Malas noticias

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Era la tarde y Elizabeth regresaba de un paseo primaveral por el barrio. Todo parecía ser feliz, incluso los cementerios estaban contentos ese día, con todas las plantas florecidas y el canto de los pajaritos. Eran sus últimos momentos antes de la gran tristeza.

Entró al living de su casa y estaban sus padres hablando con la madre de Jorgen. Probablemente la primera vez después del 20 de agosto (el cumpleaños de Elizabeth). Unos minutos después, la madre de Jorgen se fue. Elizabeth moría de curiosidad ¿por qué motivo hablarían sus padres con la madre de Jorgen? Había un silencio desagradable en el vestíbulo que realmente daba miedo ¿qué cosa puede causar un silencio tan abrumador?

Liz rompió el silencio y preguntó:

― ¿Está todo bien?

― Tenemos malas noticias. ― dijo la madre de Liz. ― Probablemente pronto vamos a estar en un funeral.

― ¿Qué? ¿Qué pasó? ― dijo Liz con voz temblorosa.

― Jorgen se accidentó muy terriblemente: cayó de la planta alta de su casa. Está en el hospital pero tiene muy pocas esperanzas de vida. ― explicó Fiona con delicadeza, fiel amiga de su hermana.

Elizabeth estaba en estado de shock. No podía creerlo: el día anterior habían conversado tan animadamente, él parecía tan vivo... Y ahora... ¿No estará más? El vacío y el dolor que deja la muerte siempre viene sorpresivamente y nunca te permite prepararte. Uno siempre piensa que la muerte va a llegar después, después, pero ese después no llega nunca.

Si recuerda la muerte de algún ser muy querido, lector (por ejemplo, un abuelo) va a entender muy bien todos los sentimientos de la protagonista en este momento, y no será necesario explicar más.

Bueno, aún quedaban esperanzas: Jorgen estaba vivo. Al pensar esto, Liz decidió partir rápidamente al hospital donde su "amigo" estaba internado, antes de que la muerte los sorprenda.

Ahí estaba Jorgen, lleno de sangre, cubierto de vendas, recostado en la cama del hospital, sin energías. Elizabeth se acercó a la cama y observó a Jorgen, perpleja. Él, costosamente, levantó la mano y tomo la mano de Elizabeth, y dijo con uno de los mayores esfuerzos que hizo en su vida:

― Cómo puede ser que no me cuidé un poco más... No podré aprender de este error y... y... Ay... Gracias por tu visita, Liz, sabía que vendrías.

Elizabeth entendía muy bien cada una de las palabras de su amado. Acarició su cabello dorado, cubierto de vendas, luego le dio un beso fugaz como siempre. El último de todos los cariños. Nunca más volverán a verse... Bueno, eso creen ellos.

Ese día, 22 de abril del 1966, Jorgen dejó de respirar y su corazón dejó de latir.

Adiós, Jorgen.

La muñeca Where stories live. Discover now