Final feliz

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Ranma ½ no me pertenece.

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Fantasy Fiction Estudios

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Final feliz

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Akane juntó las manos y rezó una plegaria junto al arco torii. Mucho más arriba, al final de casi cincuenta escalones de piedra, estaba el santuario Mitsumine. Lo había descubierto por casualidad mientras rodeaba la montaña y le pareció una señal de buena suerte para su viaje. Realizó una reverencia y se despidió. De Nerima, de Tokio y de su antigua vida.

Si tenía razón, y el torii de verdad indicaba que todo iría bien, de ahora en adelante sería feliz. Por fin libre de locuras, de problemas y de un prometido impuesto por su padre. Libre de un chico que no la amaba de la forma en que ella lo hacía.

Sí, todo iría bien.

Pero sus pies no se movieron. Sabía que el santuario había sido una excusa para detenerse, porque en la última intersección había doblado a la derecha a último momento, pero él no tenía forma de saberlo si la estaba siguiendo. Así que, si estaba allí, a un lado del camino, perfectamente visible desde la carretera gracias a su abrigo rojo, haciéndole una larga reverencia al viejo torii que indicaba el camino al santuario de la montaña, sería muy fácil para él distinguirla.

Si es que la estaba siguiendo.

Akane se dio cuenta de que deseaba que la estuviera siguiendo, realmente y con pasión, lo que la hizo sentirse estúpida. Porque ayer mismo le había dejado claras sus intenciones, pero él no había respondido acorde a lo que ella esperaba, a los sueños tontos que tenía en la cabeza. Creyó que después de Jusenkyo todo cambiaría entre ellos, que para los dos ese tiempo juntos había significado algo, que esas experiencias habían hecho crecer y madurar sus sentimientos.

Pero se equivocaba.

El afecto no era mutuo. Porque, después de contarle sus planes, él se quedó callado, en completo y profundo silencio, y ni siquiera se dignó a mirarla. Entonces, Akane se ahorró más humillaciones y salió del cuarto, decidida. Haría tal y como había pensado, tal y como había contado tan minuciosamente, pero iría sola en lugar de acompañada por él.

Incluso el recuerdo de aquel momento le dolía. Hasta la confesión que balbuceó con tanta timidez parecía una tontería pueril, luego de aquel silencio. Qué idiota era él, que ni siquiera sabía rechazarla como era debido. ¿Pero qué podía esperar? Nunca tuvo tacto y las palabras nunca habían sido su fuerte.

Akane se limpió con los dedos las tontas lágrimas que acudieron a sus ojos y suspiró. Acomodó los tirantes de su enrome mochila de viaje, se ajustó los cordones de los zapatos y echó a andar.

A los pocos metros escuchó otros pasos por la carretera, justo detrás de ella, y su corazón se agitó, emocionado. Pero solo eran turistas, que reían y hablaban en otro idioma. Ella dejó caer los hombros y se hundió en la tristeza. Después se enojó. Con su destino que la obligaba a hacer aquello para poder ser feliz, y con él, que alimentaba sus esperanzas con esos silencios.

Historias de primaveraWhere stories live. Discover now