XII

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—Lady Alone.—susurró  Sherlock Holmes mientras observaba con la boca abierta la situación en la cual encontró a la chica.Empezó a soltar sonoras carcajadas.—Pero... ¿Que?

—Cállate.—Gruñó mordazmente la chica casi pelirroja mientras seguía con el cuerpo sumergido en el agua.—Ayúdame.

—Mi Lady, ¿Desde cuando nos hablamos con tanta confianza?

—Desde que estoy metida en un lago y no logro salir.—Gruñó en respuesta.

Con trabajo el detective tomó la mano de la chica, jalando levemente logró sacarla del lago, empapada de pies a cabeza, con el vestido pegado en sus curvas, dio un paso atrás antes de cometer un error, siempre que estaba con ella tenía ese sentimiento, deseaba sumergir sus manos en su cuerpo y sentirse, por primera vez, dueño del mundo, pero no debía, ella era una inocente debutante, no una mujerzuela como las que solía visitar para poder mantenerse cuerdo. 

El detective admiró a la chica que tenía frente a él, su peinado se había  deshecho y caía en forma de cascada por su espalda, su vestido estaba pegado a su cuerpo, haciendo  que su virilidad empezara a crecer, su piel era tan blanca y cremosa, se imaginó besando cada centímetro de la piel de la chica, mordiéndola, marcándola...

—Ehm... ¿Señor Holmes?

—Hemos vuelto a la formalidad.—Su voz salió mas ronca de lo que él esperaba. Sus ojos siguieron admirándola con veneración, apretó los puños al notar un par de pezones erizados frente a él, su miembro se sacudió listo para la batalla.

—Tengo frio.—Admitió la chica mientras se abrazaba a si misma, el chico quito rápidamente su penetrante mirada de los pechos de la chica.

— Oh, lo siento.—Dijo mientras se quitaba  el saco para poder envolverla en él.

El castaño apretó la respiración al admirarla envuelta en su ropa, nunca había visto algo tan hermoso, pensó. Llevaba conociendo a Lady Montrose desde hacia varios meses en los cuales la búsqueda de la madre siempre se veía interrumpida por algun asesino o por un nuevo misterio y vaya que lo agradecía, tenerla cerca era una bendición.

—Padre no puede verme así.—Exclamó frustrada. Una loca idea atravesó la mente del detective.

—Tengo ropa de mi hermana en casa por si te interesa.

—¿En serio haría eso por mi?—Una sonrisa se formó en el rostro del detective.

—Claro, lo mejor será que nos vayamos ahora antes que alguien nos vea, camina.

º º º

—¿Sherlock?—la voz de una mujer hizo sobresaltar a la chica, su esposa, pensó, y se aterró al sentir su corazón hundirse en decepción.

—Sube pronto, no deben verte.—Gruñó el detective en un susurro, mientras soltaba su mano. El castaño pudo jurar que vio un destello de decepción en los ojos de la chica, pero era importante sacarla de ahí antes que su casera la viera.

Alondra dando leves y silenciosos saltitos corrió escaleras arriba, sintiendo su corazón martillear en su pecho. Se sorprendió cuando dio un giro al pomo de la puerta y esta cedió, podrá ser un detective pero es lo suficientemente tonto para no cerrar su puerta, pensó.

Alondra se escabulló hasta la primera habitación que encontró con la puerta abierta, una cama cubierta de color verde esmeralda, las paredes color crema se veían oscuras gracias a las gruesas cortinas que cubrían la única ventana de la habitación.

LA VIDA ES BELLA| Enola HolmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora