Misión: imposible

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Ranma ½ no me pertenece.

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Fantasy Fiction Estudios

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Misión: imposible

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La misión era tan sencilla como peligrosa. Acercarse a la helada y terrible guarida del monstruo demandaba atravesar pantanos infestados de plagas, escalar empinados precipicios al borde de la muerte, y adentrarse en un oscuro y denso bosque, repleto de espeluznantes oni, salidos de la pesadilla más horrenda de un mundo abisal agonizante.

... O así se imaginó Ranma Saotome que era entrar sin permiso en la habitación de Nabiki Tendo. De la temible Nabiki Tendo, debía agregar.

La idea había sido de Daisuke y Hiroshi, y de la estúpida boca de Ranma, que siempre hablaba antes de detenerse a pensar. Él quería entrenar sus habilidades de artista marcial y sus amigos querían obtener «el cuaderno de Nabiki». No un cuaderno cualquiera: el cuaderno más importante, el más secreto y mejor guardado de todos. El cuaderno en el que otras jovencitas, más normales y mucho más tontas que Nabiki, anotarían el nombre del chico que les gustaba una y otra vez, rodeado de corazones y mariposas; pero no Nabiki. Aquel cuaderno era el pergamino del demonio, donde aquella mujer sin corazón anotaba tanto las deudas como los secretos más vergonzosos de los jovencitos más incautos.

Aquel cuaderno era la pesadilla de todo el Furinkan y obtenerlo se asemejaba a hacerse con el Santo Grial. Una tarea difícil, que solo Ranma Saotome podía completar, y que ahora lo llevaba a estar de pie en medio del pasillo del segundo piso de la casa de los Tendo, tragando con dificultad mientras sus dedos rozaban el pomo de la puerta del cuarto de Nabiki.

—Vamos, Ranma, tú puedes —se susurró a sí mismo en el tono más bajo que le fue posible, mientras su labio superior se perlaba de sudor y la mano le temblaba.

Abrió la puerta despacio, tan despacio que parecía que apenas la había tocado la brisa de aquel día de primavera. Sus pasos fueron livianos y ágiles mientras se adentraba en la habitación, y con la misma rapidez y cuidado cerró la puerta a su espalda. Entonces se quedó quieto, completamente quieto en el centro de la habitación, apagando incluso su respiración y ralentizando los latidos de su corazón.

Esperó. Esperó un poco más, y aún se quedó quieto otro largo instante, probando a su suerte y tentando a su enrevesado destino. Pero Nabiki no entró en la habitación. No llegaron Ryoga ni Shampoo. Tampoco Akane se apareció a su espalda o Kasumi lo llamó desde abajo.

Por ahora, todo estaba saliendo bien.

Más relajado, pero todavía alerta, Ranma se dedicó a mirar a su alrededor. Había una cama con las mantas desarregladas y un montón de ropa tirada encima con descuido; un armario pequeño con las puertas medio abiertas; un escritorio con montones de revistas, lápices y maquillajes desparramados por cualquier parte; y una silla que no había salido indemne, en la que se apilaban varias bolsas y chaquetas. Nada fuera de lo normal para ser la habitación de Nabiki Tendo.

Los ojos de Ranma se detuvieron en el escritorio y la pila de revistas. Llevaba un par de días realizando un trabajo que él llamaba «de inteligencia» y que consistía simplemente en observar a Nabiki. La había visto utilizando «el cuaderno», un ejemplar con espiral y tapas azules, que, según pudo apreciar colgado del techo y espiando a través de la ventana, Nabiki guardaba en alguna parte del basurero que era ese escritorio.

Historias de primaveraWhere stories live. Discover now