Epílogo: un cuento de navidad

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 «Era medianoche y todos en casa dormían.

El péndulo del reloj se constante se balanceaba

y chisporroteaba la ardiente chimenea.

De un momento a otro un ventanal la chimenea

apagó y algo mágico el tic, tac del reloj detuvo...»

Y de nuevo la vieja PC dio de sí, algo me dice que voy a tener que volver a escribir esto. Igual no estaba muy segura de lo que estaba haciendo, supongo que me había entrado el espíritu navideño y quería demostrarlo de alguna manera. Hacía un frío penetrante y seco, el viento silbaba entre los árboles, hoy es veinticuatro de diciembre, feliz navidad.

Me levanté del desayunador, me estiré y me dispuse a empezar mi día. Lo primero que hice fue poner un disco de Sinatra que me habían regalado ese par de chicos lindos que tengo por amigos, lo sé Sinatra en navidad, soy súper original. Después de insertarme en un cliché, me dispuse a hacer mis deberes, bajé a la lavandería dónde me topé con Luisa.

—¡Feliz navidad! —me saludó mientras metía la ropa en la secadora—. ¿Estás de vacaciones verdad?

—Sí señora —respondí sonriendo—. ¡Feliz navidad! Dile a Mercedes que le deseo una feliz navidad también.

Ella asintió sonriendo.

—¿Tienes planes para hoy? —volvió a preguntar.

—Mis amigos y yo organizamos una fiesta en casa de Gab —respondí iniciando el ciclo de la lavadora—. Papá también vendrá, comeremos pierna de cerdo al horno.

—Suena como un bonito plan.

Se retiró con su canasta de ropa limpia y me sonrió al subir las escaleras.

Luego de terminar de barrer y de limpiar, almorcé algo ligero y me di una ducha y me vestí con mi ropa de invierno, papá me había regalado una hermosa bufanda y Gab unos guantes de cuero, elegí un abrigo de gabardina, con un gorro que combinara, así salí de mi casa. Cuando bajé del ascensor inmediatamente noté el vaho saliendo de mi boca, el viento soplaba con fuerza. Aún con todo, decidí caminar hasta la casa de Gab, todas las calles estaban llenas de luces de hermosos colores, empezaba a oscurecer así que poco a poco se empezaban a encender, cuando pasé por la catedral escuché el órgano sonando, sabía lo que significaba eso.

Cómo lo sospeché, entré y me encontré con Victoria sentada en una de las bancas hasta adelante, en su regazo tenía una bufanda de lana, y una casaca azul muy larga para ella. Además de unas botas de invierno sin dueño justo abajo, en el órgano estaba sentado un chico alto de cabello negro azabache trenzado, tal vez por la misma chica parda que me encontré en la banca. Cuando se percató de mi presencia, sonrió y me indicó que me sentara a su lado.

—Hola guapa —susurré a su oído—. Sebastian, toca genial.

—Deberías escucharlo cuando toca Bach, se escucha de aquí a dos cuadras, es impresionante —respondió sonriendo.

Me dio la mano y vi algo que me sorprendió: un anillo de oro con un diamante en el centro.

—¿Eso es lo que creo que es? —dije sorprendida cuando la música hizo una pausa.

Ella se puso roja como una fresa, y asintió.

—¿Y ya escogieron una fecha?

—Tal vez a finales del año que viene Lau —logró balbucear—. De todas las locuras que hemos hecho, esta es las que más me emociona.

Recordé que ellos apenas habían cumplido los dieciocho años, pensé lo jóvenes que eran, pero también recordé que se pueden dar ese lujo teniendo su vida solucionada con la banda, las canciones que vende Seb y la pista de karts, a mí apenas me queda algo del dinero que ahorré. Ellos pueden darse el lujo de cometer toda clase de errores.

Laura(borrador)Where stories live. Discover now