Capítulo XI

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William.

Posiblemente me sobrepase diciéndole todo eso, pero, ya no tengo nada mas que perder, quería que lo supiera, quería que se sintiera verdaderamente amada, pero creo que terminé empeorando las cosas.

El vuelo pasó relativamente lento, ella no me miraba para nada, solamente se quedaba viendo a la ventana o en ocasiones se quedaba dormida, pero siempre evitando mi mirada o mis intentos de tocarla.

Una hora más tarde y estamos aterrizando, esperamos a que todos los pasajeros bajen para evitar hacer alguna escena, ya que ambos sabemos que no la dejaré irse tan fácil.

-Es momento de bajar.-le digo mientras estiro mi mano para que la tome y ayudarla a salir.

Me observa y solo agacha la mirada, siento haberla decepcionado, pero no me arrepiento de haberle dicho que la amaba.

-¿Tienes algún lugar para quedarte?-pregunto antes de bajar del avión, somos los últimos pasajeros y la azafata solo nos observa, esperando a que no quede nadie mas.-Puedes ir a mi departamento.

-Me las arreglaré sola.-responde.-Como lo he hecho en estos años.

Su caminar es rápido, como si quisiera huir de mi, pero al mismo tiempo, gira su mirada para ver si voy detrás de ella o no, algo que simplemente hago es darle su espacio, pero tratando de mantenerme cerca, la observo detalladamente, su manera de caminar no ha cambiado, la manera en que acomoda su cabello e inclusive la misma mirada que me da, es la misma, no ha cambiado en nada, sigue siendo la misma Quebec de la que me enamoré.

En la sala de espera, esperamos a que salieran nuestras maletas, me siento cansado, pero al mismo tiempo aliviado que está a mi lado, puedo ver el pesor en sus ojos y las ojeras han crecido un poco, sé que está agotada, quisiera llevarla a casa y tratarla como se merece, llevarla  a una cita y hacerla sentir adorada.

-¿Puedes dejar de verme? me incomoda.-dice repentinamente.

-Perdón, es solo, que no haz cambiado nada.-digo, trato de acercarme un poco más a ella, con la esperanza que no se aleje.-Me gusta observarte.

Observo que sus mejillas se han ruborizando un poco y trata de esconder una sonrisa nerviosa, mierda, de verdad me gusta, y adoro ver como se pone nerviosa por los cumplidos que le hago, si tan solo pudiera verse de la manera en que la veo, se sentiría la persona más hermosa y deseable de todo el universo.

-No respondiste a mi pregunta.-digo mientras me coloco a pocos centímetros de ella.-¿Tienes donde quedarte?

-No es algo que te interese, buscaré un hotel cerca.-da unos pasos hacia delante y toma su maleta, me apresuro y le ayudo a sacarla de la cinta eléctrica, dejándome hacer el trabajo.-Gracias.

-Déjame dejarte en algún hotel seguro y me iré, es más si lo deseas, me alejaré de ti para siempre y te dejaré hacer tu vida con tu comprometido.-digo mientras tomo sus manos, de verdad que no la quiero dejar ir, pero, si ella lo quiere así, tengo que aceptarlo.-No te pido nada más, solo quiero que estés bien.

-¿No pasará nada, verdad?-susurra.-¿Tu y yo, no haremos nada?

-No, tengo que respetar que ya estás con alguien más.

-Lo que pasó hace unas horas...

-No te preocupes por eso.-la interrumpo, tratando de hacerle entender que fui un completo imbécil, que solo pensó en él y no en las decisiones que ella ya ha hecho.-Fui un idiota, te pido una disculpa.

Solo asiente y me indica que podemos irnos, podría llevarla a cenar, platicar un poco sobre lo que ha pasado en este tiempo y después de todo, llevarla a  un hotel para que pueda descansar.

Llamo a mi chofer y en menos de quince minutos estamos en camino a uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Antes de bajarnos, tomo su mano y le doy un ligero beso en sus nudillos.

-Primero quiero que cenemos, tengamos una conversación amigable y al finalizar te llevaré a un hotel.-menciono, su rostro cambia a un gesto de sorpresa al escuchar lo último que dije, y sus mejillas se convierten en un color rojo intenso.-A un hotel para que descanses.-corrijo.

