El lugar de los débiles

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Ranma ½ no me pertenece.

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Fantasy Fiction Estudios

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El lugar de los débiles

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—¡WAOTOMEEEEE! —gritó el hombre con todas sus fuerzas.

Las mujeres que hacían las compras voltearon la cabeza y cuchichearon entre ellas, los hombres que charlaban en los porches de madera se asomaron a la calle de tierra.

—¡Eres Ranta Waotome, ¿verdad?! —siguió gritando el hombre joven. Usaba un pañuelo desgastado alrededor de la cabeza y los mechones de cabello castaño oscuro se le pegaban a la frente y las mejillas a causa del sudor.

El otro hombre dejó de caminar, pero no habló, tampoco se dio la vuelta para mirarlo.

—¡Te he estado buscando desde hace mucho tiempo, Waotome! —exclamó el hombre del pañuelo.

—No me interesa —dijo por fin Ranta. Su voz era varonil y ronca, como si no la hubiera utilizado en mucho tiempo, o como si no fuera muy dado a las palabras.

—¿Qué no... qué no te interesa? ¡Maldito cabrón!... ¡Soy Kyoga Mikibi, enfréntame como un hombre!

Kyoga desenfundó el revólver. Las mujeres gritaron, corriendo a refugiarse dentro de las tiendas. El dueño del saloon cerró las puertas y atrancó las persianas, y el sheriff, con los pulgares colgando de la pretina de los pantalones, salió a mostrarse en la puerta de la comisaría. Normalmente eso bastaba para amilanar a los revoltosos, eso, la brillante estrella que tenía prendida de la camisa y la enorme pistola Tendoru que le colgaba del cinto, junto con la munición.

Sin embargo, Kyoga disparó y la bala se enterró justo entre las botas llenas de polvo de Ranta. Por el balcón del burdel se asomaron dos jovencitas en finas camisolas de algodón, con el cabello alborotado por haber salido recién de la cama. Los demás curiosos se apartaron de las ventanas y solo los más valientes se atrevieron a mirar por las cerraduras de las puertas bien cerradas.

El sheriff se movió otro poco, hasta bajar los escalones del porche hacia la calle de tierra.

—¡Ustedes dos...! —ordenó.

Se interrumpió cuando Ranta alzó una mano.

—Yo me encargo de esto —sentenció.

Ranta se volvió hacia Kyoga con una mueca de disgusto torciendo sus sensuales labios. Su rostro era duro y masculino, con una barba incipiente oscureciendo su mandíbula cuadrada. El cabello muy negro y largo estaba tomado en una coleta y los ojos se ocultaban bajo el ala del sombrero.

—Así que no eres una nenita después de todo —se rio Kyoga con ganas—. ¡Prepárate para morir!

Volvió a enfundar el revólver, pues tenía el deseo de matar a Waotome en un duelo justo, y separó las piernas. Ranta también se acomodó, estirando los brazos a cada lado de su cuerpo. Tenía dos revólveres, uno colgando sobre la cadera derecha y uno sobre la izquierda. Se decía que sus enemigos nunca sabían con cuál de los dos dispararía.

El viento pasó entre los dos hombres, arrastrando pasto seco y haciendo rodar alguna botella vacía y olvidada, ondeando la coleta de Ranta tras su espalda. El sol dio de lleno sobre sus cabezas, las gotas de sudor resbalaron por los rostros concentrados. Los dedos se movieron cerca de las armas.

Kyoga tomó aire y se movió. Ranta alzó la cabeza, descubriendo el brillo mortal de sus ojos azules. El movimiento fue tan rápido que nadie lo vio, ni el sheriff que estaba a menos de un metro, ni las chicas en el balcón del burdel; nadie pudo decir con qué mano disparó Ranta Waotome. Solo vieron el cuerpo de Kyoga Mikibi cayendo de espaldas sobre el suelo, ya sin vida, con el disparo justo en medio de los ojos. Y vieron la sangre que brotaba de su cuerpo y empapaba la tierra del salvaje este.

En el cine, Akane soltó un gritito de emoción, que fue coreado por otras mujeres en la sala. A su lado, Ranma estaba aburridísimo, y algo enfurruñado, con los brazos cruzados y la boca torcida.

—Mis peleas son mucho más emocionantes —dijo con rabia—. ¡Y no necesito pistolas!

—No son pistolas, son revólveres —lo corrigió Akane.

—¿Y a quién le importa? Ni siquiera es de verdad, en cambio, cuando yo peleo...

—¡Cállate y déjame ver la película! —lo regañó Akane en un susurro violento.

¿Quería ver la película o al tal Ranta?, quiso preguntarle Ranma, pero no estaba dispuesto a caer tan bajo. Apoyó la mejilla en la mano y frunció el ceño.

—Bah, las pistolas son para los débiles —sentenció.

Y se dedicó a poner mala cara por la siguiente hora y media.

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—Oye, Akane, ¿tienes un...?

Akane no estaba en su cuarto. Ranma miró alrededor y se encogió de hombros. Metió las manos en los bolsillos de su pantalón chino y se dedicó a curiosear las cosas sobre el escritorio y los libros que tenía abiertos sobre la cama. Al darse la vuelta se encontró con un póster gigante de la última película de Ranta Waotome pegado en la pared, justo encima del espejo.

—Ese idiota...

Después imitó la pose del actor en el póster.

—Ni que fuera tan difícil.

Desenfundó dos revólveres imaginarios y le disparó a enemigos invisibles. Después usó un solo revólver, dando varios tiros sucesivos, amartillando el arma con la palma de la otra mano entre un tiro y el siguiente, como si fuera un verdadero profesional. Cuando todos sus enemigos estuvieron muertos y bien muertos, guardó el arma.

Y Akane soltó una risita.

Ranma la miró con el rostro completamente rojo. Su prometida llevaba sus enseres de aseo en una canasta y tenía todavía el cabello húmedo y la piel sonrosada después del baño. Sus ojos de chocolate brillaban con humor.

—Yo no estaba... —dijo Ranma—. Es decir, solo estaba... ¡Yo...! Bueno, ya sabes...

Corrió hacia la ventana abierta para escapar, pero antes de irse se dio la vuelta para sentenciar con convicción:

—¡Las pistolas son para los débiles!

Akane soltó otra risita.

Ranma volvió a asomarse para agregar:

—¡Y para los cobardes!

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FIN

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Nota de autora: Ahora la pregunta es: ¿a Akane le gusta Ranta porque se parece a Ranma?, ¿o le gusta Ranma porque se parece a Ranta? XD.

Hablando en serio, Noham me dio la palabra «pistola», aunque terminé usando la palabra «revólver», ¿me perdonás, Noham? Y los que leyeron El año de la felicidad tal vez notaron algunos elementos conocidos, como el revólver Tendoru.

Muchas gracias a todos los que nos apoyan día a día, y a los que me dejaron un comentario en el capítulo anterior: Arianne, Lelek, Juany, Hcoronadogandara, Gatopicaro, Psicggg, Rowen, Luz, Diluanma y Noham.

Nos leemos.


Historias de primaveraWhere stories live. Discover now