I

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Él lleva más de cien noches en el Imperio.

"Tres Cobres" lo llaman los ajenos, pues todavía no se acostumbran a referirlo como "Jacinto" y el propio niño sigue sin reconocer ese como su distintivo.

"Jacinto es el nombre de las flores en el jardín", refunfuña sentado junto a la ventana y el Emperador, quien ha pagado por esa alma noble que le sigue por todas las habitaciones del palacio, le sonríe. No hay palabras en su boca, solo un dejo de algo impropio en su mirada.

Pero Jacinto no lo nota.

Quizás es la falta de instrucción, porque de dónde él viene no hay muchos como el Emperador.

Quizás es el deseo entumido que despertó solo una vez hace un par de días.

Quizás es su condición de Omega recién llegado a una tierra de Alfas.

"¿Alfas?", había preguntado al Emperador cuando se presentó ante Jacinto como el apaciguador de sus pesadillas más temibles y el desconcierto en esos ojos obscuros le han llenado la mente de malos pensamientos.

Es que, ¿qué más podría ser?, ¿sabe Jacinto los motivos detrás de una compra tan cruel?, ¿sabe por qué un Alfa lo elegiría precisamente a él?, ¿seguirá preguntando por su madre y sus hermanos cuando lo sepa?, ¿deseará volver a ese pueblo triste y alejado?

Ese pueblo que ahora lleva su nombre. Que ha dejado de ser soberano y ahora es propiedad del Emperador.

Así como él, así como todo cuanto puede encontrarse en el palacio.

Oh, Jacinto, que sus ojos benditos jamás tengan la mala fortuna de ver lo que ha dejado atrás, pues el murmullo de sus pasos es un eco cruel que ha azotado con ferocidad aquello que más le ha herido, aunque él no lo sepa.

EL AMANTE DEL EMPERADORWhere stories live. Discover now