DOS DESCONOCIDOS

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La noche cae sobre el extenso bosque. Está más silencioso de lo normal aunque por la noche suele serlo, puesto que es cuando los animales más grandes y aterradores salen a cazar y cuando los más pequeños e indefensos se esconden evitando ser una presa.

La luz de la luna ilumina por donde pisa un pequeño animalito de pelaje oscuro. Con saltos cortos avanza entre la arboleda despreocupado. Buscando entre las raíces algún vegetal sabroso.

De repente lo escucha. El crujir de una rama que le avisa del peligro. Sus largas orejas se empinan buscando de donde proviene el ruido. Sin embargo el conejo no le da más importancia y continua con su búsqueda. 

Para cuando se quiere dar cuenta de lo que ocurre, ya es demasiado tarde. Una gigantesca sombra se abalanza contra el pequeño animal que huye despavorido. El ruido de hojas, chillidos y gruñidos interrumpe el silencio. Lucha por su vida. Sintiendo el caliente aliento del lobo sobre sus orejas. Sintiendo sus afilados y fríos dientes enterrarse en la piel de su cuello.

La pelea solo dura unos segundos. El diminuto cuerpo cae rendido dejando de luchar. Perdiendo el brillo de sus ojos y viendo, antes de morir, las fauces de aquel lobo negro cuyos ojos dorados brillan en la oscuridad. 

El silencio reina de nuevo mientras, chorreando de sangre, el lobo recorre el oscuro bosque con el conejo muerto agarrado entre los colmillos. Saboreando el gusto de la sangre en su paladar.

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- Una conejita brinca y brinca sin parar.- Canta una muchacha despreocupada mientras camina por la calle.- Pero un lindo lobito se la comerá. 

La gente a su alrededor la mira con reproche, lujuria o asco. Su voz dulce asquea igual que enamora a las diferentes especies que pasan a su lado. Willow solo ignora las miradas sobre ella, ya acostumbrada. 

Sherfield es un lindo pueblo de pocos habitantes no muy alejado de la capital. Rodeado de bosques y lagos a los que, por supuesto, la linda conejita tiene prohibido ir. 

Sus padres son muy sobreprotectores al respecto. Para una familia de conejos todo supone un peligro allí fuera. Es por eso que este pueblo, solo de herbívoros, es una especie de cárcel para Willow que, suspirando, observa la muralla de arboles frondosos que tantos secretos ocultan para ella.

Mentiría si dijese que se sentía cómoda en Shelfield. A pesar de ser seguro para alguien tan indefensa como ella, una muchacha coneja nunca es bienvenida entre el resto de especies. Los hombres solo quieren una cosa de ella, las mujeres la repudian tachándola de promiscua. Y es que la mala fama de los conejos se convierten en constantes cuchicheos y rumores falsos que sus delicados oídos alcanzan a escuchar. 

Además Willow siente que hay algo ahí fuera más allá de la familia Haley para ella. Jamás ha conocido a un carnívoro, jamás se ha adentrado al busque en su forma animal, jamás ha podido mantener una relación amorosa o siquiera de amistad. 

Es una coneja solitaria y repudiada que sueña con ser libre más allá de Shelfield.

- Buenos días Willow. 

La nombrada deja de tatarear su canción cuando entra al pequeño local topándose con su jefa. Una cambia formas de oveja de avanzada edad que, siempre con el pelo blanco impecable, le sonríe amable. 

Se podría decir que ella es su única amiga en el pueblo. La coneja trabaja para ella en la pastelería todas las mañanas. Ayudando a hornear los pasteles, bollos y galletas del local o atendiendo en el mostrador. 

- Buenos días Rose. - Sonríe Willow iluminando la habitación. 

De buen humor, como siempre, se pone el delantal dispuesta a trabajar. Le encanta su trabajo, a pesar del calor de los hornos o del mal humor de algún cliente. 

Rose no puede evitar mirar con cariño a la dulce chica que, tatareando una canción, prepara la masa de unas galletas de jengibre. Su pelo largo de castaño claro se balancea de un lado a otro rozando su cintura. 

Rose admira su forma de mantenerse fuerte y sonriente a pesar de las situaciones que sabe que pasa día a día. Muchas veces ha oído los insultos hacia ella o ha tenido que apartar a algún que otro pretendiente pesado.

Y hablando de pretendientes pesados. Ríe bajo cuando ve a los gemelos Host parados frente al mostrador con una sonrisa de lado a lado de la cara. Tan puntuales como siempre. Todas las mañanas cuando abre la pastelería entran para cortejar a la castaña.

- Buenos días hermosa Willow.- Comienza el primero.

- Hoy estás más radiante que nunca.- Sonríe coqueto su hermano. 

La conejita solo ríe ante sus estupideces de todos los días mientras prepara la orden. Dos bollos de leche deliciosos. Ambos se quedan prendados de los movimientos fluidos y expertos de la chica. Los dos querrían una oportunidad con ella, una noche con ella. Cualquiera querría una. Las conejas servían para eso, ¿no?

Willow cobra el pedido y les despide a los dos con una sonrisa mientras se van con el rabo entre las piernas. Aunque mañana lo volverán a intentar. 

El día de trabajo pasa rápido. Cliente tras cliente, pedido tras pedido. Willow no pierde esa linda sonrisa que la caracteriza. La campanilla de la puerta llama la atención de la chica que ya limpia la encimera. Lista para cerrar. 

- Estamos cerrando.- Habla la castaña sin levantar la mirada. 

- No vengo a por dulces. 

La voz le hace dirigir la vista hacia el hombre que pasea despreocupado por la tienda. Las manos en los bolsillos y las ojos atentos a los detalles del decorado. El corazón de la coneja salta en su pecho ante la imagen de aquel rubio al que reconoce al instante.

Egmont. Uno de los chicos más hermosos de todo Sherfield. Es elegante, apuesto y serio y la fantasía de todas las mujeres de su edad. Y Willow no es la excepción. 

Las mejillas de la castaña se sonrojan viéndolo. Su crush secreto al que nunca le confesará su atracción por él. Pero ¿Quién querría estar con una coneja como ella? Todo el mundo se lo dice. Todos lo hablan a sus espaldas. "Puta" "Fresca" u otros adjetivos que le hacen sentir menospreciada.

No es lo suficiente para un hombre como Egmont. 

- Ho...Hola Egmont.- Tartamudea sintiéndose una idiota. - ¿Te sirvo algo? 

- Una cita. 

Willow se queda en blanco. Totalmente en blanco. Su cuerpo es el primero en reaccionar con una mueca de sorpresa y las mejillas en un tono aún más rojo. Su boca tarda unos segundos más. 

- ¿Qué... qué has dicho?

- Una cita.- Sonríe formal el rubio. Sus ojos azules hipnotizan a Willow.- Tu y yo. Mañana. A las ocho. 

La chica todavía no puede creérselo. ¿Por que alguien como él querría salir con alguien como ella? Bobamente asiente con la cabeza lentamente, varias veces. 

- Bien. 

- Bien.- Consigue articular por fin. 

Y así se queda mientras Egmont desaparece de allí. Con el trapo de limpiar en la mano y la boca abierta sin poder procesar lo que ha pasado. 

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HOLA!

Gracias por darle una oportunidad a esta historia.

¿Alguna vez habías leído este estilo de libros de cambia formas o hombres lobos? 

Espero que te guste :)

Un lobo para la conejaWhere stories live. Discover now