Capítulo 19

2 1 0
                                    


     Ha llegado la noche y aun así no he alcanzado a conciliar el sueño, siquiera cuando el intenso llanto cesó dejándome agotada y aturdida. Las ráfagas de viento rompen contra los fuertes muros y como si una tormenta se avecinara, azota mi ventana constantemente. Intento contar para conciliar el sueño, hasta me cubro por completo con la manta, pero nada resulta.

     Las horas se me pasan sin que logre dormir por mucho tiempo, mi sueño se convierte en pequeños intervalos de inconciencia, tanto que al salir el sol me levanto agotada. Ni dos toneladas de maquillaje cubrirán las oscuras sombras debajo de los ojos.

     Encima me enteré de que no tenemos acceso a internet ni a llamadas telefónicas, la comunicación con nuestros familiares solo es a través de unas tarjetas semanales con horas designadas de llamadas o el huso del internet para comunicarnos con nuestros padres. Derecho que puede ser revocado a causa de algún mal comportamiento.

     No sé si sea idea mía, pero esto se siente como estar en una prisión de máxima seguridad en donde el único escape se logra con buen comportamiento.

     Dos toques no muy fuertes invaden el silencio de la habitación, y sin esperar mi aprobación una melena azabache delata a la intrusa     –. Ya estás levantada     –. Me observa detallando las notables ojeras que me delatan, pero no dice nada al respecto    –. Apresúrate, si aprovechamos el día podremos hacer todo.

     – No entiendo, ¿qué haremos?     – La observo desconcertada mientras Amberly se digna a dar el paso que la introduce del todo a la habitación.

     – No pensarás quedarte aquí todo el día, ¿no?     – Eleva una de sus pobladas cejas mientras cruza las manos sobre su pecho.

     – Supongo, ¿qué más podríamos hacer?     – Es más que obvio, estamos confinadas en una escuela llena de guardias que rodean cada metro de este instituto y no creo que entre las reglas se nos permitan dar paseos.

     – ¿Por qué la demora?     – Elena toma lugar inspeccionándome de igual manera que la chica a su lado.

     – Cierta persona pretende quedarse encerrada todo el día en su habitación    – le informa a nuestra compañera, que no esconde la cara de desaprobación por mi soso plan.

     – Ni hablar     – advierte apuntándome con uno de sus dedos     –. Ya tendrás tiempo cuando comiencen las clases de encerrarte en estas paredes y no será por voluntad propia     –. Señala haciendo énfasis en lo pequeño de nuestras habitaciones. Elena avanza hacia mi armario abriéndolo con confianza mientras hurga entre mis pocas pertenencias, eligiendo entre ellas hasta dar con lo que quiere, lanzando las prendas encima de la cama     –. Ahora iremos a disfrutar del sol, así que tienes 5 minutos para estar lista     –. Termina saliendo por la puerta con Amber siguiendo sus pasos dejándome sin poder decir nada.

     Resignada ante mis dos compañeras, que bien sé, no me dejarán en paz si no hago lo que me dicen, me deshago del cómodo pijama para cambiarlos por unos pantalones y una polera ajustada. Me hago un recogido sin mucho esmero y la vista despreocupada de mi cabello no me queda mal, casi parece que lo ate así a propósito.

     – ¿Y el desayuno?     – indago sintiendo mi estomago quejarse apenas atravieso la puerta que separa mi habitación de la sala de descanso.  

     – Ya está listo     – proclama Elena sabrá Dios desde qué parte.

     No creo tener alguna opción más que seguir a esas dos atolondradas a donde quieran, así que asumo tal hecho lo mejor que puedo.

     A la vista unas sestas de mimbres es lo primero que visualizo en la encimera, el delicioso olor a pai recién orneado sale de ella y no me contengo en investigar lo que mi olfato ha captado.

La flor de LisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora