CAPÍTULO 1.2 - El primero de muchos

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Tuve la sensación de que los dos primeros meses pasaron muy rápido. Los pocos deberes y exámenes fue el motivo de esta sensación. Aun así, esto nos iba bien a todos. Podíamos disfrutar de tardes tranquilas, noches en restaurantes y sábados y domingos fuera de casa.
Además, por esas fechas ya había comenzado el campeonato regional de fútbol americano, al cual solíamos asistir porque el novio de Emily, William Taylor, un chico delgado, alto y con los músculos bien marcados, jugaba en el equipo del instituto y asimismo, era el capitán. También me acuerdo de que el sábado 19 de noviembre, quedé con Michelle y su nueva pareja. Una chica de trece años, es decir, un año más pequeña que nosotros, que aún asistía a la escuela mediana, más concretamente al centro educativo "Heritage Park Middle School", al que anteriormente asistíamos Michelle, Oliver, Olivia y yo (a Emily la conocimos y se convirtió en nuestra amiga porque iba a equitación con Olivia). Sobre las nueve de la noche, me dirigí hacia el Rocko's Dinner, otro restaurante bastante bueno el cual abría 24/7. Entré por la pequeña puerta de cristal del establecimiento y reconocí a Michelle en un reservado al fondo de la parte derecha del local.

- Hola Michelle.

- Hola Jack, - contestó - ella es Kylie, mi novia.

- Hola! - me saludó levantándose y dándome un abrazo, como es costumbre en Canadá.

- Ahora que te veo, es verdad que me acuerdo de haberla visto en el Heritage - comenté mirando a Michelle, ya que me había dicho que seguramente me sonaría.

- Bueno, yo ya me imaginaba quién eras cuando me habló de ti. Fuiste tú el que salió haciendo el tonto en el video del día de la nación, ¿no? - acertó.

- Sí! - se me escapó una risa floja - Pero... ¿Cómo te puedes acordar de eso, si fue hace dos años?

- Memoria chaval - dijo riéndose a carcajadas y provocando las nuestras - Ahora en serio, como quieres que no me acuerde de esa cara de pescado.

Tengo que recalcar que era una chica muy directa que no se callaba nada y te lo decía todo a la cara sin vergüenza. Aun así, me cayó bien en el rato que estuve con ella.

Durante unos minutos estuvimos hablando sobre temas variados hasta que una camarera baja, con pelo castaño y ojos marrones, que llevaba toda la vida en el restaurante, nos tomó la comanda. Aunque realmente no me acuerdo del plato que pedimos cada uno, me suena hablar con Michelle de lo mucho que comía Kylie. Me imagino que ese día se pidió alguna deliciosa hamburguesa de dos carnes que preparaban en el Rocko's Dinner.

- Voy a pagar - dije.

Inmediatamente, me levanté para que no pudiera haber reproches de su parte y me dirigí hacia la caja.

- Hola, cóbrame todo del reservado quince, por favor.

- Claro que sí, - afirmó - serán un total de cuarenta y siete dólares

- Aquí tiene - dije dándole un billete de cincuenta.

- Pues ya estaría, aquí está su cambio. ¡Muchas gracias! - comentó después de una pequeña pausa.

- A usted. Hasta luego.

- Adiós.

Al girarme comprobé que mi movimiento anterior sirvió, ya que pude ver en el estacionamiento del establecimiento a Michelle y a Kylie despidiéndose con un beso. Me dispuse a salir.

- ¡Ey chicas! Ya he pagado, ¿nos vamos?

- Sí, pero la próxima pago yo - comentó Michelle.

- No, pagamos a medias - opinó Kylie.

- Bueno, está bien.

En realidad, hubiera propuesto hacer lo que dijo Kylie, pero simplemente quise tener el detalle.

Después de otro beso entre ellas, Michelle y yo nos fuimos juntos a nuestras casas. Como era costumbre, yo la acompañe a la suya. Pero minutos antes de llegar, al girar una esquina, pudimos ver a dos hombres, de una edad mayor a los dieciocho años, golpear a un adolescente que parecía tener una edad semejante a la nuestra, con un objeto irreconocible a causa de la distancia que nos separaba, que por lo que me acuerdo, puedo estimar que eran unos 30 metros. Por suerte, no nos vieron, y salimos corriendo hacia otra calle que también llegaba, de una forma u otra, a casa de Michelle. Durante el maratón que hicimos, decidimos no comentar nada hasta que pudiéramos ir a la comisaria a comunicárselo a los policías.

Esa noche no pegué ojo. Pensaba en como estaría el chico y como podía haber personas capaces de hacer eso. Aunque comparándolo con los crímenes que continuaron a este, no era tan sorprendente.

Por la mañana, y como era de esperar, el acto criminal estaba tanto en el canal local de televisión y en los informativos de la CBC. Explicaban donde y cuando sucedió. Los datos coincidían con la hora y el lugar donde Michelle y yo vimos el acto de violencia. También hablaban del estado del joven llamado Joshua, de 15 años. Se encontraba bastante grave, sobre todo por un navajazo bastante profundo en el costado.

Desgraciadamente, era lunes y tenía que ir al instituto. Ese día le dije a Michelle que no pasaría por su casa porque iba justo de tiempo. No tenía nada preparado y para hacerlo disponía de quince minutos.

Fue un día raro, tranquilo y serio. Me imagino que les resulto fácil las clases a los profesores, ya que todos estábamos en silencio y haciendo caso únicamente a sus explicaciones. El recreo no fue muy diferente, la mayoría sentados almorzando, algunos hablando en un tono muy bajo, y muy pocos haciendo deporte. Me imagino que esto ocurrió por culpa del miedo que teníamos al pensar que nos podía pasar a nosotros, que nos pudieran golpear, apuñalar o incluso, matar mientras volvíamos a casa por la noche. Además, el grupo estábamos preocupados porque el sábado, habíamos quedado por la tarde para ir a una pequeña orilla llana del Lago Hatzic, a acampar una noche. Y no sabíamos si nuestros padres nos iban a dejar ir después de lo ocurrido.

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CHAT:

Michelle: Oye, le he preguntado a mi padre sobre la acampada. Él me deja, pero me ha pedido que tengamos cuidado.

Yo: ¿A sí? Yo también. Me ha dicho lo mismo.

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Después de esa corta conversación, los dos pedimos a los demás que si podían hacer la misma pregunta a los suyos. Finalmente, pudimos ir todos, aunque Oliver nos lo comunicó bastante tarde porque pensaba que tenía una comida familiar, pero resultó que era el próximo sábado.

LA VERDAD TRAS EL CRISTAL - Diego EscamillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora