La historia del agua

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Ranma ½no me pertenece.

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Fantasy Fiction Estudios

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La historia del agua

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Las olas bañaron con fuerza la línea de la costa y mojaron sus pies desnudos. Había dejado sus zapatillas de tela en la bajada a la playa, a un lado de las tablas de madera.

Había sido un impulso, pero estaba decidida. Muchas veces lo había intentado antes, y hoy sería el día en que por fin lo lograría. Se estremeció con la brisa nocturna y el sonido embravecido del océano, pero siguió adelante. El agua estaba condenadamente fría. El mar era como una boca enorme y negra que la engullía, haciéndola sacudirse cada vez con más fuerza a causa del frío y del miedo que le provocaban sus propias acciones.

Se sentía tan triste que estaba a punto de romperse. Era como si su corazón fuera un agujero sin fondo, incapaz de reservar un ápice de esperanza o calidez. Se sentía sola, la persona más desdichada del mundo. Se sentía... nada. Ese era su pensamiento constante, era nada, solo un bulto que estorbaba en el mundo, deforme, incapaz, inútil.

Nada.

El agua le llegó a las rodillas y se abrazó a sí misma, balanceándose en el abismo de su cordura. Unos pocos pasos más y perdería pie. Sería rápido, porque no sabía nadar.

«No lo hagas».

¿Y qué si lo hacía? ¿Y qué si acababa con todo en un impulso feroz? Lo que importaba era que iba a dejar de sufrir, iba a acallar esas voces en su cabeza que le decían que lo hacía siempre todo mal, que era la más tonta y la más inservible. Que no merecía vivir y respirar el mismo aire que los demás.

«No lo hagas».

¿Y qué si lo hacía? Nadie iba a llorarla. Nadie iba a sufrir. Al contrario, estaba segura de que la vida de todos se arreglaría en cuanto ella dejara de existir. Porque ella era un problema, lo sabía, aunque todos trataran de ocultarlo y la consolaran a veces con palabras huecas. Todos estarían mejor sin ella.

«No lo hagas».

Dio otro paso, con la cara bañada de lágrimas, o mojada tal vez por el agua salada que salpicaban las olas.

«No lo hagas».

Cállate, cállate, quiso gritar. ¡Déjame en paz! Estoy cansada.

Cansada.

Estoy...

El corazón le latió con fuerza cuando las aguas se la tragaron. Luchó por instinto para no hundirse, diciéndose a sí misma que era la más tonta de las tontas.

¿Ni siquiera esto puedes hacer bien, Akane?

—¡No lo hagas!

¿Fue un grito de verdad? El sonido del agua le ensordecía los oídos y no supo si fue su imaginación o una voz lejana que arrastraba el viento. De pronto, una fuerza más grande que la del océano la tomó por el torso, oprimiéndole las costillas e impidiéndole respirar incluso cuando emergió del agua.

Historias de primaveraWhere stories live. Discover now