Maldito

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Ranma ½ no me pertenece.

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Fantasy Fiction Estudios

presenta

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Maldito

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Corrió. La arena era cálida bajo la planta de sus pies y se deslizaba entre sus dedos con suavidad. El mar estaba muy cerca. El rugido de las olas era poderoso y el viento sopló con fuerza, agitando su flequillo y tirando la trenza hacia su espalda. Todo era maravilloso y perfecto. El zumbido de las olas se mezcló con su respiración agitada cuando se internó en el agua. Cerró los ojos. Respiró.

Y sonrió. El agua fría del mar le llegaba hasta la cintura y la camiseta sin mangas se le pegaba al torso por la salpicadura de las olas. Era feliz, tan sublime y absolutamente feliz que Ranma Saotome soltó una carcajada masculina llena de arrogancia. Después inclinó la cabeza para mirar sus manos fuertes y varoniles, de dedos anchos y callosos, y observó también el resto de su cuerpo. Musculoso, fuerte. Masculino.

Lo había logrado, y qué bien se sentía.

Pero, de pronto, el fuerte viento trajo el murmullo de algo que le resultó familiar, pero ominoso. Una sensación de mal presagio le recorrió la espalda. Ranma giró la cabeza. Entonces, la sonrisa se borró de su rostro. Porque allí, en medio de la costa bañada una y otra vez por las fuertes olas, estaba Nabiki Tendo.

Usaba la misma ropa que cuanto tenía diecisiete años y él la conoció. Se sentaba con las piernas cruzadas y frente a ella estaba la mesa baja de la sala de los Tendo. Leía una revista casi con aburrimiento, pasando las páginas con parsimonia, con una paleta helada entre los dientes. Ranma la observó con extrañeza. Nabiki alzó el rostro y murmuró:

—¿Qué pasa? ¿Qué tanto me ves? —Se quitó el helado de la boca y sonrió socarrona—. Ya entiendo. ¿Quieres comprar una foto de Akane?

Akane.

Por algún motivo, ese nombre dolía.

—Esa es la única manera —siguió diciendo Nabiki— en que puedes verla ahora, ¿cierto?

Ranma se enfureció por esas palabras. Con rabia fue a encararla, a grandes zancadas que marcaron la arena húmeda de la playa. Pero la chica desapareció delante de sus ojos.

—Tu maldición o ella. Fue tu decisión, Ranma —dijo Soun Tendo.

Cuando el joven giró la cabeza hacia la voz, el hombre de bigote se cubría la cara con el periódico abierto, sentado en el suelo, frente a la misma mesa baja.

Ranma cayó de rodillas sobre la arena húmeda. El agua lamió sus pies y sus pantorrillas.

—¿No te arrepientes de haber elegido? —preguntó Soun Tendo.

Ranma abrió la boca. Un relámpago iluminó el cielo. Su cuerpo se estremeció con el agua fría del mar.

—Aka...

Abrió los ojos. De nuevo se había quedado dormido sobre la playa. Se incorporó despacio y descubrió que el cielo sobre él se había vuelto azul marino y las nubes de tormenta avanzaban desde el oeste, arrastradas por un viento frío y rebelde.

Se puso de pie despacio. El sueño le había dejado un mal sabor de boca. Aún no la olvidaba, después de todo. Lo carcomía por dentro todos los días, recordándole el mayor error que había cometido. Pero era inútil pensar en ella, hacía mucho tiempo que la había dejado atrás, el mismo día que fue a esa isla, cumpliendo su condena.

Le dio la espalda al mar y avanzó lentamente subiendo la colina, directo hacia la casa de madera que estaba en la cima de la cuesta. Pensó en la cena y en lo que haría al día siguiente, mientras el fuerte viento agitaba sus pantalones anchos de tela y hacía bailar a su espalda la trenza. Respiró profundamente cuando llegó arriba, girándose a admirar el paisaje tormentoso desde su altura. El cielo oscuro y las luces lejanas de los relámpagos, el aroma salobre y húmedo, y la sensación fría sobre la piel, que lo hacía desear refugiarse en la casa, junto al fuego del hogar.

Entrecerró los ojos y lo divisó en el horizonte. Una figura oscura que se iba agrandando con el paso de los segundos. Parecía la lancha de Yasuhiro, pero él nunca viajaba tan tarde a la isla. Aunque no podía ser nadie más, porque Ranma no esperaba invitados, y ni siquiera tenía amigos. Había borrado su presencia del mundo tan perfectamente que era imposible que alguien viniera a verlo.

Pero era Yasuhiro, o al menos su lancha, Ranma la reconoció cuando la embarcación alcanzó los últimos metros hasta la orilla. En la lancha había dos personas. Una se bajó, con grandes aspavientos, y realizó varias reverencias a la otra, que se quedaba sobre la lancha.

Ranma no lo entendía, pero se quedó observando, con el corazón latiéndole cada vez más rápido, mientras un rayo retumbaba más allá de las montañas.

Entonces pudo verla. El cabello corto y el chaleco salvavidas todavía puesto, que aferraba con las dos manos, incluso cuando ya estaba en tierra firme. Usaba un gi blanco de entrenamiento, que le quedaba demasiado grande sobre el cuerpo menudo.

Akane.

Ranma dio un paso y dudó, atravesado por diferentes emociones, todas contradictorias y violentas. Primero el asombro, seguido de la duda. Después la ira porque se hubiera arriesgado, y al final el alivio, teñido con la calidez de saberse querido. Y necesitado. Y buscado.

La lluvia se descargó con fuerza sobre la playa, mojando el cabello y el cuerpo de Akane, y empapando también a Ranma. Él dejó caer los hombros y la cabeza, que inclinó sobre el pecho, apesadumbrado. Y experimentó otra vez aquel cambio, la estatura que disminuía, los brazos que se hacían delgados, las manos pequeñas, el busto generoso en ese cuerpo que no le pertenecía. Sacudió la cabeza, y dejó que la trenza de cabello pelirrojo danzara en un vaivén.

Y alzó el rostro, contrariado, alegre y triste. Sabiendo que todo había terminado. Aquel día, cuando cometió el peor error de todos, una parte de él mismo había muerto.

Pero Akane se la había traído de regreso.

Se impulsó hacia adelante y echó a correr, directo a su encuentro.

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FIN

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Nota de autora: Hoy fue un día largo de muchísimo trabajo, así que no hicimos historias muy largas, para poder descansar. Noham me dio la palabra «isla», y me dijo que, ya que íbamos a hacer algo corto, podría tratar de hacer algo sin ningún diálogo. Al final no pude, lo siento, querido Noham, pero al menos Ranma no dice nada en todo el fic (si no contamos la parte del sueño).

Muchas gracias a todos los que siempre se toman un momento para leer y también comentar: Diluanma, Arianne, Gatgopicaro, Rash, Psicggg, Rowen, Guest, Noham y Saritanimelove.

Nos leemos.

Historias de primaveraWhere stories live. Discover now