C A P Í T U L O 22

Depuis le début
                                    

Doblé la esquina y proseguí mi camino ignorando la voz de Mor a mis espaldas suplicandome que me detuviera, que me calmara. Mis botas trastabillaron con las rocas que alguna vez habían pertenecido al techo, aun así no me detuve. 

Exhalaba de manera nerviosa, mi garganta se cerraba por momentos mientras seguía ese aroma joven y diferente, tan fuerte y embriagador que era sencillo notar en que dobleces había girado y que caminos había tomado. Sobre todo porque envuelto en ese aroma había un ápice de miedo que se enterraba en mis huesos y tiraba de mí como una correa.

—¡Cassian detente! —El sonido de las botas de Mor y Helion seguían resonando como sonidos huecos metros atrás.

Había algo más allá de mi, de mis razón que me obligaba a seguir, a encontrarla. Como si mi propia sangre reaccionara a su falta. El regusto amargo de la desolación bañó mi paladar, el engaño se sintió ácido contra mis entrañas.

Sabía que aquello no era normal, que la incesante necesidad de ella, de su presencia y sonido, de su simple aroma a mi alrededor no nacía simplemente de la preocupación o la responsabilidad que alguna vez había cargado por ser su salvador. Aquello era mucho más profundo, antiguo como mis propios huesos, más incluso.

Era algo sin sentido, sin razón o necesidad porque yo ya la había encontrado, a  mi pareja…

Aun así era innegable, aquel instinto que se había despertado, que por alguna razón había parecido serenarse alrededor de Nesta y se había mostrado salvaje e implacable alrededor de Vyneea.

Mi piel se sentía ardiente, quizás debido a la carrera, quizás a la rabia que escalaba y escalaba. No lo sabía, no sabía absolutamente nada. Mis manos hechas puños hacían que la luz roja de los sifones en ambas brillaran casi con tanta fuerza que incluso la idea de que los sifones no resistieran bailó por mi mente.

Jamás me había sentido así de ansioso, de nervioso, de aterrado, ni siquiera cuando Nesta había sido lanzada al Rito de Sangre, ni siquiera cuando ambos habíamos estado a punto de morir a manos del rey de Hybern. Lo que Vyneea levantaba en mi era algo que no sabía ni quería aprender a describir.

—¡Cassian! —Escaleras aparecieron frente a mí y sin dudar me precipité hacia ellas.

Mis pulmones se llenaron de esa esencia, de ese aroma suave y delicado a limón y orquídeas. Mis rodillas temblaron al llegar al último escalón y levantar la mirada.

Había unas enormes puertas, talladas de manera armoniosa con criaturas horribles, perfectas alguna vez, arruinadas ahora. Estas estaban abiertas y tras ellas espesa y profunda oscuridad pero, en esa misma, como una estrella deslumbrante con un brillo tenue estaba ella. 

Vyneea sobresalía de la oscuridad, su piel ligeramente reluciente en contraste con la densa oscuridad que la rodeaba, su mano unida a la de alguien más, Rhysand, me dijeron mis sentidos.

Mi cuerpo tembló al dar un paso adelante. 

No podía respirar, mi cerebro había olvidado dar las órdenes a mis músculos y pulmones.

Ella estaba allí, ella estaba bien.

Respiré y el aire entraba a trompicones de manera nerviosa y torpe por mis vías respiratorias.

Ella estaba bien.

—Vyneea —Mi voz sonó más como un suspiro que un llamado, sin embargo, cumplió su función.

Observé perfectamente como su rostro, algo más delgado que la última vez, giraba en mi dirección y aquellos malditos y hermosos ojos rubí chocaban contra mi como una ola de consolación.

Una Corte De Sombras Y Sangre© [CASSIAN]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant