Capítulo 25

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– ¿A dónde dijeron que las llevarían?     – grito con ellas aún tomadas de mis manos.   

     – ¿Por qué corremos?    – Elena no responde, avanza tan solo preguntando algo que ahora no es lo importante del todo ni esencial para sus nervios.

     – Solo díganme    –. Creo que la urgencia en mi demanda deja en evidencia que todo estará muy jodido si no llegamos a tiempo.

     – Sé ha donde era     – Amber nos mira con la decisión que deja entender que comprende que estamos contra el reloj      –. Síganme    – nos advierte apresurándonos por cada corredor que parece más distante.

     – ¿Cómo sabes eso?     – El hombre que corre desesperado luchando por alcanzarnos evalúa a su estudiante por la malicia que la caracteriza.

     – Yo no ando peguntándole por qué no está con los otros profesores, así que no haga preguntas que no le concierne    – la morena le rebate y lo extraño sería que le respondiera realmente. En consecuencia, el hombre solo lleva unos minutos con nosotras y ya quiere castigar a mi amiga.  

     – Creo que el profesor aquí soy yo     – sugiere, algo que ahora no tiene relevancia según yo    –. Por tanto, las preguntas me corresponde hacerlas.

      Amber lo observa con una descarada burla entre los labios que no le cae nada bien al señor profesor    –. Usted será el profesor, pero aun así las que pondrán a salvo su trasero somos nosotras      –. La mención de su trasero no parece hacerle gracia, pero se aguanta guardando su aliento para seguir corriendo escaleras arriba.

     – El humo es más denso     –. Me detengo el tiempo suficiente para observarlo desde la gran ventana viendo la tonalidad rojiza agudizarse.

      – Vamos Lis, solo corre     –. Elena toma mi mano ayudándome a seguir a delante, pero el salto en mi estomago hace que cada vez corra más lento.

      – ¡Ya estamos cerca!     – La loba tomando la delantera nos guía por cada corredor del lugar      –. Seguí al capitán una noche y me encontré con las puertas, menos mal que soy una metiche    – alardea con una sonrisa puesta en el rostro.

      Solo ella consigue bromear en un momento como este      –. ¡Amberly!     – la reprendo ganándome un resoplido por su parte.   

      – Aburridas      – sobresale por encima del intenso sonido que brota por las bocinas. 

     – No te separes      – le pido a una muy cansada Elena, su rostro está empapado por las gotas de sudor debido al esfuerzo, y no es que el calzado le ayude, por lo que la tomo del brazo ayudándola a andar más rápido y seguro      –. Solo no te caigas     – suplico y ella asiente, pero se nota que está intentando seguir adelante.

      – Amber ¿cuánto falta?     – le brota de entre los labios como un quejido cansado con cada paso que da al subir la inmensa escalera.

      – No queda mucho      – le escuchamos decir y solo espero que sea cierto      – Solo doblamos este corredor y…      – Sus pasos se detienen abruptamente observando el muro que ocupa lugar frente a nosotros. Las gruesas piedras lo conforman, abarcando con plenitud toda el área mostrando la fortaleza que posee. 

      – Amber, ¿por qué nos detenemos?      – cuestiono colocándome a su lado mientras hago que Elena se siente para que no caiga, pero la loba solo mira la alta pared con el desespero brillándole en la verde mirada que pareciera que deseara atravesar el muro.

     – Dijiste que estábamos cerca    –. Elena hace un esfuerzo por ponerse de pie, y a su lado el profesor del que no sé ni su nombre ocupa un lugar mirándonos.

La flor de LisWhere stories live. Discover now