Capitulo Treinta y Tres.

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Refregando sus ojos, Nee parpadeó con fuerza y miró alrededor, maldiciendo por lo bajo al percatarse de que se había dormido. Había comenzado a sentirse extraño luego de aceptar ver televisión en la sala con Ámbar, el hecho de que se durmiera con tan fácilidad en una situación así, le decía que seguramente la fiebre había comenzado. No necesitaba esto, enfermarse era lo último en su lista de cosas por hacer, pero al parecer, su cuerpo estaba en total desacuerdo con él.

Su cabeza se sentía extraña, como si hubiesen rellenado su craEvan con algodón en su total capacidad y ahora el mismo estuviese buscando un hueco por el cual escapar. Estaba sudando frío, podía sentir las gotas congeladas bajando por su espalda en largos ríos que se difuminaban cuando la tela de su camiseta las atrapaba. Esto era malo, era muy, muy malo. Sentirse mal usualmente no era bueno a su parecer, pero recordaba haber enfermado varias veces cuando vivieron con el "hombre malo". Las imagenes de ser encerrado en una habitación junto a Nick, cuidandose el uno al otro hasta recuperarse, lo hicieron estremecerse.

No creía que estas personas fuesen a hacerle lo mismo, pero su mente confusa no podía diferencias ambas situaciones, creando una mezcla extraña que lo aterraba como nada más. Necesitaba a Nicky, si su hermanito se sentía la mitad de mal de lo que él se sentía, entonces debía estar aterrado.

Un jalón suave en su pantalón lo hizo mirar en esa dirección, encontrandose con los atentos ojos de Ámbar, quién lo observaba con curiosidad. Levantando la mano, la pequeña le ofreció una cajita de jugo de fresa.

Negó suavemente—. Bebelo tu, pequeña.

Ella copió el gesto, levantando otra caja con el sorbito ya en su lugar antes de agitar la que estaba cerrada hacia él con un poco más de fuerza—. Para Nee.

Sonrió, aceptandola—. Gracias.

En cuanto el primer trago de dulce líquido tocó su boca, supo que había cometido un error. Su garganta parecía estar en jodidas llamas y el jugo no hizo nada para ayudarlo a extinguirlas, en su lugar, solo logró que estas se avivaran. Joder, se había olvidado de ese sintoma en particular, lo cual era una gran mierda ahora.

Aclarandose la misma, observó alrededor, percatandose de la tenue luminosidad en el exterior a través de la ventana cercana. Había estado recostado en el sofá, con Ambar escondida en su cuello, cuando se durmió, por lo que suponía que alguien había arrojado una manta sobre ambos y los había dejado allí. Había estado mirando alrededor mientras se acomodaban para mirar una pelicula y no le había sido dificil percatarse de la falta de telefonos a la vista, las ventanas estaban bloqueadas y la señora Payne había encendido la alarma cuando recibió la pizza.

Estaban malditamente atrapados allí, y el que estuviese perdiendo un poco sus sentidos gracias al resfrío incubandose en él, lo hacia todo peor.

La señora Payne había seguido lanzando comentarios venenosos velados sobre su padre cada que la oportunidad se le daba, lo que era incomodo y totalmente desagradable para él. Había estado suprimiendo el impulso de gritarle lo bruja que era en todo el rostro solo porque no quería ver el lado malo de la estirada mujer. Solo esperaba que la fiebre no le hiciera decir cosas que no debía.

—Nee —Ámbar trepó al sofá y se acostó sobre su pecho, un pequeño puchero en sus labios—. Quiero ir con mi papi.

Nee acarició el castaño cabello con dulzura—. Yo también quiero ir con mi padre, cariño.

(...)

—¿Hola?

La voz de Liam se escuchaba gruñona mientras refregaba sus ojos, espantando el sueño al tiempo que salía de la habitación de los mellizos para poder tomar la llamada sin molestar su pequeño ni a Zayn, quién finalmente se había rendido al sueño en la cama de Nee. El moreno había estado dando vueltas por horas, luciendo malditamente cerca de una crisis, hasta que logró convencerlo de recostarse y Morfeo terminó el trabajo.

Tu mirada en mi |ZIAM|Where stories live. Discover now