Capítulo 26.

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Arrepentimiento: la conversación entre Draco y Lily.


Draco miraba a su padre avergonzado y dolido. Era cierto que él se metía con mucha gente, pero la simple idea de torturar a alguien le parecía una atrocidad imperdonable, no digamos quitar la vida. Porque el joven Malfoy podía ser muchas cosas, pero jamás podría quitarle la vida a alguien. Ni siquiera podía pensar en ello. . . Era horrible. Apartó la mirada dolido y bajó la cabeza, deseando, por primera vez en su vida (aunque posiblemente no la última, todo hay que decirlo), no llevar el apellido Malfoy. No notó cuando alguien se sentó a su lado hasta que le cogió su mano y empezó a acariciar todos sus dedos. Ese aroma que era tan conocido para él era inconfundible.

Fue entonces cuando levantó la mirada. Su novia parecía muy concentrada en su tarea, pero al notar la mirada del rubio sobre ella, alzó la cabeza. Tenía los ojos llorosos y rojos, haciendo contraste con su pálida piel. Ella no dudó ni un segundo y le abrazó, fuerte. Ya no sabía si era él quien necesitaba un abrazo en esos instantes o la propia Lilianne, que quería el apoyo de su novio, de su prometido.

Draco tragó saliva sin comprender que hacia ella allí, pero correspondió el abrazo, como tantas veces había hecho con anterioridad.


—No es tu culpa —dijo ella, de repente, sin pensarlo dos veces.

— ¿Qué? —preguntó él, sin comprender lo que su novia quería decir. Ella soltó una risita.

—No es tu culpa lo que le ha pasado a mi hermana, o al menos me niego a pensarlo —pasó sus finas manos por sus mejillas, secando las lágrimas del varón. Jamás pensó ver a su novio llorando. Le sonrió, ladinamente, con ternura.

Se le quebró la voz al decir el nombre de la chica. Era su hermana, su mitad. No podía imaginarse una vida sin Annabeth. Porque no hay vida para Lils sin su Annie. Y no hay Annie sin Lils.

—Lo siento —se disculpó, notándose realmente arrepentido.

La chica negó con la cabeza.

—Ya te lo he dicho, cariño. No es tu culpa.

—Aun así. . . Ha sido mi padre y él no se va a disculpar.

—No eres como él —aseguró Lilianne, muy segura de sus palabras—. He visto tu rostro cuando tu padre ha dicho que intento matar a Ann. Te ha parecido horrible, una abominación. Si fueras como él no te habrías comportado así. Llevo seis años conociéndote y más de dos como tu novia, y sé del todo que no eres así.

— ¿Y según tú, cómo soy?

—Leal. Honesto.

—Me defines como si fuera un Gryffindor.

Lilianne Elizabeth Potter se quedó en silencio un par de segundos, meditando las palabras que iba a decir, para que fueran las más adecuadas y las más correctas en esta situación.

—Supongo que todos tenemos algo de Gryffindor dentro. Y de Hufflepuff. Y de Ravenclaw. Y de Slytherin.

— ¿Qué dices? —preguntó él, de forma más dura de la que pretendía, aunque la chica no se dio por aludida o, al menos, hizo oídos sordos porque ya conocía a su novio.

—Hace falta valor para mirar a la gente sabiendo que tu padre es un mortífago. Nunca traicionarías a tus amigos, por lo que eres leal. Eres prefecto y un muy buen estudiante, así que eres inteligente, recuerda que eres prefecto de nuestra casa. Y eres astuto Draco, estás en Slytherin, no hace falta que te lo recuerde.

—Nunca lo había pensado así —murmuró él.

—Ann se pondrá bien —murmuró Lils, mirándole fijamente a esos ojos grises que tanto amaba y que tanta paz le transmitían, desde su primer curso—. Solo ha sido un susto, pero tu padre ha sido cruel. Merece un castigo. Es irónico que él no este arrepentido, pero tú sí. Es una señal más de que no eres como él.

—Ahora mismo me avergüenzo de ser un Malfoy —confesó en un susurro.

—Solo es un apellido, Draco —comentó, apretándole la mano.

—Lo sé —contestó él.

—Y. . . si es solo un apellido. . . hm, también es solo un apellido lo que te diferencia de los hijos de Muggles.

Draco hizo una mueca juntando las cejas y arrugando la nariz, haciendo que la chica riera. Era tan expresivo con su rostro, era otra de las tantas cosas que le gustaban del Slytherin.

— ¿Estás diciéndome que soy igual que ellos?

—Más o menos —concordó la pelirroja—. Draco, nuestros amigos y yo sabemos que no eres como tu padre, pero lamento decirte que la mayoría de los alumnos piensa lo contrario.

—Ya lo sé —bufó.

—Puedes hacer que cambien de opinión.

— ¿Cómo lo hago, cariño? No es tan fácil.

—Puedes dejar de meterte con los hijos de Muggles. Ser amable con ellos es un primer paso, amor.

—No está en mi naturaleza ser amable con nadie. Incluso a veces soy borde con Theo, Blaise y Daphne.

—Pero conmigo siempre has sido amable, ¿o no?

El chico se quedó callado al no saber qué contestar, pues desde el primer día que la vio en Madame Malkin, en el Callejón Diagón, cuando se enfrentó a él por meterse con Hagrid, supo que sería alguien imprescindible en su vida, que quería ser su amigo, porque no cualquiera le hablaba así. Sonrió para sus adentros al recordar la primera toma de contacto que tuvo la pareja, hacía ya seis años.

—Dejemos lo de ser amable de momento, por si acaso. Pero podrías simplemente no meterte con la gente solamente por su apellido. A ti no te gusta que te traten mal solamente por cómo es tu padre. A ellos tampoco.

—Vale. . . —dijo no muy convencido, buscando la esperanza en su chica—. ¿Me ayudarás? —añadió sin pensar, sabiendo que era su pilar fundamental y lo haría sin que se lo pidiera.

—Claro, ¿Cuándo no lo he hecho? —Preguntó sorprendida la chica—. ¿Sabes? Podrías empezar hoy mismo a hacer que la gente cambie su opinión sobre ti.

— ¿Cómo?

—Tú mismo lo has dicho. Tu padre no piensa disculparse. ¿Por qué no lo haces tú? Podrías ir a la enfermería cuando mi hermana despierte.

— ¿Estás loca? —exclamó—. Tu familia y los Weasley me matarán en cuanto me vean.

La chica negó con la cabeza.

—No lo harán —le prometió, acariciando su mejilla con delicadeza—. Créeme, te lo prometo. Yo estaré allí. Además, no dejaré que te hagan nada, jamás lo permitiría —agregó, sonriendo ladinamente, para después seguir hablando—. Volviendo a esta mañana, cuando mi hermana se haya despertado ven dónde Madame Pomfrey, debo contarte y enseñarte algo.


Y sin decir nada más, se levantó de la mesa, le dio un beso en los labios y se fue sin mirar atrás, dejando a su rubio muy, muy confundido.

✓ | A través del tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora