Capítulo 25. Amor enfermizo.

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"El vuelo 43 ha sido pospuesto por mal tiempo, se ruega a los pasajeros que tengan paciencia y esperen a que amaine el temporal. Gracias."

     Sousuke caminaba con paso ligero dentro de un aeropuerto del centro Tokio, jamás había estado dentro de uno y menos de uno tan enorme como ese. Los pasillos estaban llenos de personas de todas las nacionalidades que, al igual que él, luchaban por abrirse paso entre la muchedumbre. En el epicentro del tumulto escuchaba hablar a gente en más idiomas de los que podía reconocer; Por lo visto acababa de desembarcar un avión. Aun no podía creerse que fueran a irse juntos, que fueran a fugarse, pero lo que menos podía creerse era que todo fuera a salir bien. Estaba eufórico, tenía muchísimas ganas de comprar por fin los billetes, de llamar a Haru y decirle que ya podían irse, incluso tenía pensado lo que le diría cuando cogiese el teléfono. Sousuke tenía frente a él un montón de paneles con todos los vuelos que saldrían próximamente. Antes de elegir uno miró el mapa del tiempo para cerciorarse de que no hubiera un mal temporal que les aplazase el vuelo. « ¡Es perfecto!» Pensó cuando por fin escogió el destino de su vuelo. Viena les acogería con los brazos abiertos. Ya se imaginaba con él, sentados en la Riesenrad, observando la belleza de la ciudad desde lo alto de la noria más famosa y romántica de todo Viena.

     Antes de que pudiera acercarse al mostrador sintió una fortísima punzada en el lado izquierdo del pecho, en el lado del corazón. Su abuelo siempre decía que las punzadas en el corazón se sentían cuando algo iba mal, realmente mal. Sousuke no era especialmente supersticioso pero dadas las cosas que les sucedían últimamente, sintió la imperiosa necesidad de llamar a Haru y quedarse tranquilo al escucharle decir que todo estaba bien. Trató de autoconvencerse de que era una tontería llamarle por eso y más en horario de clases, pero casi sin darse cuenta ya estaba marcando su número. Con cada pitido sentía que se le iba a salir el corazón por la boca, no entendía porque estaba tan nervioso. Probablemente le hubieran fallado las piernas si en ese momento hubiera sabido que apenas hacía unos minutos acababan de secuestrar a Haru y que por lo tanto ese mal presagio que sentía era real.

 «Cógelo... Haru, cógelo, por favor.»





    La oscuridad de la parte trasera de un coche con las lunas tintadas inundaba a Haru, abrazándole casi con tanta fuerza como el dolor que le oprimía y le quemaba el pecho. Hacía apenas un par de minutos que se había despertado tumbado en el asiento trasero de ese automóvil, con las muñecas y los tobillos atados con fuerza. Hubiera gritado pidiendo ayuda si no fuera por ese gran esparadrapo que le tapaba la boca y apenas le dejaba respirar en condiciones. Trataba de quitarse las bridas que tenía en las muñecas, pero era imposible, estaban demasiado apretadas, incluso notaba el palpitar de su pulso sanguíneo en esa zona.  Entre él y el conductor había un cristal tintado que le impedía ver quién era el desalmado que le estaba llevando a Dios sabe qué clase de lugar, aunque no había que ser muy inteligente para darse cuenta de quién podía ser aquel hombre. En ese momento Haru se sintió terriblemente idiota, había sido por su culpa, no debía haberse separado del resto; Se lo puso en bandeja, pero quién iba a imaginarse que se atreverían a secuestrarlo a plena luz del día y en su instituto. Con las manos atadas a la espalda trató de abrir la puerta pero obviamente estaba cerrada. De repente el coche pilló un gran bache y le desestabilizó por completo, haciendo que soltase un gruñido cuando impactó de cara contra el suelo. Desde ahí trató de abrir la puerta golpeándola con ambas piernas, pero no se abría, ni siquiera chirriaba en señal de que había conseguido que cediese un poco.

     Pasó poco tiempo hasta que Haru dejó de pelear. Se sentó impotente en el suelo del coche en vez de en los asientos, apoyando la espalda en el cristal que le separaba del hombre que le iba a privar de su libertad, del hombre que le iba a alejar de su vida y de su amor. Lágrimas de rabia comenzaron a brotar de sus ojos y con la mirada borrosa las veía perderse en la moqueta del coche. Sin saber muy bien por qué, al ver sus lágrimas se acordó del mar; Quería ir con Sousuke. En ese momento, cuando lo único que copaba sus pensamientos era Sousuke, sintió como si su corazón fuera a romperse de un momento a otro, un millón de preguntas estallaban en su cabeza. Tenía tanta impotencia y tanta rabia que quería golpear todo lo que saliera a su paso, pero no podía, tenía las manos y los pies atados. Ni tan siquiera podía liberar su ira, hasta de eso le habían privado. Las lágrimas no cesaban de caer, cada vez que la imagen de Sousuke volvía a su mente notaba como su corazón latía con mucha más furia y ardor.

Aprendiendo a querer.  (SouHaru) Where stories live. Discover now