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Esa misma tarde la sortija fue llevaba con su dueña después de un día de tormenta. Aquel día lucía como uno verdaderamente esplendido. Colocó el anillo en su dedo indice aunque el rubio se mostró inquieto por eso. 

—Me gusta más aquí— Mencionó Montbretia en respuesta. Era un secreto a viva voz que a ella le gustaban las joyas. No era muy bien visto en su sociedad pero fue perdonada por ser la Emperatriz. 

Bajó su brazo al suelo desde la nueva mesa, ya que la anterior la habría agrietado después de haber besado al pajarraco.  

Sirius escaló por su pierna y luego por su brazo. Doflamingo vio a la serpiente albina cada vez más voluminosa. 

—¿De verdad esa cosa está preñada? 

—No es una "cosa", se llama Sirius. Y sí, lo está— acarició a su reptil con cariño. Una de sus debilidades eran los animales fieles y Sirius no era ajeno a la regla.

—¿Te gustan mucho los reptiles?— Preguntó el pirata. Su ropa en su mayoría tenía decoraciones y temáticas de escamas. No se trataba de una inusitada coincidencia.  

Ella asintió —Me gustan en especial.

No quería quejarse, porque todo, absolutamente todo era glorioso con la presencia de Montbretia ahí, pero pronto a Doflamingo le llamó la atención cómo en ese lugar hacía demasiado calor y la mujer frente a él parecía estar en perfecto estado. Terminaría rostizado tarde o temprano si no sugería salir de allí. —Aquí hace calor. 

—Por eso me gusta— Rosinante se lo había dicho antes, aunque la ropa que le proporcionaban sus doncellas le ayudaba bastante a capear el calor, no era así con Doflamingo quién vestía extravagantemente. La mujer se puso de pie —vayamos a un salón al interior del palacio. No quiero ver a un niño sufrir un golpe de calor. 

Doflamingo se largo a reír, no le importaba que Montbretia se empeñara repentinamente en poner la edad de por medio para alejarlo de ella. Él tenía una carta que jugar, una que la misma mujer le habría dado. La tomó de la mano lleno de confianza —Es mejor buscar un lugar agradable y cómodo para hablar de negocios. 

—¿Negocios? Tú y yo ¿Correcto?— Resopló burlándose. Qué podría ofrecerle un pirata mediocre y nefasto del North Blue que siquiera había iniciado en el Grand Line, a ella, una Emperatriz Pirata. —Tal vez si me traes un poco de kairoseki podamos negociar.  

Ella sabía que debía asegurar grandes vetas y minas de kairoseki antes que el gobierno las tomaran y utilizaran en contra de las piratas Kujas y su tribu. El Calm Belt les ofrecía muchas ventajas, las aislaba del mundo y mantenían preservadas, pero el progreso pronto amenazaría su forma de vida. 

Este se rió al ver que nuevamente lo subestimaba. —Recuerda que ayer me ofreciste comprar a mi hermano. 

Montbretia no veía hace horas a Rosinante y Adenium no traía noticias de él hasta ahora. Frunció el ceño resoplando frustrada. Esa maldita habilidad de la fruta del diablo que le permitía volar, presumió —Veo que ya te moviste. Muy astuto ¿Vas a cobrar de inmediato? 

Y por supuesto no solo era astuto, también tacaño y estafador. 

Lo vio estremecerse de la emoción. Hoy lo manejó mejor que ayer que le resultó una verdadera sorpresa. Solo lo vio enrojecerse parcialmente y su sonrisa se llenó de satisfactoria lujuria. 

—No te emociones, solo estoy pagando generosamente por algo invaluable como una relación de amistad—. La Emperatriz caminando en medio de los pasillos de brillante piedras blancas lo tomó del cuello repentinamente con el fin de acercarlo hasta su hermoso rostro, lamiéndose los labios para poder besarlo. Primero sería un beso o unos cuantos de estos.  

Mi Emperatriz.Where stories live. Discover now