Capítulo 22. Condiciones.

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    Pasaron minutos mirándose a los ojos con los dedos entrelazados, no querían separarse, no después de todo lo que habían pasado y de todo lo que habían sufrido. Haru dio un paso hacia delante y se juntó con el pecho de Sousuke, dejando descansar la cabeza al lado de su corazón, para poder así escuchar los latidos de este, que en ese momento iban tan rápido como los suyos. Cuando ambos cuerpos se juntaron Haru pudo notar como él también estaba temblando un poco, podría haber sido por frío ya que el clima aún no era muy cálido, pero ese no era el caso, estaba temblando por todas las emociones que le abordaban, por un momento, cuando no sabía quién le había secuestrado, pensó que jamás volvería a verle, que todo se había acabado ahí, sin ni siquiera pedirle perdón en condiciones o decirle que le quería hasta el fondo de su corazón.

    Reim que estaba observándoles apoyado en el marco de la puerta, pensó que quizás debería dejarles estar un poco más juntos, si quería hablar con Sousuke necesitaba tenerle en plena facultad de atender los asuntos que tenían entre manos y sin duda, si no dejaba de pensar en su pequeño pajarito, no podría hablar con él en condiciones. Puede que esa fuera la excusa que se puso a sí mismo para no parecer blando ni siquiera ante su propio subconsciente, pero lo cierto es que Sousuke le tenía totalmente embelesado, sobre todo por ese amor suicida que mostraba en todo momento; Siendo capaz de dar la vida por él; Siendo capaz de matar por él. Cada vez que le miraba no podía evitar el mirarse a sí mismo, él también tuvo un amor incondicional, de esos que te hacen mirar la vida de otra forma, de esos que se te clavan en el corazón hasta el día en el que tus latidos cesan y se pierden en el viento. María se llamaba, era una estudiante Española que fue a Japón de intercambio, cabello rubio, ojos marrones y piel ligeramente tostada por el sol del Mediterráneo. Fue amor a primera vista, trató de alejarse de ella, pues la vida de un futuro jefe de la yakuza no era la apropiada para una chica como María, dulce, bondadosa y que no creía en la maldad del ser humano. «Un hombre como yo no está hecho para ti, muñeca.» Susurró mientras hundía los dedos entre el cabello de ella. Aún en ese momento, 10 años después de su muerte, si cerraba los ojos y el viento le soplaba de frente, aún podía notar el olor de su cabello. Incluso a veces le parecía verla entre la gente o escuchar su voz en cualquier lugar. Jamás superó que se fuera de su lado, la vio morir de un balazo, la sostuvo mientras agonizaba y ni tan siquiera en ese momento perdió esa sonrisa que la caracterizaba. «Esta noche te haré un pastel y bailaremos esa canción que tanto te gusta, pero no me dejes solo María... No me dejes...» Dijo, sin darse cuenta de que sus ojos se ahogaban en lágrimas y sus palabras se atragantaban a medida que salían por su garganta. Desde ese momento, desde el mismo instante en el que sus respiraciones cesaron entre sus brazos, vengarla se convirtió en el único motivo por el que su corazón latía y latía con más furia que nunca. Con la rabia de un hombre que vio morir a la persona que más amaba por culpa de la yakuza.

     Reim se aclaró la garganta antes de comenzar a hablar, después de rememorar todo aquello sentía que las palabras se negarían a salir por sus labios; María era su mayor debilidad incluso muerta. No podía pensar en ella sin sentir que la pena inundaba todo su corazón, su único aliciente para seguir respirando era el vengarla, vengar su muerte y mientras moría su asesino (de cuya cara jamás se olvidaría) repetiría su nombre, una y otra vez, hasta que lo último que escuchase en su vida fuera eso; María.

"Sousuke, por qué no bajáis al jardín interior, si vienen vuestros amigos ya les diré algo."

    Haru se quedó atónito, no habían ido ahí para dar un paseo, ni siquiera habían ido ahí por su propia voluntad, si no le hubieran dicho  que Sousuke estaba secuestrado obviamente ni se le habría pasado por la cabeza el ir a un lugar como ese. Necesitaba respuestas, respuestas a todas esas preguntas que estaban quemando su pecho y ese hombre, en vez de resolverlas, simplemente se dedicó a ofertarles el dar un paseo.

Aprendiendo a querer.  (SouHaru) Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum