Capítulo 25

2.7K 406 30
                                    

Capítulo cortito pero bonito (?*llora*

________________

THERINE

Me despierto de golpe, por un segundo sin saber en dónde estoy, pero un quejido tan diminuto como la personita que lo hace me hace recordar que estoy en el hospital. Toco mi estómago, está inchado pero no como antes.

Mi Antonella ya nació, es verdad, me desmayé del cansancio justo cuando vi su rostro por primera vez.

Levanto la cabeza un poco, estoy tan agotada pero no lo suficiente como para alcanzar a ver el bulto que yace en una especie de camita en un carrito.

Busco la manera de inclinarme y, pese al dolor, logro sentarme y lograr finalmente tomar a mi hija en brazos. Las lágrimas salen casi al instante en el que veo su carita enrojecida y contraída en llanto que cambia al sentir mi tacto.

—Hola, Anto, soy mami.

Hace pequeños ruiditos que yo asocio con la calma y a la vez la inquietud al gozar de mis brazos. Me busca el pecho y por supuesto que lo saco para amamantarla por primera vez.

Le acomodo su gorro rosado y alcanzo a ver que tiene una gran cantidad de cabello color negro.

Este momento es el que más he esperado desde que supe que la inseminación había funcionado. Desde que estaba en el baño de ese avión viendo la prueba de embarazo. El momento que ansiosa he imaginado por tantos meses y que por supuesto que la realidad del mismo supera la imaginación, es único y maravilloso.

La puerta se abre lentamente, mostrándome a Agustín queriendo "no hacer ruido" pero, una vez que ve que estoy despierta, entra rápido y se pone al lado de la cama.

El momento acaba de mejorar aún más.

—Mírala, es tan hermosa —le digo y lloro de felicidad, instándolo a que vea aunque la niña esté mas concentrada en mi pecho—. Es tan pequeñita, ¿cómo yo pude tener esta niña tan hermosa?

—Es porque tú también lo eres. —Se acerca más y me besa la frente, y, entre los dos, vemos a nuestra hija que succiona mi pecho con dificultad pero sin soltar la idea de lograrlo—. ¿Duele?

—Un poco, pero me da tanto igual, ya está con nosotros, no puedo dejar de verla, no puedo creer que sea la mamá de esta bebé tan hermosa.

Se aleja un poco de nosotras y de nuevo experimento la culpa que sentí en casa cuando arruiné su sorpresa. Esta vez, sabiendo que estoy siendo muy injusta con la situación, le pido que se vuelva a acercar.

—¿Quieres cargarla? —Me cubro el pecho cuando asiente.

La ilusión en su rostro me da mil años de vida y me río, emocionada. Él comienza a llorar en silencio cuando la tiene en los brazos y no deja de verla. Antonella se queja unos segundos pero se tranquiliza cuando él comienza a hablarle.

—Hola, princesa, yo soy tu papá, quien te molestaba todas las noches mientras mamá dormía. —Le toca la cara con el meñique, lento y con miedo—. Dios, tienes el mismo ceño que tu madre, Anto.

Me río de nuevo.

—Es perfecta, campanita, nuestra hija es perfecta.

Mi corazón siente esas cosas bellas que ha sentido en los últimos meses. Esas que mis miedos han intentado opacar pero, exceptuando momentos donde el pánico me aborda, no lo han hecho. Esas cosas bellas que siente cuando Agustín dice que me ama y yo le creo todo.

—Sé que no te gusta que me disculpe, pero quiero disculparme —digo, y él, confundido, me ve—. Sobre pedirme matrimonio...

—No, Therine, yo te ofrezco una disculpa, no debí planear el presionar las cosas.

—No me presionas, nunca lo has hecho, me has tenido mucha paciencia y yo soy terrible intentando decir lo que siento de verdad. —Tomo aire, preparándome para soltar de una vez lo que siento—.  Nunca me he relacionado con nadie más allá de una relación secreta o que no dure ni dos semanas, porque el compromiso me aterraba. No quería un matrimonio como el de mis padres... tan aburrido, tan condicional, que mis hijos presenciaran cómo mi marido y yo nos pelearamos, incluso llegando a puntos de agresiones que, aunque no sean fuertes, están mal.

—Lo entiendo, amor —Se acerca a mí y toma mi mano—. Pero...

—No, no, ya sé, mira, yo te amo mucho, Agustín, y también me das miedo. —Que diga eso, lo hace abrir sus ojos exageradamente, seguramente pensando en qué hizo mal, pero me río otra vez para tranquilizar el ambiente—. No por cosas malas, sino porque es la primera vez en mi vida que quiero tanto a alguien como para pensar que nuestro matrimonio funcionará y será maravilloso, divertido e incondicional.

Relaja sus gestos y esconde una sonrisa.

—Entonces, ¿me dirás que sí si te lo pregunto?

Mi corazón de nuevo siente cosas, incluso alcanzo a sentir que la ruptura que ha tenido a lo largo de los años sigue ahí, pero las cosas buenas forman un extraño sentimiento que lucha contra mí misma.

Lo veo y suspiro, decidida.

—Diré que sí, pero obviamente aun lo tienes que preguntar, no soy adivina, ¿qué quieres preguntar, amor?

Más que nada creo que estoy emotiva. El nacimiento de Antonella me ha hecho pensar que hay cosas que tomé del pasado, de la relación de mis padres, y no la quise soltar porque yo quería ser diferente.

"Suelta esa idea de vivir por debajo de una vida que no es tuya", recuerdo cómo Tadeo me lo dijo cuando le conté que no era capaz de tener novio sin pensar en que tendría una relación tan demandante como nuestros padres.

Él siempre se molestaba cuando yo mencionaba la relación de mis padres por encima de mis sentimientos hacia mis intentos de parejas, me repetía que no viviera mi vida proyectando la de nuestra madre porque ella tenía una personalidad diferente a la mía.

"Theri, ya suelta esa carga, yo la solté hace mucho".

—Espera, no puedo perdírtelo si estás llorando así, campanita. —Agustín me regresa a la realidad y me todo la cara. Estoy echa un mar de lágrimas.

—Vale, vale —Suelto una risita mientras las limpio con las sábanas y trato de respirar con normalidad.

—Primero toma a la bebé —La pone en mis brazos y me da un pico antes de separarse y buscar algo en sus pantalones. Me muestra una caja roja de panita—. Este es el anillo, solo te lo mostraré porque no puedo ponértelo, si lo hago me regañará mi madre que me hizo lavarme las manos dos veces antes de entrar aquí.

Aun así, él hace lo que menos me esperaba justo aquí: se hinca, frente a la cama, y abre la caja, mostrándome un anillo con un brillante diamante plateado que destella con la luz de la habitación.

—¿Therine Díaz?

—¿Sí, Agustín Margo?

—¿Me harías el hombre más feliz del mundo, casándote conmigo?

—¿Desde cuándo llevas ese anillo ahí? —Suelto una risita en medio de las lágrimas que han vuelto a hacer acto de presencia sin poder evitarlo.

—Desde hace tres días. —Sonríe, avergonzado—. Aunque llevaba semanas planeando cómo pedirte matrimonio. Es más, no planeaba pedírtelo aquí, sino en la casa del árbol.

—¿Está terminada?

—Sí... ¿No dijiste que me ibas a decir que sí? Ya me duele la rodilla.

Nos reímos a la par.

—Ay, es verdad, lo siento —Abrazo a Antonella y miro su carita una vez más y, suspirando, regreso de nuevo a los ojos del hombre que amo—. Sí quiero. Sí quiero casarme contigo, Agustín Margo.

Se levanta, cerrando la cajita, y vuelve a acercarse a nosotras para depositar un beso en mis labios para sellar el trato.

—Dios, estamos comprometidos de verdad —digo al separarme de sus labios.

—Así es, futura esposa —Me sonrie y despues une su frente a la mía—. Y nos vamos a casar de verdad.

Un hotel para escapar contigo© [Todo contigo #3] PRÓXIMAMENTE EN PAPELWhere stories live. Discover now