Me da una mirada de picardía y solo sonríe un poco. Bajamos del auto y entramos al restaurante.

La cena pasa tranquila, hablamos de todo lo que hemos pasado, mencionó como fue que conoció a su prometido, y todo lo que pasaron juntos, pero su rostro no reflejaba algún sentimiento alguno, como si solo estuviera con él por compromiso, pero no por amor o cariño.

-¿Lo amas?-pregunto de repente.

-¿Qué clase de pregunta es esa?-responde ofendida.-Eso es algo que no te interesa en lo absoluto.

-Me importa, y más de lo que debería.

-Pues no debería, no somos nada, lo olvidaste. Y no se me hace correcto que me estés preguntando esto.-su mirada es fuerte al igual que su tono de voz.-Si quieres saber si aún siento algo por ti, la respuesta es clara, no.

Dice mirándome a los ojos, mierda, ¿de verdad ya no siente nada?, ¿qué clase de pregunta es esta?, obviamente no siente nada por mi, eso es claro, de ser así no hubiera respondido así y menos lo diría con tanta seguridad.

-Entonces, ¿porqué no estás usando su anillo?, ¿porqué dijiste que te sentías atada a él cuando lo usas?-digo, mi voz se quiebra un poco, quiero pensar que aún me quiere, pero estoy siendo demasiado egoísta, hay un pequeño momento de silencio.-Si ya has terminado de cenar, pediré la cuenta.

Al terminar, nos dirigimos al hotel más costoso que hay, le ofrecí que le pagaría todas las noches que necesitara, claramente se opuso a mi propuesta pero al final, decidió aceptándola.

Llegando al hotel se puede sentir la tensión que hay por ambas partes, no sé si se podría decir que hay enojo, decepción o simplemente una enorme tristeza. La acompaño hasta la puerta de su habitación, es bastante amplia y perfecta para ella, quisiera quedarme a su lado, pero eso ya no es posible. 

 -Le diré a Michael que sea tu chofer para los días que estés aquí, si tienes que trasladarte a cualquier lugar, no dudes en llamarle.-digo mientras coloco una tarjeta en el tocador con el número del chofer.-No dudes en llamarlo si es que necesitas algo.

-No tienes que hacer esto.

-Lo sé, pero quiero hacerlo, es lo mínimo que puedo hacer.-susurro, por favor, dime que me quede, dime que me necesitas.-Es hora de irme, ten una linda noche.

Ella está mirando hacia la ventana, solo me escucha, no tiene planeado en voltear a verme, mientras que estoy cerca de la puerta, a punto de irme, pero con la vaga esperanza que me diga algo, no quiero moverme, estos minutos parecen ser eternos y ninguno hace el movimiento que se necesita para detenerme o alejarme.

-Solo quiero que sepas que lo que dije en el avión es verdad.-digo finalmente.-He sido tuyo desde el primer momento que te vi hasta el día de hoy.

Se gira lentamente, me mira con los ojos llorosos y finalmente responde.

-Te esperé por tanto tiempo, te lloré todas las malditas noches, no supe nada de ti que llegué a pensar que estabas muerto...-respira profundamente y continúa.-No sabes lo difícil que fue decirle que sí a una persona que no amo y peor aún, pensar que te estaba diciendo que sí a ti, porque de verdad te amo y no haberte tenido en mi vida me ha estado matando que al verte en ese estúpido avión lo único que quería era decirte lo mucho que me importas y...

Las lágrimas caían por sus rojas mejillas, podía escuchar su respiración entrecortada y como las palabras salían como si no pudiera detenerlas, no lo pensé, corrí hacia ella, la abracé y sostuve por el tiempo necesario hasta que pudiera sentirla un poco tranquila, y sin más, la besé, no me importó si estaba comprometida o si tenía a ese profesor en su mente, solo quería que se sintiera amada, que supiera que estoy y que la esperé, la busqué por mar y tierra.

Para mi sorpresa, me tomó de la nuca y me besó con más fuerza.

Dios, sé que cometeré un pecado enorme, pero esta mujer tenía que ser mía en ese momento, tenía que hacerle saber que soy suyo y que ella es completamente mía, aunque tenga un anillo que no sea mío.

Oh, por Dios! Llora por mi. (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora