The greatest love story

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No sé cómo empezó nuestra historia. Tal vez con ese simple "hola" o años después con ese primer "te amo".  Lo que sí sé es que es la mejor historia de amor que alguna vez se contó.

Recuerdo que tenía once años. Era nueva en la ciudad y también en esa escuela. No soy buena haciendo amigos, así que ese primer día de clases estuve sola la mayor parte del tiempo.

Durante el último receso, me encontraba sentada en el césped del patio tomando un jugo mientras observaba a los demás estudiantes caminar y jugar con sus respectivos grupos. 

Yo estaba tranquila, hasta que sentí un fuerte golpe en mi abdomen. Abrí mis ojos con sorpresa al sentir un líquido escurrir por mi pecho. Mi jugo se había derramado debido al impacto.

Me encontraba en una especie de trance, intentando procesar lo que acababa de pasar, cuando veo a un chico acercarse a mí.

- Mierda, lo siento - se disculpó mientras tomaba entre sus manos el balón que me había golpeado. Lo miré con incredulidad, sin poder decir una palabra. Luego de unos incómodos segundos, él se dio la media vuelta y se fue.

Me levanté haciendo una mueca de asco al sentir que mi playera se pegaba a mi cuerpo debido a la humedad. No podía creer que eso me hubiese sucedido justo el primer día de clases. Que mala suerte.

- Hola - dijo una voz dulce y femenina. Levanté mi vista para ver de quién se trataba y entonces la vi. - Me llamo Perrie - murmuró con una sonrisa. Yo también le sonreí a pesar de lo molesta y aturdida que estaba.

- Hola, soy Jade - respondí timidamente.

- Oye, tengo una camiseta en mi casillero. ¿Me acompañas? - ladeó su cabeza mientras me ofrecía su pálida mano. Acepté el gesto luego de dudar un segundo.

Sin más que decir, nos dirigimos al interior de la escuela. Recuerdo que durante el camino ella habló mucho más que yo y eso me encantó. Su voz era suave, pero a la vez tenía mucha emoción contenida, así que escuharla hablar fue genial. 

Esa fue nuestra primera interacción y creo que una de mis favoritas.

Años después me confesó que ella había tirado ese balón, pero estaba demasiado avergonzada para acercarse a mí y disculparse. Por eso obligó a su amigo a hacerlo.

A nuestros trece años de edad, Perrie y yo éramos inseparables. Fue impresionante lo rápido que conectamos; a los meses de conocernos ya habíamos creado un lazo inquebrantable. Éramos demasiado diferentes, literalmente polos opuestos, pero creo que eso nos ayudó a complementarnos.

En mi cumpleaños número quince, Perrie me hizo un regalo muy especial.

Era bastante temprano en la mañana cuando sentí un cuerpo lanzarse sobre mí. No tuve que abrir los ojos para saber que se trataba de mi mejor amiga. Sonreí perezosa mientras me removía entre mis sábanas, intentando alejarla. Entonces comenzó a cantarme la canción de cumpleaños mientras me abrazaba con fuerza.

- Feliz cumpleaños querida Jade, feliz cumpleaños a ti - cuando la melodía terminó, sentí que se levantó de la cama. Hice un puchero pues quería seguir abrazándola. 

- Ven aquí, Perrie - murmuré con la voz ronca debido a mi reciente despertar.

- No no no - canturreó sacando las mantas que me cubrían. Me quejé sin entender por qué me estaba torturando de esa manera. Vi el reloj en mi mesita de noche, el cual marcaba las cinco y media de la mañana.

- Perrie Edwards, ¿por qué carajos me despiertas tan temprano? - la miré con el ceño fruncido, aunque en realidad no estaba molesta.

- Vamos Jade, se hace tarde - dijo tomando mis manos para ayudarme a inclinarme.

- ¿Tarde?¿Para qué? - cuestioné confundida.

- Para ver el amanecer - aclaró con una brillante sonrisa.

