Capítulo 13: Visitando la enfermería

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     Abro los ojos sintiendo la luz tocar mis parpados, el amanecer se visualiza desde la ventana. Batallo para aclararme la vista y ver mejor los aspectos de mi entorno. Es evidente que ya no estoy en el auto.

     Si mi mente no me está jugando una mala pasada, o aún sigo dormida, me encuentro en un avión acurrucada entre dos asientos, con una manta cubriendo mi piel de la fría temperatura.

     Me incorporo, pero todo comienza a girar, la cabeza me retumba como un tambor en plena fiesta, llevándome a perder por completo el equilibrio arrastrándome a una muy segura y vergonzosa caída.

     Aunque unas fuertes y agiles manos me sostienen cuando pierdo el equilibrio y quedo apoyada contra su cuerpo que me envuelve     –. Ten cuidado, aún estás débil    –. Esa es su voz.

     Su mano hace un recorrido desde mi hombro rozándome la piel hasta encontrar mi mano y sostenerla. El corazón se me acelera como respuesta. Levanto la mirada hasta toparme con su rostro, el reflejo del sol en los cristales del avión le ilumina. Bajo el contraste de la luz, sus ojos azules resplandecen.

     Liam me recorre con la mirada, por el gesto que hace parece sorprendido. Eleva un poco las cejas, para luego fruncirlas como si estuviera confundido y una pequeña sonrisa se le escapa. Su pelo castaño con pequeños reflejos dorados es corto a los lados, aunque algo más largo por arriba. Un par de mechones rozan su frente.

     Su piel ligeramente bronceada con un toque muy varonil. Sus rasgos fuertes no carecen de carácter, su mandíbula cuadrada, la nariz recta con unos pómulos minuciosamente marcados, sus húmedos labios cautivadores. Sus ojos me miran con seriedad, con un intenso color azul formando un delgado espiral tras sus pupilas dilatadas envueltas en pestañas y unas cejas casi del mismo color de su cabello, ejerciendo en él un contraste perfecto.

     No puedo evitar mirar sus suaves labios entreabiertos que me hacen perder el aliento. Mis mejillas arden bajo su escrutinio y no puedo dejar de hacer lo mismo con él.

      ¿Qué estoy haciendo?      – Soy plenamente consciente de la impropia cercanía.

     «Tengo que soltarme de sus brazos justo ahora».     

     – Tengo que ir ... ir al ... baño    – balbuceo sin conseguir poner distancia entre su cuerpo y el mío que aún permanecen demasiado cerca uno del otro.

     Sus labios se fruncen en un vano intento por ocultar su risa, aun así, me suelta despacio comprobando que no pierda el equilibrio.

     Estando totalmente libre de su agarre firme, tomo la mochila y me lanzo al pacillo en busca del baño, me apresuro a alcanzarlo entrando y pasando el cerrojo sin importarme que los hombres a bordo me vean raro.

     Dentro de la estrecha cabina ya consigo respirar con un poco más de calma. Dejo la mochila a un lado acercándome al diminuto lavabo, en el espejo hay una chica con el cabello algo revuelto, el color rojizo de mi melena destaca aún más estando alborotada, tengo el rostro hinchado de llorar y los ojos apenas enrojecidos, pero un brillo extraño se asoma entre el tono ámbar que se adueña de mi mirada. Mis ojos lucen cristalizados, pero no por las lágrimas, mis mejillas demasiado sonrosadas descubriendo el motivo de tal brillo.

     Como puedo, trato de convertir mi aspecto en lo que era antes, me limpio y arreglo mientras el color de mis mejillas se aclara paulatinamente, torturándome con el recuerdo de otro de mis bochornosos recuerdos que se van amontonando a lo largo de mi vida.

     Como no puedo quedarme aquí para siempre escondiéndome entre la plenitud de las escasas paredes que me mantienen escondida, salgo del baño y camino por el pasillo hasta dirigirme junto a él.

La flor de LisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora