Capítulo XII

41 4 1
                                    

Quebec.

Estar con él, dolía, besarlo, dolía, pero, no se trataba de un dolor insoportable, al contrario, podría decir que era un dolor que me gustaba y que de algún modo me hacía sentir libre, estar en este momento besándolo era algo que había estado anhelando durante tanto tiempo y por fin podía tenerlo, posiblemente sea todo un sueño, pero no quiero despertar aún.

Solo el amor duele así.

Me repetía constantemente, pero no, el amor no debe de doler y no debe de hacerme sentir miserable, mucho menos insignificante. ¿Por qué con Will era diferente?, había pasado con él momentos dolorosos y horribles, pero cuando todo pasaba, lograba hacerme sentir en paz, ¿acaso ese es tipo de dolor que se debe de sentir?

Me tenía sostenida con fuerza, uno de sus brazos me abrazaba y me mantenía unida a él, mientras con el otro tomaba mi cabeza haciéndome evitar que me separara un poco de él. Mierda, sabía exactamente como besarme, como mantenerme y como hacerme sentir bien.

El beso cada minuto era más intenso, a tal grado que podía sentir mis labios hinchados y rojos por la fricción, pero no quería separarme, quería ser de él... quería pertenecerle.

-No me sueltes.-susurro, dejándome recuperar la respiración y tratando de mantenerme en calma.-No quiero que te vayas.

Lo último salió de mi boca y fue aquello que lo hizo perder toda la fuerza que tenía la tratar de mantenerse lejos. Sin pensarlo dos veces, me toma de las piernas, haciéndome levantarme del suelo y colocándolas al rededor de su cintura, sigue siendo aquel hombre que no le importaba mi peso, que podía levantarme como si nada y hacer conmigo lo que le plazca, con sus manos me mantiene lo más pegada a él y las pasa por mis glúteos, apretándolos y dando ligueros golpes, haciéndome soltar pequeños gemidos. 

-Por favor, dime que me detenga.-ruega, si supiera que escucharlo gemir y rogar me hacía perder la cordura sería diferente.-Dímelo...

Paso mis manos por su cabello, admiro su rostro por un momento. Tienes los ojos llorosos, labios hinchados y sus mejillas completamente rojas, no deja de mirarme, como si fuera la última vez que estaríamos juntos.

-Hazme olvidar que soy de alguien más...-susurro en su oído.

Posiblemente fue la peor respuesta que pude haberle dicho, pero de verdad que necesitaba dentro de mi, necesitaba que me hiciera sentir que toda la espera había terminado y finalmente iba a estar con él.

-¿Estás segura que quieres hacerlo?-pregunta consternado.-No quiero que te arrepientas de esto.

-Jamás me arrepentiría de estar contigo.

Ese momento fue el decisivo, quería hacerlo. Sin perder tiempo, camina hacia la cama, nuestros labios no se separan y puedo sentir su erección crecer bajo sus pantalones y trato de hacer un poco de fricción para poder sentirlo mejor, gime un poco y lentamente me recuesta en el sofá que está junto a la ventana.

-Creí que iríamos a la cama primero.-jadeo, maldita sea, estoy tan excitada que podía sentir mis bragas empapadas.-Will...

-Shhh, podemos hacerlo aquí...-baja su boca a mi cuello.-O en la cama...-bajando lentamente por mi garganta.-Si lo quieres, podría hacerte mía en el balcón para que todos vean a quien le perteneces. 

Maldito hijo de perra, sabía como volverme loca, sabía que hacer y que decir para tenerme en la palma de su mano y permitirle hacer lo que quiera conmigo. Puedo sentir que comienza a quitarme la ropa, no lo hace con prisa, se toma el tiempo necesario para acariciarme y liberarme de toda prenda que podría estorbarle, dejándome solo en bragas y sujetador.

-Que linda te ves así... dime, ¿qué es lo que quieres?-dice y pone su maldita sonrisa de satisfacción, acaricia mis piernas, jalándome a él y posicionándose en medio de mi entrepierna, haciéndome sentir su pene erecto que sigue cubierto por su ropa, dejándome en claro que es él quien manda.-Tu cuerpo habla y entiendo perfectamente que es lo que quieres... pero quiero escucharte decirlo.

No puedo hablar, quiero sentirlo, quiero tenerlo desnudo para mi y que me haga sentir suya. Trato de levantarme, lo jalo un poco del cuello para poder mantenerme en equilibrio, me ayuda a sentarme sobre sus piernas, cada movimiento que hago es como si él supiera el siguiente, me toma firmemente de las caderas y me mantiene posicionada justamente en donde lo quiero sentir, me besa nuevamente y es el momento en que comienzo a desabrochar su camisa, desvistiéndolo, él solo me observa sin decir nada, ambos sabemos que las palabras no son necesarias, hasta que digo lo que me había ordenado.

-Quiero que hagas conmigo lo que quieras, quiero que me hagas sentir que nada malo ha pasado, que eres mío y quiero hacerte saber que soy tuya.

-¿Cuál es tu palabra de seguridad?-saborea las palabras, como si supiera que es malo, pero que al mismo tiempo, se siente tan bien.

-Rose.-digo firmemente, sellando mi trato con el diablo. 

Oh, por Dios! Llora por mi. (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora