Capítulo III

89 8 2
                                    

William.

¿Debería salir a buscarla?, esa pregunta ronda en mi cabeza después de haber visto y conocido sobre su compromiso. Ha seguido adelante y ha conocido a alguien más, jamás pensé que le gustaran los hombres mayores, sabía que se acostaba con unos cuantos solo por cumplir con los caprichos, o como el señor Maxwell solía decirle "misiones", para limpiar su camino y dejarlo en paz, pero eso jamás le hizo quitarle el valor que tiene como mujer.

¿Acaso él sabe de su verdadero nombre?, ¿sabe la historia de su madre?, ¿sabrá lo que le gusta en la cama?, mierda William, deja de pensar en su vida sexual y enfócate en lo que tienes que hacer.

-Katerina, ¿puedes venir?-llamo a mi secretaria y en cuestión de segundos está sentada frente a mi, tal vez y un consejo de su parte podría ayudarme.-Necesito un consejo.

-Por favor, no haga lo que muchos dicen.-responde.

-¿De qué hablas?

-"Si la amas déjala ir, si regresa es tuya, si no, nunca lo fue."-toma aire y prosigue.-Esa es una completa idiotez, si en verdad la ama tiene que ir por ella y ella lo tiene que aceptar, de no ser así será mejor que la deje ir, pero siempre busque una solución a todo.

En mis años trabajando con ella jamás la había escuchado hablar así, siempre ha tratado de ser educada y formal conmigo, ha sido una excelente empleada y desde el primer mes se ha ganado un gran aumento, le gusta su trabajo y no se queja, al contrario, siempre me agradece que le doy los permisos que necesita cuando sus hijos están enfermos o tienen algún evento escolar, dejando todo lo que llegue a necesitar listo y a mi alcance. Es algo que todos los jefes deberían brindarle a sus empleados, de verdad que no sé que haría sin ella.

-Diablos Katerina, siempre tan educada y ahora ya estás maldiciendo.-digo, tratando de provocarla a que sigua hablando así.

-Créame, era una molestia en el trasero cada vez que llegaba el detective Cano...

-Tu esposo.-interrumpo.

-Mi esposo...-susurra.-Y le decía que no la encontraban, su estado de animo me preocupaba, de verdad que llegué a creer que en algún momento llegaría a suicidarse.-confiesa.

Maldita sea, jamás me había puesto a pensar en cómo a ella también le afectaba, literalmente obligaba a su esposo a entregarme cuentas e información sobre Quebec, sin poner a su familia en primer lugar. Han estado casados por mas de cinco años y tienen un hermoso matrimonio, con dos hijos y un hogar donde hay un amor incondicional, la familia que en algún momento llegué a anhelar.

-No me suicidaría.-digo.-No sería capaz de hacerlo.

-Su depresión llegó demasiado lejos a tal grado de no regresar a su casa y quedarse aquí leyendo cada expediente nuevo una y otra vez.-cruza sus brazos sobre su pecho y me mira directamente a los ojos.-Ahora la ha encontrado, sabe en donde está, sabe su nuevo nombre, cómo luce y... 

-Su compromiso.-termino la oración, duele decirlo, simplemente duele.

-Sí... así que... debería ir a verla, no la presione y solo dígale sus sentimientos, que no ha parado de buscarla desde el primer día en el que la dejó ir y que la ama.

-¿Qué pasa si me rechaza?-pregunto, temiendo de la respuesta que me dará.

-Si lo rechaza será mejor que la deje ir y escuche lo que ella tenga que decir, si de verdad la ama dejará que sea feliz aun que sea con alguien mas.-hay un pequeño momento de silencio en la oficina hasta que ella vuelve a hablar.-Le he encontrado un vuelo que sale dentro de unas horas, es en primera clase.

-Gracias.-digo finalmente.

Decido tomar mis cosas y dirigirme a la cabaña donde estuve con ella la última vez, salgo de la oficina, le doy las indicaciones necesarias a Katerina para mis juntas del día y salgo. Necesito dejar todo en orden antes de mi vuelo.

***

El camino es largo y silencioso, y no puedo dejar de pensar en cómo estará la cabaña, imaginando que sigue ahí, tal vez nadando en la alberca o simplemente viendo la chimenea mientras se calienta por haber estado mojándose en la lluvia... pero no, ahora ha de estar en los brazos de un completo desconocido, disfrutando de la idea de estar comprometida o tal vez y está viendo los vestidos de novia.

Después de una hora abro el portón de la misma y entro, estacionándome a un lado de la entrada principal, el jardín está lleno de polvo y las hojas dispersas en todas partes, rompiéndose por cada paso que doy, tres años sin venir, tres años sin darle el mantenimiento que necesitaba.

Abro la puerta principal, desde que entro me llena el aroma de humedad y polvo, en cada rincón hay telarañas y aún están las armas tiradas en el piso desde mi último encuentro con el señor Maxwell, al irme adentrando a la cabaña, llego hacia la sala y el corredor donde fue la primera vez que le dije que la amaba, la imagen y el sentimiento que pasé en ese momento me envuelven, sintiéndose tan real.

Antes de seguir, decido llamarle al servicio de limpieza que por suerte es temprano y no tardarán en llegar para poder dejar este lugar listo si es que decide volver... si es que así lo desea...

Oh, por Dios! Llora por mi. (II)Where stories live. Discover now