ɴɪɴᴇᴛᴇᴇɴ

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Kaminari no podía creerlo, jamás en su vida creyó que estaría en una situación donde le confiarían la vida de alguien de esa forma, mucho menos de alguien tan importante como lo era Bakugo para todos. Sabía bien que el Bakugo normal no le confiaría nada a él y ... 


No, no era así, sabe que Bakugo confía tanto en él que una vez se dejó convertir en una papa de puré solo para dejarle la tarea de terminar con el villano y salvar su pellejo, porque sabía bien que esa supuesta prueba para medir tus habilidades se había convertido en algo más que una prueba. Sabía bien que los lideres de ese lugar los veían como sujetos desechables que podían ser reemplazados con facilidad por el siguiente grupo de niños con deseos de ser héroes porque el mundo estaba tan podrido que ni siquiera les dejaban disfrutar las infancias con el solo objetivo de tener más marionetas en el futuro. Y lo peor es que estando consciente de ello es que se metió en ese mundo para poder ser alguien en la vida y llevarle orgullo a sus padres, porque no había nada más honorable que ser el escudo para que otros puedan vivir en sus vidas tranquilas. 

Por eso ahora sentía el corazón tan lleno al ver la carita regordeta de su pequeño amigo acostado en su cama durmiendo con un peluche que no sabe de dónde sacó pero que era perfecto para su tamaño. 

Tomó una frazadita que le pasó Uraraka y con ella lo cubrió para que siguiera durmiendo, estaba agradecido que se durmiera temprano porque podía usar la noche para poder hacer las tareas que le faltaban, no lograba entender cómo es que Urarka había podido hacer eso todos los días, porque él recién llevaba el primer día y ya estaba agotado. Aunque debe decir que no se comportó nada mal, solo quería jugar y aprender siempre, lo que más le gustaba fue escucharlo reír cuando prendió un juego de luces con sus toques. 


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