𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟣𝟣:𝐵𝑜𝒹𝒶

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Una semana más tarde, sobre el brillante parqué del salón de Wei Ying, y rodeados de la colorista profusión de pinturas, contrajeron matrimonio.Wangji apenas fue consciente de la presencia, tras de ellos, de su familia: los padres, su hermana Cycely con lord Wen.

Los únicos invitados de Wei Ying a la ceremonia fueron el duque y la duquesa de Jin y, cosa curiosa, la señora Baoshan .Wangji no lograba entender el interés que había mostrado Wei Ying por que estuviera presente la anciana. El trato entre ambos era tanto cortés como receloso, aunque Wangji tuvo la sensación de que los dos compartían un secreto que nadie más tenía el privilegio de conocer. Tal vez algún día conseguiría averiguar qué entendimiento se había producido entre el uno y la otra, y por qué ambos parecían disfrutar de un mayor conocimiento de la situación que cualquier otro de los asistentes.

Wei Ying respondió con monosílabos a las preguntas del clérigo. La expresión de su rostro era dura, aunque serena: el semblante de un actor habituado a enmascarar las emociones. Wangji estaba seguro de que aquella situación sublevaba el orgullo de Wei Ying . Nunca debía de haber soñado con verse obligado a casarse algún día con un omega por el que sintiera tan vivo resentimiento, pero el, aunque de manera involuntaria, le había forzado a ello. Si bien Wangji había intentado arrastrar la responsabilidad del embarazo por sí solo, en alguna parte de su corazón había sabido que, una vez enterado, Wei Ying no sería capaz de ignorar la existencia del niño. Unas lágrimas no derramadas, fruto del arrepentimiento y la vergüenza, le ardieron en los ojos.

Cuando el clérigo los exhortó a amarse y honrarse mutuamente y los animó a proferir las promesas que los atarían de por vida, Wei Ying miró aWangji y vio sus lágrimas. Entonces se le tensó la mandíbula hasta que los músculos le temblaron. Tras ser declarados en matrimonio, Wei Ying selló la ceremonia con un frío beso en los labios de Wangji.

A continuación, los invitados se sentaron para dar cuenta de una comida de ocho platos en el espectacular comedor, una pieza recubierta de mármol y columnas corintias doradas. El techo estaba pintado con una escena de La tempestad, de Shakespeare, y desde el techo bajaban por las paredes gavillas ornamentales de yeso italiano.

Sentado en el extremo opuesto de la larga mesa,Wangji apenas vislumbraba a su marido a través de la cristalería y los candelabros de oro dispuestos entre ambos. A todas luces, la belleza y el lujo del entorno tenían impresionados a sus parientes. La llegada de los carísimos vinos servidos en copas de cristal y las bandejas de especialidades francesas aligeraron de forma notable el ambiente.

El marido de Cycely, lord Wen, manifestó con entusiasmo la exquisita selección de las cosechas.

—Wei, he de decirle que para un hombre que jamás recibe en su casa, interpreta el papel de anfitrión a la perfección.

Antes de que Wei Ying pudiera contestar, la madre de Wangji aprovechó el momento para levantar la vista de su plato fileteado en oro y comentar con acritud:

—Tan sólo queda desear que el señor Wei desempeñe el papel de esposo responsable con idéntica destreza.

Al haber sido dicho con cierta ligereza, el comentario bien podría haberse interpretado como una broma amistosa; no obstante, la desaprobación de Xiaoling no podía haber quedado más patente.

Mientras esperaba la respuesta del aludido,Wangji se puso tenso. Para su consuelo, Wei Ying contestó sin inmutarse.

—Confío en que no tendrá quejas al respecto, lady Lan ... Ni tampoco mi esposo.

—Por supuesto que no —contestó Wangji. Comoquiera que no había hablado durante la mayor parte del día, su comentario concitó sobre sí la sorprendida mirada de muchos de los comensales. Continuó hablando en un tono significativo—. Estoy seguro de que mi madre ha querido decir que confía en que las elevadas expectativas que ha depositado en usted quedarán plenamente justificadas, señor Wei.

Por qué tú eres míoWhere stories live. Discover now