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Por la mañana las caras de todos en la familia eran un desastre, incluyendo la del ausente Rosinante que volvió junto con la pareja, lleno de cortes y moretones por su terrible aterrizaje. 

Giolla se acercó para poder sacarle cualquier tipo de información. Pero Corazón no le hablaba a nadie. —¿Qué te pasó? ¿Esa mujer te hizo todo esto?

Este negó y apuntó a la puerta, la que estaba rota con la caja destrozada afuera. 

Algunos pensaron que estaba encubriendo la violencia de la mujer. Con que era una mujer abusiva y golpeadora que se había atrevido a maltratar al hermanito de su joven amo.

A estas alturas muy pocos pensaban algo positivo de la desconocida. 

Confundidos y atormentados por sus propias conclusiones apresuradas de pronto escucharon un gran estruendo en los pisos superiores de la abandonada fábrica. El ruido de unos pisotones mortales y muchos golpes tronadores sumamente dolorosos de oír, más uno se distinguió de los demás: un ruido destructor que hizo estallar algo y luego la carrera por la escaleras retumbó por todo el lugar, parecida a la estampida de una bestia. Los que deambulaban como verdaderos espectros en lamento a la espera del desayuno para conocer a la mujer, vieron con gran sorpresa a una morena alta, dueña de un cuerpo robusto y voluminoso, tan armonioso que un coro de ángeles cantó en ese mismo instante. 

La hermosa mujer corrió por las escaleras con su fuerte cuerpo. No se parecía en nada a ninguno de los retratos en especial, y si debían elegir a uno que fuera más cercano a la realidad, ese era el del viejo Lao G. Ya que fue quien propuso a una morena de carácter fuerte, dotada de todo en abundancia.

La mirada de ella se clavó en ellos mientras salía abruptamente a la sala hasta que con sus propios ojos dio con la puerta de salida. Doflamingo alcanzó a tomarla de la mano y arrodillarse frente a ella para implorar que no se fuera. Pero Montbretia de un manotón se liberó de su agarre, el aire que generó por ese gesto peinó hacía atrás a todos los espectadores que boquiabiertos vieron a su joven amo aferrarse a la mujer desesperado. 

Doflamingo la tomó de las piernas rogando que se quedase. 

—¡Suéltame! ¡Cómo te atreves a sacarme de mi hogar!— Rugió enseñando sus dientes blancos sin contención y sin importarle hacer una expresión poco elegante. Era el colmo, no podía tolerar que la sacara de su palacio así sin más. Ahora comprendía muy bien su actitud, a qué se debían todas las preguntas que le hizo anteriormente, no estaba tratando de conocerla mientras actuaba adorable. 

—¡Mi Emperatriz no te vayas! ¡Solo quiero presentarte a mi familia!— Ella tiró de este pero estaba tan fuertemente agarrado de su cuerpo que no se lo podía quitar de encima. 

Montbretia frunció toda su expresión, furiosa con él —¡Por qué! ¡No somos nada Doflamingo! ¡No tenemos ninguna relación!— Dio un pisotón partiendo la madera para hacerlo retroceder, no quería golpearlo de verdad, su pecho se oprimía dolorosamente de solo pensarlo. Hacía frío, el clima era muy distinto al de su isla —¡Me sacaste de mi maravilloso hogar! ¡Todas mi mujeres deben estar buscándome desesperadamente! ¿Pensaste acaso en el caos que provocarías?— Se golpeó el pecho completamente desnudo con la mano —¡Yo sí! ¡Tengo que pensar en todo, ese es mi trabajo!

El rubio la miró hacia arriba desgarradoramente. En sus cálculos esperaba una reacción similar sin embargo no imaginó que ella saldría como una bestia destruyéndolo todo a su paso. Estimó que era dueña de una gran fuerza bruta y un haki que no estaba del todo desarrollado —Solo serán unos días, tranquila. Te llevaré de regreso después de eso. Además dejé una nota, dije que estabas de vacaciones— intentó aplacar su ira.

Montbretia era una mujer lógica y racional. Tardaría un poco pero lo aceptaría finalmente.

Ellos discutieron ardidamente en medio de todos. 

Mi Emperatriz.Where stories live. Discover now