Luego de media hora, nos subimos a nuestras bicicletas y pedaleamos hasta un río que había cerca. Llegamos justo a tiempo para apreciar como el sol salía de su escondite. Los colores anaranjados me dejaron perpleja. Fue algo hermoso.

- Jade - susurró mi amiga y noté que me estaba mirando fijamente.

- ¿Qué ocurre? - pregunté observando detenidamente sus facciones. 

- Quiero besarte - dijo con suavidad. Sus palabras no me sorprendieron, tampoco me asustaron, simplemente se sintió correcto.

Ese fue nuestro primer beso. Un momento tierno e inocente que jamás voy a olvidar.

Luego de eso, las cosas comenzaron a fluir naturalmente. Pasó un mes y nos dimos cuenta de que lo que estaba sucediendo entre nosotras era algo real y ambas queríamos que durara. Por esa razón, nos propusimos mutuamente el ser novias y ambas aceptamos.

A los diecisiete años, continuabamos con nuestra relación y a esas alturas, casi toda la ciudad lo sabía. 

Decirle a nuestros padres fue sencillo. Ellos de cierta forma lo supieron antes que nosotras y nos apoyaron incondicionalmente.

Aunque el resto del mundo seguía pensando que éramos demasiado jóvenes para estar en una relación tan seria. Todos decían que era imposible sentir tanto por alguien a nuestra edad. Estaban tan equivocados.

Recuerdo que estábamos en la habitación de Perrie. Mientras yo estudiaba para un exámen de geometría, ella estaba afinando tranquilamente su bajo. Estaba muy concentrada en su tarea, se notaba en su rostro. Me quedé observando sus expresiones por un largo rato.

- ¿Que tanto miras?¿mmh? - preguntó con una sonrisa arrogante. Me levanté del suelo donde me encontraba y tomé su instrumento para dejarlo a un lado. Ella posó sus manos en mi cintura y me ayudó a acomodarme sobre su regazo.

Nos besamos un rato, pero luego me alejé para mirar fijamente sus ojos. Entonces supe que era el momento correcto para decirlo.

- Te amo, Perrie - susurré rozando nuestros labios, lo que me permitió sentir la sonrisa que se formó en sus labios luego de oír mi declaración.

- Yo también te amo, preciosa - murmuró.

Y ese fue nuestro primer "te amo".

A nuestros dieciocho años de edad, nos encontrábamos estudiando en la misma universidad. Ella estudiaba una carrera veterinaria, mientras que yo me fui por el lado de artes y humanidades. Nuestros horarios no coincidían en nada, pero a pesar de eso, encontramos la forma de vernos seguido.

Hicimos grandes amigos en ese lugar. De hecho aún seguimos en contacto con muchos de ellos.

A los veinticinco años fue nuestra boda. No fue una ceremonia tradicional pues, para empezar, no hubieron invitados, tampoco pastel, ni mucho menos una fiesta luego. Nos casamos en secreto. Fue un momento muy privado e íntimo, pero sobre todo, especial.

Recuerdo que ella usó un vestido blanco bastante primaveral, aunque estábamos en pleno invierno. Se veía tan hermosa y feliz. Por mi parte, utilicé un vestido negro, largo y con mangas, así que las bajas temperaturas no me afectaron tanto como a Perrie. 

Estuvo una semana en cama luego de ese gran día. Pescó un resfriado y me encargué de cuidarla.

Pero lo cierto es que nada de esto es verdad.

Nuestro primer beso no fue viendo el amanecer, fue en mi fiesta de cumpleaños y ambas estábamos borrachas.

La primera vez que le dije que la amaba nos encontrábamos fumando hierba en su habitación, estábamos muy drogadas.

Y nuestra boda sí fue privada, pero no por elección, sino porque nuestros padres y amigos jamás pudieron aceptar nuestra relación. Ellos creían que nos estábamos dañando mutuamente, pero no es verdad. Cada una se estaba autodestruyendo por su cuenta. Jamás le hicimos daño a la otra.

Pero bueno, supongo que es mejor que se queden con la mejor historia de amor que alguna vez se contó.

Jerrie Thirlwards//One shotsWhere stories live. Discover now