Prologo

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Su mirada iba fija en la ventana, viendo el paisaje pasar rápido ante sus ojos. Era un paisaje nuevo y donde nuevamente debería adaptarse. Suspiro nuevamente, sintiendo que el aire que pasaba por su cuerpo, le hacía doler las costillas. A su lado, iba su madre, la cual la miraba preocupada, pero no cruzaron palabra desde que habían viajado del avión en un nuevo país, específicamente Japón. A sus 9 años, estaba dejando su hogar en Alemania y venía a vivir con una mujer, amiga de su madre, a la cual no conocía, por una larga temporada, pero después de todo, no era tan malo, estaría lejos de su padre, de los golpes, de los gritos y las lágrimas de su madre que solo lo lamentaba cada vez que sucedía. Su madre le tomo un cabello blanco y ella respingó, alejándose instintivamente.

—¿No me volverás a hablar? Sabes que no pude evitarlo— Se excusó su madre, pero ella, no dijo nada —Ángela… estaremos separadas mucho tiempo.

“No importa” Pensó, girándose nuevamente a la ventana. Sus ojos azules eran vacíos, cargados de tristeza.

No tenía motivos para estar feliz, aunque si era sincera, la noticia de vivir lejos de sus padres, la había tranquilizado.

—¿No dirás nada?

—No debo decir nada. Tú y papá son personas reconocidas en el mundo.

—Sabes que a él le duele tanto como a ti.

—Quien recibe los golpes es quien lo lamenta - Susurro más para sí.

El auto donde iban se estacionó a las afuera de un dojo y una casa en su interior.

El chofer bajo y abrió la puerta para que también lo hicieran.

Poner un pie en Japón iba a cambiar su vida completamente.

*_*_*_*

El viento le removió los cabellos blancos, mirando a su madre, la cual la tenía tomada de los hombros y frente a ella, estaba una mujer de ojos negros, sonrisa amable y cabellos oscuros. Sakurako Sano era la amiga de confianza de su madre y quien la había aceptado en su hogar por un tiempo, mientras sus padres viajaban por distintos motivos que ella, prefería desconocer.

—Así que tú eres Ángela— Sonrió, tocando su hombro y Ángela la vio con una mirada neutra.

—Saluda, Ánge, Sakurako te cuidará a partir de ahora —Dijo su madre, mirándola.

La peliblanca miró a su madre. Una mujer blanca, de ojos grises y cabello blanco igual al de ella, un rasgo de la familia Lefbvre y luego, volvió su mirada a la pelinegra. Su rostro era amable, transmitiéndole tranquilad.

—Es un placer... mi nombre es Ángela Lefbvre— Susurro, bajando la mirada para volver a levantarla una vez reunido el valor— Por favor..., cuide de mí.

—El placer es mío —Le tendió la mano— Vamos, despídete de tu madre y vamos a que conozcas mi casa.

Sakurako la espero, viendo la tristeza en los ojos de la menor.

Fue una despedida amarga, viendo la espalda de su madre y como desaparecía en aquella camioneta negra que las había traído a ambas hace algunos minutos.

No los vería por un tiempo y creía que aquello, era un sueño.

Miro a Sakurako, tomando su mano y entro con ella a la casa. Era una casa enorme, donde pasaría un tiempo largo o al menos hasta que su madre regresara.

"Lo elegí" Where stories live. Discover now