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Según la mitología griega los seres humanos fueron creados originalmente con cuatro brazos, cuatro piernas y una cabeza con dos caras. Zeus, aterrorizado ante la perspectiva de perder su poder, los dividió convirtiéndolos en seres separados y condenados a pasar sus vidas buscando a sus otras mitades.

Alone acarició su cabello con suavidad, era exactamente lo que ella sentía al estar con Sherlock, se sentía poderosa, completa y plena.

Aun cuando él jamás la había cortejado de la forma correcta o había bailado una pieza, pero, los momentos robados, las miradas cautelosas, las cartas cifradas, las noches en las que ella se colaba en su departamento para verlo tocar el violín y la tonta forma en la que siempre terminaba involucrada en sus casos, los había unido, los había enamorado.

Alondra miró su reflejo, sintiendo su corazón dar un vuelvo, sabía que la mañana siguiente James junto a su prometida solicitarían a adopción de su hija y se la llevarían de su lado. Para una chica que se había convertido en madre de sus hermanos uno tras otro no sabía que hacer, amaba a su hija, de eso no había duda, aborrecía su situación, por supuesto, quería huir con Sherlock, siempre.

Una sonrisa traviesa se instaló en su rostro, aceptaría. Finalmente sería feliz para siempre al lado de su otra mitad.

Por otro lado en el Castillo de Basilwether, una detective -Investigadora privada.-Okay, lo siento, Enola.-Una investigadora privada se encontraba ansiosa caminando de un lado al otro en la habitación que le habían asignado, a pedido de su hermano, lo más lejos de la habitación del Vizconde.

Había acordado que reunirse después de la cena, pero al ver el estado de su hermano y su incipiente necesidad de un trago, no tuvo más opción que liberar a su prometido de la cita para que pudiera embriagarse con su deshecho hermano. Y es que no era de menos, la primera vez que, espantada, rechazó su propuesta de matrimonio fue su hermano quien lo llevó a embriagarse y darle valor para volverlo a intentar, y así durante un año hasta que ella aceptó. Ellos se entendían.

Enola acarició con suavidad su camisón de seda, era realmente hermoso, pero eso no era lo importante, ella estaba temblorosa y asustada por su boda o, específicamente, la noche de bodas, y mucho más luego de que al visitar la modista ella le explicara que debía deshechar todos sus camisones viejos y utilizar sólo camisones nuevos de seda para su esposo, pero ella no entendía, ¿por qué a Tewksbury le importaría sus camisones?

Así que luego de tomar suficiente valor le había pedido a su prometido hablar en privado sobre algo sumamente importante, pero había sido detenido por su lloroso hermano.

Soltando un suspiro frustrado detiene su paseo caótico dejándose caer en la inmensa cama que le habían asignado.

—Pagaría lo que fuera por tus pensamientos.—Interrumpió una voz cortando el silencio en el que se encontraba sumida la habitación.

—Tewksbury...—Enola se sobresaltó por la sorpresa, su prometido se encontraba de pie en la puerta abierta del balcón. —¿Cómo...?

—Soy buen escalador.—Respondió con una sonrisa encantadora.

Enola se puso de pie lentamente, de donde estaba podía percibir el olor a alcohol que desprendía su prometido.

Los ojos del Vizconde danzaron iluminados por el cuerpo de su prometida, embelesado al admirarla por primera vez envuelta en seda blanca, tan pura como su belleza.

Enola noto, por primera vez, que se encontraba en camisón ante su prometido y su pregunta de hizo presente nuevamente, ¿por qué a Tewksbury le importaría sus camisones? Aún así la vergüenza la invadió y sus mejillas pálidas tomaron un color rojizo intenso.

LA VIDA ES BELLA| Enola HolmesWhere stories live. Discover now