. Le parte el alma ver el dolor reflejado en sus claros ojos, casi como si fuera suyo.

- Lo siento Orión yo...

De nuevo esa mala manía que le obliga a disculparte por cosas que ni siquiera son su culpa. 

Ese tic producto de sus inseguridades enfada a Orión aunque pacientemente la calla con un suave beso. No es rudo si no dulce y ayuda a Willow a relajarse de inmediato.

Se quedan así, fundidos en un abrazo cálido el tiempo suficiente como para que sus corazones se sincronicen.

Sin pacto. Eso por lo que tanto trabajó. Ahora es cierto que no tiene la protección de nadie más que su propia fuerza. Su pequeña manada corre peligro desde este preciso momento. Sin embargo no se arrepiente de nada. Está claro que ese león tramposo sólo miente con su política y que llegase al poder sería un verdadero error. 

Y él va hacer de todo para evitarlo. 

Pero de momento debe volver a su rincón del bosque. Donde pueda proteger a sus compañeros de los ataques prometidos por Lion. 

Debe avisar a Archer y llevarse a Willow. Ella tampoco está segura ya en la ciudad, sobretodo si él no se puede quedar.

Willow escucha a Orión realizar algunas llamadas mientras avanzan con prisa hacia la salida, aún un poco desorientada con lo que pasa a su alrededor. Dejan la brillante mansión atrás, jurando no volver a pisar tan lujoso pero falso lugar.

- Nos vamos.- Dictamina el lobo cuando por fin termina de hablar con su amigo el lince.

Aún con prisa, se asegura de abrir la puerta del coche a Willow y a continuación entra él, consciente de las miradas ahora ostiles de los guardias de la propiedad.

-¿A donde? 

La coneja pregunta por curiosidad pero en realidad le da igual, a cualquier parte, a donde sea pero lejos de aquel león. Lejos de todo y cerca del lobo, al que confiaría su vida.

- A casa.

A casa. A su manada. A aquel lugar donde Orión está seguro de que Willow encontrará su lugar, dejando atrás todas esas inseguridades que le dicen que no es suficiente.

La coneja se deja escurrir por el asiento del copiloto, sabiendo que les espera un largo viaje hasta la manada de su pareja. Parece dormitar, con los ojos cerrados y la respiración calmada, mientras Orión le observa de reojo. 

Pero sólo finge, porque su mente sí está inquieta. Imaginando como será ese lugar en el que ahora tiene todas sus esperanzas puestas.

Un lobo para la conejaWhere stories live. Discover now