II

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Enola suspira profundamente, odiaba tener que vestir como una señorita comprometida, o como señorita en todos los casos, todos esos lazos la ahogaba y ni hablar de los kilos y kilos de tela que se arremolinaban en sus caderas para ser sostenidos por ella.

Acarició a través del guante la pesada joyería que cargaba ese día, un regalo bastante ostentoso de parte de su prometido, a su parecer, aunque él le había recalcado una y otra vez que era lo más simple que tendría a su disposición cuando finalmente sea la Vizcondesa de Tewksbury y Marquesa de Basilwether.

Acarició a través del guante la pesada joyería que cargaba ese día, un regalo bastante ostentoso de parte de su prometido, a su parecer, aunque él le había recalcado una y otra vez que era lo más simple que tendría a su disposición cuando finalmen...

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—¿Te encuentras bien, Enola?—El susurro en su oreja la hace temblar,  Lord Tewkesbury la miraba a la cercanía con una pequeña sonrisa.

—Perfectamente, Tewkesbury.—Susurra Enola maravillada por la vista ante ella, su querido prometido.

—Es mi deber interrumpir y decirles que no estoy dormido.—Ambos jóvenes saltan al oír al detective hablar con los ojos cerrados y tapado hasta el cuello con su capa.

El Vizconde Tewksbury extiende una manta gruesa y caliente de lana sobre el regazo de su prometida, en silencio, ya que llevaba tiempo admirandola y había notado que temblaba por culpa del frío.

—Gracias, a pesar de llevar tantas capas  y capas de faldas siento demasiado frío. —Agradece Enola envolviendo su pecho y sus brazos con la manta, sintiendo el calor llenar su pecho de felicidad y amor hacia su prometido.

—Lo noté.‐—Contestó el Vizconde  tomando su propia manta.—Espero que el mensaje que envié haya llegado a tiempo y estén calentando nuestras habitaciones.

Enola lo miró confundida. —¿Qué?

—Creí que lo sabías, nos quedaremos en nuestro castillo,—Se acercó a su oído.—Cariño.

Los nervios embargaron a Enola al instante, sintiéndote sus mejillas tornarse enrojecidas.—¿Nuestro que?

—Castillo.—Contestó con simpleza mientras tomaba su mano y no pudo evitar sonreír encantado al notar que llevaba dos pares de guantes en las manos.

—¿Cómo es que tienes un castillo, Tewksbury?—Preguntó la castaña, intentando ignorar el calor que la recorría al sentir cerca a su prometido.

—Como casi todo lo que he heredado, Enola, por suerte. Aunque...—Acercó sus labios al oído de su prometida.—tuve más suerte al encontrarte hace dos años.

Enola soltó un suspiro al sentir su cercanía.

No podía creer todo lo que habían pasado juntos y separados durante esos dos años, ella se había convertido no en detective sino en investigadora privada ya que según Mycroft era mejor mantener un perfil bajo o la sociedad no la aceptaría, o eso fue lo que le dijo una tarde cuando la encontró vestida de chico caminando a los alrededores de un burdel trabajando en un escansaloso caso, a pesar de dejarle muy en claro que eso a ella no le importaba de inmediato pensó en su Tewksbury y lo que haría con su reputación así que, a duras penas, aceptó el guardarropa completo y una que otra clase de distintas institutrices que su hermano enviaba, aunque estaba segura que podía presentarse ante la sociedad tal y como estaba hace dos años atrás en el campo y su prometido, el Vizconde Tewksbury, seguiría manteniendo su promesa de matrimonio, finalmente así fue como la conoció, ¿no? Pero quería sentirse digna de ser llamada su esposa.

Su compromiso había causado revuelo en la sociedad, la hermana de un alto funcionario del gobierno y del mejor detective de todo Reino Unido, contraería nupcias con el soltero más codiciado de todo Londres, el Vizconde de Tewksbury y Marqués de Basilwether, el problema fue que de inmediato recordaron varios acontecimientos escandalosos que la joven llegó a cometer, aunque todos guardaron silencio cuando en su fiesta de compromiso la joven llegó vestida y convertida en toda una Dama, callando más de una boca.

