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Doflamingo estuvo tan nervioso que no durmió en toda la noche. No podía esperar, Montbretia, su Crocosmia iba a cocinar para él en el almuerzo, todo gracias a las artimañas de sus ejecutivos. Tal vez debería de darles más ganancias en el próximo negocio, pensó.

A la mañana se levantó muy emocionado y fue directo a la cocina, desde ya se encontraba hambriento de amor. 

—Russian realmente amó el regalo, muchas gracias Madam— le agradeció Señor Pink. 

—No fue nada— Respondió cortésmente Crocosmia, no necesitaba agradecerle consideró. Ya que después de todo, lo había comprado con el dinero que le sacó a todos los miembros durante el juego de apuestas. A ella le parecía realmente vigorizante gastar el dinero de otros.

Doflamingo aguardó afuera mientras tanto, esperaba escuchar alguna cosa o algo más siquiera. Así mismo como su familia hacia vacíos a su hermano, consideraba más que natural que el resto también fuesen así con Crocosmia, pero no escuchó nada de eso. Ellos o al menos los que estaban allí con ella la trataban bien, se esmeraban en ser atentos con su amada.

—¿Qué haces espiando?— Crocosmia preguntó en voz alta. 

—No estoy espiando, solo escucho. 

Es lo mismo, pensaron todos en la cocina. 

—Ya que estás escuchando a escondidas, te advierto desde ya. Saldré a comprar y no quiero que nos sigas. 

—¿"Nos"? ¿Con quien vas?— La vio sonreír, no la veía esbozar esa expresión a menudo por lo que era malo para su corazón. 

—Ese no es tu problema— Crocosmia vestía un traje de baño y tenía el pelo empapado de agua de mar. 

Doflamingo frunció el ceño —¿Volvieron a arrojarte al mar?

El viejo detrás de él se rió —la señora estuvo buceando. Tiene unos buenos pulmones, se sumergió por mucho tiempo y sacó unos cuantos calamares y moluscos. 

El rubio se sorprendió, por lo general nadie pescaba de la tripulación porque conllevaba mucho riesgo resbalar y caer al mar, por que preferían comprar o robar, pero no pescaban jamas. Llevaba un tiempo sin comer algo que fuese muy fresco. —No puedo esperar— Y por eso no había pegado un ojo. Sonrió.   

Al poner mayor atención la vio disimular el frío, la mujer casi tenía los labios azules debido a la helada exposición. Descalza y semiempapada, Montbretia siempre actuaba altiva, y eso le encantaba aunque fuese demasiado soberbia. Sin dudarlo el capitán pirata la abrazó por detrás envolviéndola con sus brazos mientras ella protestaba, la sintió estremecerse por el cambio repentino de temperatura. 

—Tengo que ir a cambiarme— Dijo en lo que trataba de sacarse de encima las manos del rubio. 

—¿Puedo ayudarte?— completamente encorvado Doflamingo le preguntó buscando su aprobación. 

—No. Hay que desayunar, no hay tiempo para tus tonterías. 

De igual forma aunque hubiera pedido su autorización iba a hacer lo que quería de todas maneras. El hombre frotó su estomago, con  anterioridad había notado que ella se movía mucho cuando la tocaba debajo de la ropa, tal vez fuera debido a una debilidad que escondía, sopesó —Tienes que cuidar mucho más tú cuerpo. Tienes que prometérmelo. 

Ella tiro más fuerte para separarse de él, estaba haciéndole cosquillas y trataba con todas sus fuerzas de no reírse. —Está bien, está bien ¡Ahora suéltame! 

La Kuja se deshizo del agarre desesperada y huyó del asfixiante hombre antes que continuara haciéndole cosquillas, mientras que Doflamingo la persiguió sin darle tregua.  

Mi Emperatriz.Where stories live. Discover now