La verdad era que se sentía contra la pared, amaba a su hermano tanto como a su amiga, pero debía estar del lado de la razón y mientras Milo no quisiera darle una explicación —a ninguna de las dos— de sus razones para terminar una relación tan repentinamente, no haría nada por él.

Era un extraño sentimiento de culpabilidad, recordaba su emoción cuando le contó a los padres de Emily que, por fin, después de tres largos años sin ver a su hermano menor, él saldría del internado donde lo metieron, volvería para quedarse con ellos y, como Alex estaba prácticamente viviendo en casa de Emilia —madre de Emily— la mujer no se tardó nada en acomodar una de las viejas habitaciones para Milo. Entendía que no era su culpa esa decisión tan abrupta, tampoco de los sentimientos frágiles de ambos, solo se sentía culpable por permitirles tanto tiempo juntos.

—Alex —Se levantó, dejando los pantalones de su amiga cubiertos de rímel—, ¿a quién mierda le importa tu hermano?

Ambas soltaron una risa sin saber las razones, quizá porque Emily sabía que estaba horrible después de llorar horas o porque Alex era quien la estaba viendo con todo el maquillaje fuera de donde debía ir. Era una versión fea y barata del joker.

—Si no es por Milo... —Vaciló.

Y entonces, explotó.

—El grandísimo hijo de perra me despidió —Lanzo una almohada al suelo—, llegué, pasé mal algunos papeles y me gritó que ya no me soportaba, ¿puedes creerlo? Que no me soportaba.

—¿Cómo alguien podría no...?

—Después —interrumpió, quedándose en completo silencio sin saber cómo continuar toda la semana horrible que había tenido y apenas estaba comenzado el año, le faltaban otros once meses y solo pensarlo la hizo llorar de nuevo.

Tomó un cojín, lo apretó en su rostro para soltar un grito que desgarró su garganta y dejó paralizada a su amiga.

—Me atendió —Pareció recordar algo en lo que miraba la enorme mancha sobre el cojín, abrió mucho sus ojos y si algo le gustaba o le gusto a Alex de ella era esa mezcla entre gris y azul eléctrico que contenían sus ojos, aunque pareciera una loca, se veían hermosos —, ¡ME ATENDIÓ! —Grito, provocando que se alejara un poco—, me atendió una maniática en el banco. Me negó el préstamo porque odia al mundo, odia su vida, odia que yo viva siendo feliz... Casi. Pero me odia.

—¿Por qué alguien te odiaría?

—Por linda Alex, ¿no es obvio? Soy demasiado para cualquier mortal, incluido tu hermano —Cubrió su cara, sintiendo las ganas de llorar, juntarse con todo su estrés—, ¿Qué voy a hacer? No tengo dinero, no tengo trabajo, no tengo novio, en dos días regreso a la universidad...

—Puedo pagarte este mes —Ofreció en un intento vago de ayudarla.

—No, necesito soluciones.

—Te estoy dando una perfectamente racional.

—No quiero esa solución —Alex blanqueo los ojos, rebusco en su bolsa una pequeña tarjeta, en cuanto se la tendió un leve hormigueo de que era muy mala idea la recorrió.

—Es una clínica para donadores de esperma o de óvulos, también alquilan vientres y ochocientos dólares, me parece bastante razonable para un pinchazo.

Observo la tarjeta, número para agendar los exámenes, número de servicio al cliente, pago y qué servicios ofrecía.

—Alex Oktober, ¿cómo sabes tú de esto? —Se encogió de hombros, restándole importancia.

—¿Recuerdas que te conté que mi peor cita fue con Ocampo hace diez años? —Asintió, ¿cómo podía olvidarlo? Una chica de su escuela la llevo por un helado en pleno agosto, sus pulmones por poco se congelan y tuvieron que ir corriendo al hospital— La superaron, la tipa me llevo a esta clínica, me dejo afuera como a un perro en lo que donaba para poder tener dinero y salir. Tuve que soportar un discurso del pobre niño que repartía volantes, hablar de esto.

Su rostro enrojeció cuando Emily comenzó a reírse, no, jamás tuvo un desamor fuerte, pero sí intentos de amores desastrosos.

Cuando se fue, el corazón de Emily volvió a hundirse.

Volvió a sentir el vacío, el mismo que dejó Milo hace unos días y, aunque trataba de culparlo, su corazón se lo impedía, lo conocía, lo suficiente para saber que en su momento le daría motivos, de momento solo estaba herida, quería gritarle u odiarlo, pero no podía, por más desmoronada que estaba.

Emily se encerró por completo, sin trabajo, sin novio, con Alex en Reino Unido de nuevo por sus estudios y sin su familia, era su segundo año completamente fuera, sola e independiente y se sentía un fracaso completo, en menos de cuatro semanas su vida se fue al caño, amaba vivir ahí, amaba el estilo de vida tan movido que le ofrecía el lugar porque le permitía distraerse, aunque justo en ese momento estaba cansada y dispuesta a dar todo para irse de nuevo. Solo durmió hasta que sus preocupaciones la abrumaron, hasta que la dueña de su pequeño apartamento le pidió la renta del mes, los servicios y parte de los gastos.

Solo entonces, comenzó a considerar la clínica.

Solo entonces, comenzó a considerar la clínica

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