A pesar que su hermano mayor, Mycroft, se atribuía el cambio de la joven, era innegable que el Vizconde con su futura Vizcondesa se estaban casando por amor y que el sacrificio de la castaña era producto de ello, así como  su prometido había esperado durante todo un año, hasta que Enola aceptó hacerlo público, para finalmente anunciar su compromiso.

Era evidente el amor que se tenían el uno al otro, sus ojos brillaban, sus miradas jamás se despegaban uno del otro al estar en la misma habitación y era irremediablemente evidente como buscaban desesperados la cercanía del otro, sin siquiera darse cuenta.

Enola, aún embobada por la cercanía de su prometido, giró su rostro para poder observarlo, quedando cara a cara  el uno del otro, logrando una sonrisa completa del joven Lord.

—Eres maravillosa, cariño.—Susurró el joven sin atreverse a cambiar la indecorosa posición. Por dejado de las mantas entrelazó sus dedos con los de su amada y se sintió completo.

—Mi querido Tewksbury. —Susurró de la misma forma su prometida, sintiendo como sus latidos martillean en su pecho.

—Te amo tanto, Enola.—Respondió Lord Tewksbury cerrando los ojos, entregado totalmente a su novia.

—Te amo tanto, James.— El Vizconde se llenó de satisfacción, era la primera vez que su prometida lo llamaba por su nombre de pila.

Sus narices se rozaron y poco a poco fueron acotaron la distancia, sintiéndose abrumados por la cercanía del otro, sintiéndose completos.

—Lamento interrumpir—Interfirió Sherlock Holmes el momento.—Pero estamos dos horas para llegar.

Ambos jóvenes se separaron de inmediato, sintiendo sus mejillas sonrojarse al ser descubiertos.

—Faltan dos horas no dos minutos, hermano.

—Lo sé... pero sigo siendo su chaperon.—Dijo, aún con los ojos cerrados. —Ahora descansen, llegaremos justo a tiempo para la cena.

El tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos, en especial para Enola, quien sin darse cuenta se quedó dormida hasta su arribo al castillo de Basilwether, propiedad de su prometido.

—Bienvenida a su castillo, mi lady.— Le Susurró el joven Lord mientras sostenía su mano envuelta en seda para ayudarle a bajar del carruaje.

Enola no pudo evitar observar todo maravillada, era un maravilloso castillo inmenso, rodeado de múltiples y distintos árboles, arbustos y, en especial, flores.

—Es hermoso.

—Y es todo tuyo, mi preciosa Enola.—Susurró en su oído el Vizconde.

—Esperen dos semanas más, por favor.—Rogó el detective con voz cansada.

Enola se tensó, en dos semanas sería su boda y se encontraba suficientemente nerviosa como para huir hacia escocia a solucionar los problemas de su hermano mayor.

— Mi Lord, bienvenido a casa, mi señor.—Saludó una mujer de edad avanzada, con una sonrisa gentil, cabello recogido y un vestido gris.

—Gracias, Lady Mary.—Contestó el Vizconde abrazando a la ama de llaves, quien había sido su nana desde que nació, sin soltar la mano de su joven prometida. —Le presento a mi prometida, la srta. Enola Holmes.

Enola, con nerviosismo sonrió e hizo una reverencia cortes.—Hola.

—Y su hermano, el señor Sherlock Holmes. —Continuó el joven de cabellos oscuros al notar la clara incomodidad de su prometida al conocer a alguien nuevo.

—Encantado.— Saludó el detective en respuesta a la reverencia de la mujer.

—Un detective en la familia, mi Lord, una gran adicción.

—Oh, claro, Lady Mary, aunque Enola también es detective.

—Investigadora privada.—Corrigió rápidamente a su prometido, ganándose una mirada divertida de este.

—Interesante.—Respondió la Ama de llaves mirando  con ternura a la pareja, sin duda el pequeño Vizconde había tomado la mejor decisión de su corta vida, casarse por amor.

Y es que nadie lo podría dudar, ese par desprendía amor siempre que estaban juntos.

—Bueno, será mejor que entremos a cenar, mañana conoceré a mi querida sobrina.—Dice finalmente Enola, haciendo recordar a sus acompañantes la razón de su viaje a solo un par de semanas de su boda.

LA VIDA ES BELLA| Enola HolmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora