capítulo 6

70 11 13
                                    

El sábado por la mañana fui con Gabriel a la biblioteca, como me lo temía el muchacho estaba más interesado en hablar conmigo que en hacer el trabajo, no les voy a contar lo que pasó ese día no vale la pena, solo diré que me levanté de la mesa y lo dejé solo. Él de verdad no entiende que no tengo tiempo que perder en cosas como hacer amigos o ligar. Va a tener que entenderlo a la fuerza. ¿Estoy siendo acaso muy terca? No lo sé, pero en ese momento estaba algo molesta, no me gusta que me mientan, él pudo haberme invitado a salir si eso era lo que quería. Digo, lo hubiese rechazado, pero la sinceridad, ante todo. El domingo iba a pasar por fin todo el día descansando, había estado lloviendo desde el jueves, los cántaros necesitaba parar y respirar un poco. Voy a tener que hablar con la profesora para que me deje hacer el trabajo sola.

Estaba sentada sobre mi cama pensando en todo esto, cuando alguien llamó a mi puerta. Pero no había nadie cuando abrí, lo que sí había era otra canasta, esta vez con algo de pan y frutas, además de un par de frascos con jalea. Me extrañó mucho y fui a tocar al apartamento de mis vecinas.

Cuando abrieron estaban aún en pijama, igual que yo, a decir verdad.

—Disculpen señoras —dije sonriendo—. ¿Esto lo dejaron ustedes en mi puerta de casualidad?

—Hola querida, justo íbamos a desayunar —respondió Luisa.

—No señorita, esa canasta no la habíamos visto jamás —contesta Mercedes asomándose tras de Luisa—. Pero ya estás aquí. ¿Por qué no desayunas con nosotras? Hicimos café y hay huevos.

—Podríamos comer algo de lo que está en la canasta también —sugerí—. Aunque advierto que no tengo idea de dónde salió, apareció en mi puerta después de que alguien llamara a ella, aunque cuando abrí ya no había nadie.

—Es realmente extraño —contestó Mercedes—. ¿Algún pretendiente tuyo tal vez?

—No tengo pretendientes, de hecho, no suelo dejar que los chicos se me acerquen mucho...

—Bueno pero pasa pequeña, aquí paradas nos van a salir raíces —intervino Luisa.

—Con permiso —dije al pasar con la canasta en manos.

Su apartamento era mucho más grande que el mío, tenía dos habitaciones e incluso una sala. Además de un baño para cada quien. No me podía imaginar cuánto podría costar la renta de ese lugar. Bueno supongo que no tenían muchos gastos y compartían la renta.

Me senté poniendo la canasta en su desayunador. Y observando todas las fotos de sus hijos y nietos. Ellas trajeron el café recién chorreado y lo pusieron un paño sobre el desayunador para no manchar la madera de la que estaba hecho.

—Cuéntanos: ¿Cómo es eso de que no dejas que los chicos se te acerquen? —preguntó Mercedes.

—Ya te he dicho que no le hagas preguntas metiches a la niña —intervino Luisa con enfado.

—Perdón, solo me dio curiosidad que una chica tan guapa no tenga pretendientes, con un cuerpo como ese a su edad no me hubiesen dejado en paz los muchachos —Eso es un halago supongo... No me considero una chica fuera de lo normal, pero sé los atributos que tengo y los exploto al máximo, tal vez eso me haga ver cómo alguien especialmente sexy, causar esa impresión la verdad me gusta bastante, sentirme atractiva y juguetona me es bastante satisfactorio. Mis piernas son las partes que más suelo resaltar, me gusta usar medias y liguero precisamente para hacerlas notar.

—No te preocupes, siempre estoy dispuesta a responder —dije con una sonrisa—. La verdad es que no considero que en mi vida haya espacio para el amor.

—Siempre hay espacio para el amor —dijo Mercedes—. ¿Qué hay de las chicas, te gustan? Dime qué dejas que se te acerquen. Todos necesitamos algo de amor de vez en cuando, no podemos estar solos para siempre.

Laura(borrador)Where stories live. Discover now